Autores Nariñenses “Cine en Nariño: 100 años, una aventura por recorrer”, de Manuel Guillermo Zarama Rincón

En 96 páginas Zarama Rincón hace un recorrido histórico sobre el cine en Ipiales, La Unión y Pasto, aparece la añoranza de lo perdido-ido, aquellos teatros que fueron escenario de nuestra niñez y juventud, y que hoy son espacios de otras alabanzas, quizá más metafísicas y menos artísticas, ya que como ha pasado en muchos lugares de Colombia, hoy los teatros son centros de cultos cristianos, otros lugares de comercio de la fe. Se evoca los espacios mismos, las taquillas y las silleterías rojas, las confiterías en donde se podía inclusive llevar mecato de afuera, no existía entonces la paranoia profiláctica ni los precios exorbitantes por unos canguiles -palomitas de maíz, maicenas, rosas o crispetas-, un bombombum y una gaseosa. Incluso se podía fumar y hasta recuerdo que muchos ingresaban sus aguardientes y sus cervezas para amenizar la función. Y al finalizar la película, como un homenaje a los actores y directores, se aplaudía si el público a bien lo tenía, o se chiflaba cuando la película presentaba cortes para el cambio de las cintas. En fin, un trabajo que esperamos sea el inicio de un estudio sobre el Cine en el departamento de Nariño en su integridad, auguramos lo mejor para esta investigación que ha tenido a bien emprender Manuel Guillermo Zarama Rincón, ya que este libro se constituye en referente obligado para la historia del cine nacional.

El proyecto de investigación cubre tres ciudades: Ipiales, La Unión y Pasto, en un periodo que va de 1917 a 2018. Si entendemos al cine como parte importante de la modernidad, debemos reconocer que a nuestro territorio nariñense llegó relativamente tarde, un hecho más que reafirma el precepto de la modernidad postergada del filósofo Rubén Jaramillo Vélez, replicada desde luego a los territorios,  toda vez que el cine apareció en 1895, a Colombia llegó en 1897 y a Nariño en 1917, es decir dos décadas después de haberse proyectado los primeros filmes en la Costa Caribe colombiana y en la capital de la república.

Posiblemente fue en 1917 cuando un aventurero de otras tierras llegó a Pasto con el fin de presentar una cinta jocosa, según testimonio del maestro ipialeño Carlos Tupaz (1918-1982), quien además dejó para la posteridad un hermoso cuadro que recuerda dicho acontecimiento, tal y como bien lo recoge el autor de libro, haciendo remembranza de nombres y de lugares que permiten ir comprendiendo el engranaje heredado de los hermanos Lumière en el Sur de Colombia, En Pasto: Compañía Martínez Mosquera; Cine Colombia (1923); Rafael Villota Chaves, creador del célebre Teatro Imperial (1922); Teatro Javeriano (1925); Teatro Ariel (1942); Teatro Metropolitano (1953); Teatro Puertas (1943); Teatro Alcázar (1942); Teatro Colombia (1950); Teatro Pasto (1962); Teatro Gualcalá (1962).

En La Unión: Cine Lux, luego López y posteriormente Luz, en los años 50, y de más reciente factura el Cinema Iris.

En Ipiales: El Teatro Vela, fundado en los años 40, luego se llamaría Cine Colombia y finalmente Cine Central. Cabe recordar que este fue el que visitamos de niños, ahí se proyectaban películas gringas y mexicanas, principalmente, además de ser un escenario que se alquilaba para eventos públicos y campañas políticas. Ahí vimos El rey Pelé, La de la mochila azul y Tiburón, entre otras. Posteriormente se proyectaban películas para adultos. Finalmente, la máquina fue comprada por un ipialeño que montó en Bogotá un autocine, ubicado en la autopista norte, sin que se sepa la ubicación actual de dicho proyector. Teatro Bolívar, de la Sociedad El Carácter, fundada en 1913 y con sede propia a inicios de los años 30, inicialmente se montaron las obras de teatro de algunos de sus fundadores, particularmente de Félix María Morillo, entre otras El hijo del criminal y El relicario de una madre, así como los recitales del poeta Florentino Bustos, aunque este espacio existe en la actualidad, hace más de 40 años que no se proyectan películas. Teatro El Cid, fundado por Alonso Villacis en 1964, una construcción que mezcla el art déco con las improvisaciones de los constructores locales. Ahí se proyectaban películas mexicanas principalmente, y de niños hacíamos nuestras pilatunas colándonos para ver películas como Chile picante, de elevado color, por no decir que casi pornográfica.

En la segunda parte, el autor hace una síntesis de los nariñenses que han trabajado en el séptimo arte: Ricardo Coral Dorado, Juan Pablo Ortiz, Ramiro Fierro, Esteban Muñoz Bolaños, Víctor Manuel Hernández Coral, Alberto Moncayo Córdoba, Juan Carlos Melo Guevara, Juan Esteban Cabrera Estupiñán, Julio César Goyes Narváez, entre otros. Y finalmente se evoca algunos largometrajes realizados en Nariño, como el fallido Chambú (1962), Pasajera (1994), Al son de mi gente (1995), El Pacto (2003), La Sirga (2012), Jardín de Amapolas (2012), Desobediencia (2018), entre otros.

