
El emotivo regreso a su tierra natal le significó al maestro una sensación múltiple de recuerdos, encuentros y evocaciones de todo tipo.
Con sensaciones similares a las de los padres que esperan ansiosos el debut de su hijo en un torneo deportivo, a su primera presentación artística en público, en fin, así se respiraba afuera del Teatro Imperial, mientras abrían las puertas para dar paso a una noche excepcional.
Familiares cercanos, parientes lejanos y amigos de todas las épocas llegaron desde una hora antes de que se diera paso por fin al escenario y dejar el frío de la noche, que en esta oportunidad no intimidó a nadie, pues todos querían estar presentes en este evento.
En la cola, que poco a poco se fue estirando, en la medida en que aún pasadas las 7 de la noche todavía la gente estaba afuera del Imperial, no faltaban los comentarios, las evocaciones y los suspiros de nostalgia, algo que no iba a cambiar en las siguientes horas.
La presentación de Luis Noro Bastidas fue un tributo a la música del mundo. Fue una carga de nostalgia.
El regreso triunfal del Maestro
Luis Noro Bastidas volvió grande a tocar entre los suyos. Acompañado dos músicos de gran trayectoria y de una cantante espectacular, que interpretó temas en cuatro idiomas y sintió la calidez de los asistentes, como si fuera propia.
Con un repertorio que abarcó temas del mundo entero, el maestro Noro justificó la espera con un sentimiento que se encargó de inundar de nostalgia toda la sala. Los asistentes, muchos contemporáneos del artista, pero también jóvenes, amantes o gustosos del jazz y de la música en general, que querían corroborar todo lo que habían escuchado sobre la trayectoria de este gran artista nariñense, era cierto. Y así sucedió.
Durante una hora y media todos vibraron, aplaudieron y se sintieron como en un encuentro familiar, de esos que se dan cuando los hijos se han marchado lejos, pero un día regresan. No hubo un momento en que se respirara esa sensación de que los viejos tiempos vividos, por todos, fueron buenos, enriquecieron, el alma y el espíritu y produjeron mucha sensibilidad y nobleza entre los habitantes de este pequeño pedazo del mundo.
Noro Bastidas encantó como todos esperaban que lo hiciera y demostró que a sus 81 años está más entero, lúcido y pleno que nunca; que sus manos virtuosas siguen deslizándose sobre el teclado del piano con el mismo virtuosismo de sus mejores años.
El ventarrón frío y fresco que entró al imperial cuando se abrieron de nuevo las puertas, despertó a los asistentes y también a Noro y a su grupo de un delicioso sueño. El sueño de la nostalgia.
«Noro tiene que seguir viniendo a Pasto», fue el comentario generalizado de todos los que, dibujada una sonrisa en sus rostro, se fueron para sus casa tarareando algunos de los temas que escucharon en la siempre mágica tarima del Teatro Imperial.