Para Merling Yamile Castillo Cabezas, el manglar ha sido más que un paisaje: es su hogar, su sustento y el refugio donde ha vuelto a encontrarse con sus raíces. La primera vez que entró al manglar sacó 50 conchas, una cifra impresionante para una principiante en la recolección de piangua. Nació en Francisco Pizarro, Nariño, donde fue criada por sus abuelos y donde descubrió en la recolección de esta concha su sustento diario. Pero su vida dio un giro cuando, hace diez años, tomó la difícil decisión de mudarse a Tumaco, en busca de una mejor educación para sus hijos, pues en su pueblo natal no había bachillerato.
La llegada a Tumaco no fue fácil. Sin ingresos estables, Merling vivió año y medio en casa de una amiga y se empleó en labores domésticas, lavando ropa y limpiando casas, con la esperanza de retomar algún día su conexión con la naturaleza. Pero el regreso al manglar fue posible gracias a Asofuturo, una asociación de piangueras y pescadores comprometida con la recuperación y conservación del ecosistema. Allí, Merling no solo pudo volver al manglar, sino que encontró una nueva forma de relacionarse con él y aportar a su cuidado.
Hoy en día, Merling hace viveros, limpia la playa y, sobre todo, siembra manglares. Aunque sigue recolectando piangua, su actividad favorita es plantar nuevos árboles, un trabajo que le da sentido de propósito y esperanza. “Sembrar mangle es una manera de devolverle a la tierra todo lo que me ha dado”, dice Merling. Su labor no solo ayuda a recuperar el ecosistema, sino que es también una respuesta a los desafíos ambientales en una región tan rica como vulnerable.
Merling Castillo representa a las mujeres del manglar: guardianas del territorio y del futuro de su comunidad. Gracias a su esfuerzo y el apoyo de organizaciones locales, su historia se convierte en un ejemplo de resiliencia, compromiso y amor por la naturaleza.
Fuente: Fundación Compaz