Como unos sencillos aportes al tema, anotamos algunos puntos que hemos encontrado en nuestras diferentes investigaciones referentes al cine en el departamento de Nariño. En cuanto al cine en Ipiales, en nuestro archivo personal encontramos las palabras que el poeta Florentino Bustos dirigió en la inauguración de unos nuevos micrófonos del Teatro Vela, las cuales hablan de las circunstancias de entonces:

“Señoras, caballeros, amables radioescuchas: debo a la gentileza de mi excelente amigo don Alejandro Bravo N., el placer de ocupar esta noche los nuevos micrófonos del Teatro Vela, que en un no lejano día pasaran a ser de nuestro Hospital de Caridad, gracias a la generosidad y bondad de ese gran filántropo que se llamó en el mundo de los vivos don Julios César Vela, sé por el señor síndico del Hospital de Ipiales, don Roberto Sarasty M., que los equipos de cine que tenía el teatro Vela fueron entregados a las reverendas Madres de la Caridad, residentes en esta ciudad, casi en perfecto estado de conservación y que con algunas reparaciones puede vendérselo en unos cuatro mil pesos más o menos. Dineros que serán invertidos para las apremiantes necesidades del Hospital de San Vicente de Paul.

Los señores, doctor Ricardo Vela Vela y don Juan Rojas no han escatimado gastos de ninguna clase a fin de dotar al Teatro Vela de un buen equipo cinematográfico para honra de la ciudad fronteriza. Los aportes patrióticos de los señores Vela y Rojas son plausibles a todo punto de vista; es evidente y como es natural de un empresario que las nobles finalidades también persiguen un fin comercial, ya que el capital invertido en los equipos cinematográficos son 22 mil pesos. Con todo, debemos al entusiasmo y desprendimiento del doctor Ricardo Vela y de don Juan rojas, quienes anhelosos de que Ipiales, tierra amante y fervorosa de los grandes espectáculos que ha sobresalido en todo tiempo, quieren ellos que en el Teatro Vela, la ciudadanía en general tenga momentos de solaz y de esparcimientos espirituales, admirando películas de las mejores que se exhiben en Colombia, en América ye el orbe civilizado.

El cine es una gran escuela, en la cual se aprenden muchas cosas, por eso en varios establecimientos del país se han instituido teatros, los cuales han dado enormes resultados, sobre todo en lo que se refiere a la enseñanza de la geografía. Para Contrarrestar a la errada creencia de algunas personas, que el cine corrompe; las autoridades civiles y eclesiásticas son las llamadas a velar por sus asociados de los pueblos, nombrando juntas de censura, para que en los teatros sólo se exhiban películas ceñidas a la moral y a las buenas costumbres; para conseguir esa altruista finalidad tenemos obras de escritores de América, de España y del mundo que son los orgullos de sus países, como el Bravo don Quijote, que en sus vastos dominios del espíritu no se ocultará jamás el sol.

Mis anhelos son que los habitantes de Ipiales y de otras partes se den cita en el Teatro Vela, para corresponder a los ingentes gastos hechos por los señores Vela y Rojas, que éstos cosechen muchos laureles y dineros, que pronto Ipiales se vea dotado de un teatro amplio, de acuerdo a las aspiraciones de los ipialitas, que ven a su tierra, en un porvenir cercano, que no sólo será una ciudad grande, sino una gran ciudad, en las sublimaciones de la psiquis y con las noblezas del corazón”.

Estamos seguros de que este libro que reseñamos despertará el interés por auscultar la historia del cine en nuestro departamento, de ahí que recogemos algunos aspectos sobre el cine en la costa pacífica nariñense. En Barbacoas, uno de los puertos fluviales auríferos más importantes de Colombia durante toda su historia, lugar de asiento de capitales que enriquecieron a las élites de Popayán y Pasto, y ahora a un grueso de foráneos principalmente paisas, y por ende ciudad donde dada su ubicación era paso obligado entre la costa pacífica y la sierra nariñenses, al igual que Honda en Cundinamarca, por el Telembí llegaron la imprenta, los libros, los pianos y gran parte de la cultura occidental a la sierra, de tal manera que no es improbable que haya sido la primera ciudad en Nariño donde llegó el cinematógrafo, dada también la hermandad ancestral existente entre la costa nariñense y Panamá, escenario primario de recepción de la novedad mundial de entonces. Al respecto, el escritor e investigador barbacoano, Félix Domingo Cabezas Prado, en entrevista personal para este escrito, afirma:

Mi padre, Jorge Isaac Cabezas Cortés, me conversaba que en la década de 1940 había dos teatros en Barbacoas, uno en Mongón, de la Compañía Minera de Nariño y otro en Barbacoas, llamado Teatro Municipal. Yo conocí y vi mucho cine en el Teatro Municipal que quedaba en el segundo piso de la nueva Alcaldía y de la galería de Barbacoas. Este teatro se quemó. Además de estos teatros, disfrutábamos en ciertas temporadas del teatro callejero.”

