Hace unos meses decidí invitar a tres compañeros del trabajo en Bogotá y a un amigo de Boyacá a conocer Nariño. Después de meses de planeación, aterrizamos, y para mí fue más que grato mostrar la grandeza de nuestra tierra andina, pacífica y ancestral.
Como buen anfitrión, quise mostrarles lo máximo posible en los pocos días que estuvimos, y creo que al final logré dar a conocer lo mejor de cada sitio que visitamos. Lo que más me llama la atención es cómo al turista le sorprende la amabilidad del nariñense; se asombran de nuestra cultura, tan acogedora, variada y tradicional.
De manera personal, y también a modo de análisis, debo mencionar a Las Lajas y a Tumaco, ya que en mis 31 años de edad es la primera vez que veo tantos turistas en ambos destinos; literalmente estaban a reventar, no cabía un alma, y eso realmente me llena de felicidad.
Siempre he dicho que tenemos mucho que mostrar. El turismo debe ser esa gran apuesta regional que nos una en medio de las diferencias; como dijo mi amigo de Boyacá: “Nariño es una tierra con potencial”.
Ahora bien, el turista trae consigo demandas que debemos atender: mejorar la atención al cliente, fortalecer los emprendimientos turísticos, crear y consolidar narrativas, y hacer inversiones en infraestructura para que el visitante se sienta cómodo y se convierta en un promotor cuando regrese a su región.
En el Santuario de Las Lajas, por ejemplo, todo marcha de maravilla desde que catalogaron a nuestra iglesia como la más linda del mundo. Ahora existe un nuevo y hermoso restaurante que atrae aún más clientes; el museo sigue siendo un gran atractivo, y la iluminación ha consolidado un público curioso que no solo visita a la Virgencita y se va, sino que además espera a que anochezca para tomarse fotos y posar. También vi con buenos ojos las nuevas barandas, que permiten un mejor flujo de las personas que llegan, y de las que se van.
Sin embargo, la gran falencia de nuestro Santuario sigue siendo el parqueo. La infraestructura no es suficiente y buscar un sitio para dejar el carro se convierte en una odisea, que puede llegar a ser hasta agresiva y requiere mucha paciencia. También es necesario pensar en las personas con discapacidad, ya que el teleférico no es suficiente, dado que desde la plazoleta superior hasta la iglesia existen muchas barreras para el devoto que acuden a la Virgen buscando una sanación espiritual. Finalmente, incluiría guías capacitados que expliquen al turista el porqué de las cosas, que realicen un recorrido guiado desde la estatua de San Miguel, pasando por las placas más representativas o curiosas, narrando la historia de los ángeles aguateros, y culminando en las estatuas de María Mueses o del Ciego Rivera.
En cuanto a Tumaco, hay muchas cosas que resaltar. Es notoria su transformación en infraestructura física: su nuevo malecón es sencillamente espectacular, ha permitido que el turismo salga del Morro y conecte con las demás islas. También hay nuevos parques y calles con andenes amplios y adoquines modernos, herencia de la administración de la alcaldesa María Emilsen Angulo. Asimismo, destaco la limpieza de las playas y la variedad de deportes acuáticos que van más allá del clásico “banano” o el “gusanito”, con opciones como kayak y motos acuáticas a precios realmente accesibles.
A modo de recomendación, mejoraría la infraestructura de las casetas que albergan la mejor gastronomía del mundo, la del Pacífico. También es importante darle continuidad al malecón, extendiendo su alcance a los andenes y calles de la Playa del Morro. No sé qué tan loco suene, pero yo buscaría reconstruir el arco, que ya no sería natural, pero que realmente era un gran símbolo de la Perla del Pacífico y que la gente aún busca con ilusión y lamenta fuertemente su pérdida. Finalmente, mejoraría la señalización de la vía, ya que viajar después de las 4:00 p.m. es bastante tedioso debido a la oscuridad y la neblina.
En fin, mis amigos bogotanos y el de Boyacá se fueron felices. Sus sonrisas de satisfacción al visitar cada rincón llenaban mi corazón de orgullo, pues con ello comprobé, una vez más, lo que siempre hemos sabido: que tenemos el oro en nuestras manos, que tenemos potencial, que tenemos mucho por mostrar. Trabajemos todos de la mano para lograr que Nariño sea ese nuevo destino obligado para el resto del país.
Que no solo sean tres rolos y un man de Boyacá, que sean muchos colombianos y extranjeros más, disfrutando de la grandeza de nuestro mar y viendo con sus propios ojos por qué no se nace en vano al pie de un volcán.
Autor: Jesús Armando Eraso Yela
Perfil: Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales, especialista en Finanzas Públicas, egresado de la Maestría en Desarrollo Económico y Diputado del Departamento de Nariño en el periodo 2020-2023
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