Por: Tirso Benavides Benavides
La diplomacia se define como un área de las ciencias políticas que trata de las buenas formas en las relaciones entre los países. Se dice que alguien es diplomático cuando es hábil y sutil en el trato con otras personas. Nada que ver con la forma agresiva, chantajista y matoneadora con la que Donald Trump ha manejado la política internacional de Estados Unidos en estas pocas semanas de su segundo gobierno.
Y lo peor es que parece que este método le está dando resultado.
“El que tiene plata marranea” y eso lo sabe de sobra el mandatario gringo quien parece estar actuando más como el avezado negociante que siempre ha sido que como un estadista. Por ello su primer recurso fue recurrir a una diplomacia de aranceles.
México y Canadá, sus vecinos, estaban en la mira desde antes de posesionarse. Las amenazas de imponer tasas del 25% a sus productos hicieron pronto efecto.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, tras conversar con Trump consiguió que la medida se aplazara 30 días, a cambio se comprometió a enviar 100 mil hombres de su fuerza armada a la frontera con el fin de reducir al máximo el tráfico de fentanilo y el paso de inmigrantes. El gobierno canadiense también cedió ante las presiones arancelarias y aseguró que fortalecerá la zona limítrofe.
Colombia también estuvo en riesgo en este juego de tasas e impuestos trasnacionales. Gracias a unas publicaciones contradictorias en X, hechas a las 3 de la mañana, del presidente Petro en el que inicialmente daba la bienvenida a los nacionales deportados y pocos minutos después rechazaba los vuelos debido a las condiciones indignas en que eran transportados. La respuesta desde el norte no se hizo esperar: 25% de impuesto en el comercio entre los dos países, un golpe difícil de asimilar para nuestra economía.
Ante esta situación no hubo más que ceder. En rápidas conversaciones en las que inexplicablemente no participó el jefe de Estado, Colombia aceptó todas las condiciones gringas, recibió y seguirá recibiendo deportados y de paso se convirtió en un ejemplo internacional para otros países de que el actual gobierno norteamericano no está para juegos y que castigará económicamente, o de cualquier otra forma, a quien ose contradecir sus intereses.
Con Trump Estados Unidos quiere recuperar su influencia en América Latina, región que por años fue su patio trasero. Con el fin de volver a ser el “chacho” del barrio, Marco Rubio, Secretario de Estado, emprendió una rápida gira en la que logró que Panamá se echará por atrás en convenios adelantados con la China y en el Salvador consiguió que el gobierno de Bukele aceptara recibir en sus famosas cárceles de alta seguridad a criminales estadounidenses o de otros países, incluyendo a migrantes que hayan cometido delitos. Así se posiciona y consolida su poder en la zona.
Otra medida que tiene en aprietos a varios países del Sur Global es la decisión de suspender por 90 días la ayuda humanitaria internacional que brindaba a través de USAID, agencia que tiene una importante presencia en Colombia. A pesar de que nuestro mandatario desestimó este apoyo en el sui generis consejo ministerial televisado, los aportes recibidos solo en este Gobierno ascienden a la suma de $1.727 millones de dólares. Se calcula que en promedio ingresaban 16 millones de dólares cada mes para financiar programas de todo tipo.
Según lo ha dicho el gobierno norteamericano solamente se mantendrá el giro de recursos a aquellos programas que hagan a Estados Unidos más seguro, más fuerte y más próspero, por lo que existe el riesgo latente de que muchos de los que funcionan en nuestro país queden en el aire.
Programas tan diversos como la Justicia Transicional, el componente étnico del proceso de paz, proyectos de comunicación, organizaciones étnicas, campesinas, centros de pensamiento, grupos LGBTI, seguridad en las fronteras, lucha contra el narcotráfico, entre otros, podrían desaparecer, sin que exista otra fuente de financiación a la vista.
Otra forma en que aprovechándose del factor económico, Trump tiene la sartén por el mango.
Habrá que esperar los efectos de esta agresiva forma de diplomacia en la geopolítica global, su propuesta más reciente es intervenir en la franja de Gaza y convertir la conflictiva zona en un balneario mediterráneo, idea que solo apoya Israel, sin que eso parezca importar en un contexto en donde al parecer imperará la ley del más fuerte.