Guillermo Zarama anota que Arsenio Corella Vela, fundador del Teatro Metropolitano de Pasto, había fundado anteriormente el Teatro Telembí en Barbacoas, lo que refuerza nuestra tesis de una presencia temprana del cine en este puerto aurífero nariñense. Como he mencionado, quizá auscultando los archivos del puerto sobre el Telembí o recogiendo la memoria oral, pueda establecerse la llegada del cine a esta importante ciudad colombiana.

Por otra parte, también a Tumaco llegó el cine, era una novedad de la cual se leía en los diarios o llegaba en boca de los marineros que recorrían el mundo y bajaban al puerto nariñense, de tal manera que esa gran puerta del Pacífico le permitió al territorio conocer de primera mano lo que estaba pasando en otras ciudades del orbe. El escritor e investigador tumaqueño, Álvaro León Benítez Acevedo, también en entrevista para este escrito, afirma:

“En 1947 había el teatro Lux que era de los Escrucería, situado en la calle Sucre. El 10 de octubre se estrenaba una película llamada Casa de muñecas – película argentina, dirigida por Ernesto Arancibia, 1943-, cuando se estaba proyectando, a las 7:30 pm, hubo un corto circuito, lo cual ocasionó el incendio más voraz que haya sucedido en el puerto nariñense, destruyendo prácticamente todo Tumaco, sumado a esto que no había ni agua ni bomberos. Posteriormente, unos diez años después, existió el teatro Olimpo, propiedad de Guillermo Cantín; después construyeron el Teatro Municipal, el cual quedaba cerca al Puente El Progreso. Hubo también un teatro del señor Euclides Vallejo, llamado Teatro Bolívar. Había un estudiante del colegio Max Seidel, Sócrates Guerrero, alumno de mi papá, que iba a la casa con su View Master y así nos entretenía, era la forma de ganarse la vida del joven” – no sobra recordar que el View Master fue inventado por William Gruber en Oregón, EE.UU, tendiendo un éxito rotundo en la Feria Mundial de NY en 1939, para posteriormente ser utilizado con fines pedagógicos por los militares estadounidenses y luego pasar a la industria de entretención del emporio Disney-.

Periódico El Tiempo, “Incendio en Tumaco”, noviembre 13 de 1947.

En cuanto al cine en Pasto, en 1926 existía el cine a domicilio y se habla ya de un empresario del cine infantil, se trata del Sr. Gonzalo Rodríguez, “por ver 15 lindísimas películas, $2,00 oro; por cada película más, extra, $0,10 oro”, lo cual deja a nuestra imaginación el montaje y las cintas que se exhibían para el público infantil, ¿quizá Fantasmagorie de 1908, Gertie the Dinosaur de 1914, Felix el Gato de 1920 o ‘Alice’s Wonderland’ de 1920, una antesala de lo que sería Walt Disney, que empezó a consagrarse en 1928 con Steamboat Willie? O simplemente se trataba de algunos cortos con sentido pedagógico que circulaban ya para entonces.

Revista Azul, dir. Carlos César Puyana, No. 5, Pasto 1925.

De igual manera encontramos que el Teatro Imperial, además de presentar funciones de cine y obras dramáticas, también tuvo hotel, tal y como se lee en un anuncio de 1926: “Cuenta con buenas decoraciones, cuartos de arrendamiento, buena luz, inodoros y baños de agua caliente y fría, todo a precios sumamente bajos. Está a la disposición del público el nuevo servicio del hotel, donde será atendido inmediatamente”.

Colombia, revista mensual ilustrada, Pasto, mayo 9 de 1926, Serie I, No. 7, Dir. Efraín Eraso Hidalgo.

Y en cuanto al Teatro Javeriano, se anota que desde 1938, los domingos a las 2:30 de la tarde los estudiantes tenían función de “cine parlante”, tal y como se anuncia en la revista del mismo colegio.

Pese a todo lo dicho, existió un sentimiento de quietismo dentro de la misma ciudad de Pasto, quien firma con el seudónimo de Juan de Pasto, testificaba en 1940: «La carretera, el cine, el automóvil y el radio, no logran libertar a Pasto de su quietismo arquitectural” (Pasto y su revolución arquitectónica, Pasto, No. 1, año 1, 1940. p. 4), quizá la añoranza de esa modernidad postergada que se sintió en toda Colombia.

Zarama Rincón, Manuel Guillermo (2019). Cine en Nariño 100 años: una aventura por recorrer. Pasto: Graficolor.

  J.Mauricio Chaves-Bustos.

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