Aunque hoy existe una mayor visibilidad en la comunidad internacional a la problemática que representa el uso de violencia sexual como arma de guerra, para el doctor Denis Mukwege, Premio Nobel de Paz 2018, el camino por recorrer todavía es largo.
Esta fue una de las ideas expuestas por el médico y activista congoleño –destacado en todo el mundo porsu trabajo con las víctimas de violencia sexual en el marco de la guerra de Kivu– durante el conversatorio realizado en el marco del evento “Para nosotras, pero con nosotras”, con el que se cerraron en Colombia las conferencias del médico y de la filósofa sudafricana Louise Du Toit.
Este encuentro, realizado en el Auditorio Jorge Enrique Molina (antiguo Teatro México) de la Universidad Central en Bogotá, en el que también participaron víctimas de violencia sexual del conflicto colombiano, se materializó gracias al esfuerzo conjunto entre esta institución, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, entre otras entidades internacionales.
Para el doctor Mukwege, aunque fuerzas como las de las Naciones Unidas ya cuentan con formación sobre temas relacionados con la lucha en contra de abusos sexuales, los ejércitos de algunos países también se encuentran detrás de las violaciones, dejando a las mujeres expuestas a la violencia de fuerzas tanto rebeldes como nacionales.
“El avance no es suficiente y combatir estos problemas en la sociedad armada es muy difícil”, manifestó el médico, y añadió que en contextos de paz la lucha debería estar enfocada a cambiar el paradigma por uno de igualdad entre hombres y mujeres, un proceso en el que todos tenemos la responsabilidad de educar a los niños, destacó.
Sin este cambio, en tiempos de guerra –de manera inconsciente– se seguirá considerando a la mujer como algo inferior, dejándola expuesta a ser blanco de abusos. Según el Nobel, estos actos también destruyen la capacidad de organización de las sociedades, ya que, en contextos como el africano, por ejemplo, las mujeres son las que sostienen la economía, principalmente agraria.
“La violencia sexual tiene consecuencias desastrosas paras los individuos, su familia, la sociedad y la economía; esto se debe tomar con mucho rigor”, aseguró el doctor Mukwege.
DE LA GUERRA A LO DOMÉSTICO
Por su parte la filósofa Du Tout planteó que si desde la ley criminal internacional se castiga y se considera la violencia sexual en guerra como equivalente a la tortura, el genocidio y la esclavitud, además de reconocerlo como un crimen de guerra y contra la humanidad, debemos cuestionarnos dónde nos deja eso cuando hablamos de las violaciones diarias cometidas por personas del contexto familiar.
“Cómo podemos trasladar el poder de estos conocimientos de la comunidad legal internacional sobre el uso de la violación en la guerra y transferirla para que se entienda para qué es usada en tiempos de paz”, comentó la experta, y añadió que en estos escenarios también podría ser una forma de aterrorizar, en la que el poder es reclamado por un grupo y tomado por otro.
“Tendemos a pensar que los derechos en la paz son puramente privados, naturales, pero quiero pensar que podemos aprender del contexto de guerra; preguntarnos en estos paralelos si no hay algo que deberíamos aprender de este y llevarlo al doméstico”, manifestó.
Frente a esto, el doctor Mukwege aclaró que se debe tener presente que cuando se habla de violación en el contexto del conflicto no se debe perder de vista que se trata de actos planificados y de una relación de dominio. Por ejemplo en Sudan del Sur se empleó como un arma de limpieza étnica, un objetivo diferente al del deseo sexual.