El fin de la izquierda revolucionaria en Colombia (?)

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 Por: Juan Pablo Torres-Henao

Se dice que cuando le preguntaron a Margaret Thatcher cuál consideraba que había sido su principal logro político durante su mandato, la “dama de hierro” sin ambages respondió: Tony Blair y el nuevo laborismo. Me imagino que ante una pregunta similar, la respuesta del ex presidente Juan Manuel Santos podría ser: el progresismo surgido post-acuerdo final de paz. La razón de Thatcher para realizar aquella afirmación radica en que obligaron al laborismo a desplazarse al centro. La razón que podría tener Santos es que firmado el Acuerdo Final de Paz, si bien se abría un nuevo capítulo en la lánguida democracia colombiana, este tomaría por sorpresa a la izquierda que por décadas había hecho de la solución política al conflicto armado su principal consigna.

Como he afirmado en otras columnas, continuo creyendo que la victoria electoral de Gustavo Petro y la elección de un número no antes visto de senadores y representantes a la cámara por el progresismo -aglutinados ellos y ellas en el Pacto Histórico-, paradójicamente coincide con el peor momento político-organizativo de la izquierda en Colombia, dando cuenta de ello, primero, la composición de las listas al Congreso de “outsiders” que no han aportado mucho ni cuentan con una base organizativa solida que trascienda de las redes sociales para bajar las ejecutorias del Gobierno Nacional; segundo -desde mi punto de vista-, la desafortunada lectura política que creyó que caracterizar este gobierno como de transición y no de preparación de la transición era un mero asunto semántico y sin contar con mayorías se lanzó al Congreso con reformas estructurales que drenaron de manera vertiginosa su capital político; y tercero, ahora avanza, ante los afanes electorales, a la conformación de un partido único, apuesta que, por tener como punta de lanza a la Colombia Humana puede terminar arrastrando a su dinámica interna a las otras fuerzas políticas con larga trayectoria que a la fecha se han sumado: Polo Democrático Alternativo, Unión Patriótica y Partido Comunista.

Quiero detenerme en este último elemento para argumentarlo, enmarcándolo tanto en un fin de ciclo de la izquierda global, como en el desplazamiento ideológico-político de la izquierda colombiana hacia lo que tiende a denominarse “progresismo”, lo cual podría conducirnos a estar asistiendo al final de la izquierda revolucionaria, si por izquierda entendemos las agrupaciones políticas que tienen como principio que todas las personas deben tener los recursos y oportunidades necesarios para poder llevar a cabo una vida libre y autónoma, y por revolución entendemos en este momento histórico -de manera muy general y escueta-, la superación del capitalismo en su dimensión tanto económica, como política y cultural y la lucha frontal contra el neoliberalismo y el vaciamiento de la democracia.

En este orden de ideas, siguiendo los planteamientos de Martín Mosquera en Fin de ciclo (2024), asistimos a nivel global a una crisis de la izquierda en tanto esta ha visto -sin mayor reacción-, como sus relaciones con las clases populares se han deteriorado producto de las frustraciones y limitaciones que han acarreado las recientes experiencias de izquierda en los gobiernos y por el fortalecimiento de la derecha que se ha encontrado en una mejor posición para capitalizar a su favor un “sentido común” profundamente imbuido por el neoliberalismo. Otros factores también aplicables al caso colombiano como la fragmentación de la clase trabajadora, la contracción en la afiliación sindical y la ausencia de conciencia socialista refuerzan la idea de una crisis. Si esto es así a nivel global, cabría preguntarnos ¿por qué en Colombia ganó un candidato claramente de izquierda? A estas alturas del gobierno, tiendo a inclinarme más por creer que la elección de Gustavo Petro fue más un castigo de la ciudadania a tantos gobiernos que han mantenido en la pobreza y la desigualdad a millones de compatriotas y no un mandato popular para comenzar a transitar a una sociedad más justa, de ahí que las reformas no hayan sido acompañadas de manera masiva por la ciudadania y que las elecciones regionales – sin perder de vista sus particularidades- hayan dado como ganador a las fuerzas políticas que defienden el status quo en nuestro país, lo cual también podría responder, sin desconocer la consabida corrupción electoral, a un castigo a una alternativa política que en algunos renglones de su ejercicio en el Gobierno Nacional ha incurrido en prácticas de clientelismo y/o corrupción que nos recuerdan más a la politiquería que a otra cosa.

Ahora, cuando vamos a los documentos programáticos de los partidos políticos señalados en lineas superiores, en lo concerniente al plano económico, solamente se identifica en el programa del Partido Comunista (PC) una posición clara encaminada a superar el capitalismo y su expresión neoliberal en nuestro país, y en el programa de la Unión Patriótica (UP) una mención sobre un nuevo modelo de desarrollo económico alternativo que supere el “injusto sistema capitalista que impera en Colombia”, mientras que en el ideario de unidad del Polo Democrático Alternativo (PDA) si limita a rechazar la “globalización neoliberal” y en los estatutos de Colombia Humana (CH) brilla por su ausencia. En lo que si concuerdan todos es sobre el rol de la democracia, aunque matizada: mientras que para el PC la lucha por la democracia hace parte del propósito estratégico de su acción política, para la CH es un objeto de promoción; mientras que para el PDA se debe profundizar, para la UP esta debe trascender el plano electoral y llegar a todas las dimensiones de la vida social.

No me malinterpreten, para quienes somos de izquierda, la unidad de las fuerzas políticas que se encuentran en este lugar del espectro político siempre será una buena noticia y un propósito que enriquece la democracia. No obstante, creo que ese no era el camino, no solo para no contraer nuestro sistema de partidos, sino ante todo para que continuara existiendo un pluralismo capaz de recoger los distintos matices ideológicos a la izquierda de lo establecido. Valoro inmensamente el aporte que han hecho a la democracia cada una de las agrupaciones políticas aquí mencionadas y me preocupa que abandonen sus propios programas por conservar y/o aumentar -como ojalá suceda- las curules en el Congreso de la República dado que para la disputa de la presidencia será a otro costo. Un Frente Amplio, donde haya un entendimiento desde la autonomía y la identidad propia podría hacer frente al difícil momento que atraviesa la izquierda Colombiana sin que el peso de una agrupación política opere como fuerza centrífuga, corriendo el riesgo de jalonar a las demás al centro o a la administración de lo existente que viene siendo lo mismo.

Ojalá no terminemos siendo el mayor logro político del santismo.

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