El puente del Pindo y las prioridades del gobierno nacional.

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Las personas que tenemos la oportunidad de viajar a Tumaco para disfrutar del grandioso mar Pacífico, su cultura y gastronomía, nos encontramos en el puente del Pindo con una escena cada vez más preocupante. El puente sufre de agrietamientos y huecos que impiden una movilidad tranquila y segura. Esquivar estas fallas genera riesgos de accidentes cada día. Mientras tanto, observamos la construcción de la estructura del oleoducto Transandino, tal como aparece en la fotografía de portada, que ya está por terminar y garantiza la estabilidad del paso del petróleo para su salida del país. Esto, al menos, cuestiona las prioridades que se han tenido con Tumaco. ¿El gobierno nacional, sin importar si es de derecha o izquierda, ha priorizado una visión desarrollista o extractiva del municipio? ¿Nos hemos acostumbrado a normalizar este tipo de prioridades? ¿Qué es primero, garantizar una movilidad segura o el transporte de un producto extractivo? ¿Es posible cambiar estas prioridades?

Esta imagen también me recuerda una noticia del 10 de mayo de 1969 en el periódico El Diario, donde se anunciaba la inauguración del oleoducto. Hace más de 50 años, existe una tubería por donde pasa petróleo, pero falta el tubo en Tumaco y la costa pacífica por donde pase el agua potable y permanente. Esto obliga a cuestionarse sobre ¿Cuáles han sido los beneficios para el puerto? ¿Qué tipo de líderes nos han gobernado que no han podido representarnos ni exigir al Gobierno nacional los derechos mínimos?

Con base en lo anterior, por un lado, tenemos una importante y renovada infraestructura del oleoducto Transandino, crucial para la economía nacional por facilitar la exportación de petróleo. Por otro, enfrentamos el deplorable estado del puente del Pindo, cuyos agrietamientos y huecos comprometen la seguridad de todos los que lo transitan, y un sistema de acueducto precario y sin las mínimas condiciones que garanticen agua de calidad.

Este contraste no solo ilustra la desigualdad de trato hacia las infraestructuras que benefician al exterior en comparación con aquellas que afectan directamente la vida diaria de los ciudadanos, sino que también plantea preguntas sobre las prioridades de nuestros líderes y la visión que tienen para el desarrollo de regiones como Tumaco. Mientras el oleoducto parece recibir atención continua y financiación asegurada, infraestructuras vitales y sanitarias, para la movilidad, seguridad, y la salud de los tumaqueños,  se dejan en un segundo plano, poniendo en riesgo la vida de quienes dependen de ellas.

Las prioridades deben reevaluarse para garantizar que las necesidades básicas de la población, como la movilidad segura y el acceso a agua potable, sean atendidas con la misma urgencia y dedicación que se dedica a las infraestructuras extractivas. Solo así se podrá asegurar un desarrollo equitativo y sostenible para todos los habitantes de Tumaco.

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