El reciente triunfo del banquero derechista Guillermo Lasso en Ecuador, indica el desespero del neoliberalismo latinoamericano por detener el inconformismo expresado en gobiernos progresistas, como ocurrió en Bolivia, y un campanazo de alerta a Colombia para no repetir la historia.
Ecuador es, hoy por hoy, un país que viene pasando por una honda crisis económica y social por políticas erradas impulsadas por el gobierno de Lenin Moreno, que generó grandes beneficios para los banqueros en detrimento de amplios sectores de la sociedad ecuatoriana. Esta situación se ve reflejada en el 51.1 por ciento dela informalidad del país. A ello se suma la mala gestión de la pandemia: el mundo conoció como la gente se moría en las calles por falta de atención hospitalaria y, también, la ineficiencia en la vacunación.
Es nuestro deseo que la nación vecina mejore su situación económica y se avance en la vacunación. Eso nos conviene a todos. Si le va bien al ecuador, seguramente se verá reflejado en algunos aspectos hacia nuestro país. Pero la complejidad de la política nos indica que habrá continuismo en el modelo económico imperante.
Uno de los primeros pronunciamientos del nuevo presidente del Ecuador estuvo dirigido a saludar al expresidente Uribe y a anunciar que hará un gobierno como lo trazo Uribe en Colombia. Eso quiere decir que habrá nexos estrechos con el FMI que permitan renegociar la deuda para hacer lo que hacen todas las entidades financieras: mantener un crédito prolongado con el objeto de percibir el pago de intereses y unos posibles empréstitos, como de manera fracasada lo intentó Moreno cuando la comunidad nacional amenazó sacarlo del poder si no reversaba sus políticas antipopulares.
Lasso es un neoliberal muy ligado con los EE. UU. Teniendo en cuenta lo que representa la política neoliberal, es de esperarse que se venga una oleada de privatizaciones de las empresas estatales, la privatización de los servicios de salud, la posible eliminación de los subsidios a los combustibles y una nueva reforma tributaria que, sin posesionarse aún, el Presidente entrante ya la anunció.
Y entonces, la gente se preguntará ¿por qué eligieron un presidente que les quitará los beneficios sociales y por el contrario no eligieron una política social? La respuesta es que las elecciones en Ecuador también imperó el miedo, el odio y la censura; hubo una inversión económica de parte del sector bancario y la gran empresa para financiar la campaña del señor Lasso.
De igual manera, contó con el beneplácito del gobierno de Joe Biden en los EE. UU., y, por supuesto, con la ayuda económica. Biden tenía que ir a la fija luego de las experiencias que se han dado en otros países, en los cuales la política alcabalera ha hecho cerrar las filas en favor de auténticas opciones populares.
Se debe tener en cuenta que el Ecuador tiene mayoritariamente población indígena, quienes enfrentaron una crisis muy fuerte con la eliminación de los subsidios a los combustibles en el 2019, que luego fue reversado por Moreno. No obstante, el excandidato Yaku Pérez llamó, en segunda vuelta, a anular el voto, dando un resultado bastante significativo del 16 por ciento de la votación total.
Otra cosa es que Yaku ya había trabajado políticamente con el banquero, por lo tanto la anulación del voto solo beneficiaba a Lasso, algo muy similar a lo ocurrido en Colombia con Fajardo que prefería irse a mirar ballenas, o Jorge Robledo que invitó a votar en blanco cuando se necesitaba definir entre el neoliberalismo o una política social.
Para no repetir esta historia se tiene que gestar la unidad del progresismo en Colombia, toda la dirigencia popular se debe unificar en torno a revertir este legado alcabalero de más de 200 años. Tampoco nos viene bien el caudillismo, pero quien se aparta de la unidad popular es porque quiere figurar de manera individual bajo intereses que no benefician a las grandes mayorías.
El nuevo presidente de Ecuador, con sus declaraciones de seguir el camino del expresidente Uribe de Colombia, su perfil de banquero financista, su conservadurismo, su discurso del castrochavismo, como lo han hecho desde Uribe hasta Trum, señala una política que no es más que un neoliberalismo craso con altas probabilidades de incrementar la pobreza, el desempleo y la privatización de servicios esenciales.
Espero que nos equivoquemos, pero lo que vemos en Lasso es a un nuevo alfil del neoliberalismo que llega a ponerse al servicio de los Estados Unidos y de los organismos financieros multilaterales, como el FMI, BID o el Banco Mundial.
Un factor que contribuiría a establecer los contrapesos serían las mayorías correistas en la Asamblea Nacional (claro si se mantienen leales a sus principios). El expresidente Correa dijo que en ningún momento la bancada correista se va a convertir en una piedra en el zapado, sino, por el contrario, apoyaran por principios en los proyectos que le sirvan a la sociedad.