Pintor nariñense, Javier Ortiz O’Byron, es El Personaje 10.

El sábado 3 de abril de 2022, al mediodía, en el Hospital San Pedro de la ciudad de Pasto falleció el maestro Javier Ortiz Benavides, más conocido en el medio artístico como Javier Ortiz O’Byron. Este 31 de octubre cumpliría sus 54 años de existencia. Oriundo de Sandoná, Nariño, y dueño de un estilo original y fresco.
Las obras de Javier participaron en Bélgica, España y Francia, obteniendo reconocimiento y gran valoración. En Colombia su arte hizo presencia en galerías de Cali, Pasto, Bogotá y Calí. Pocos días antes de su repentina muerte, su creatividad fue ovacionada y admirada en la vecina población de El Tambo.
Nada hacia presagiar que su muerte estaba próxima, únicamente observando en detalle sus diferentes cuadros se puede percibir entre el matiz claro oscuro de sus rojos,verdes y amarillos, esa sensación de habitar otros mundos o de no estar presente en esta dimensión. Las sombras dibujan permanentemente caminos distantes que se pierden entre brumas para nuevamente surgir y emerger de tenues trazados.
Javier expresa en cada una de sus pinceladas esa angustia de presagiar mundos distantes que se ocultan a las miradas de quienes persiguen abrazar su propio destino, sin alcanzarlo. Deja entrever presencias que se confunden y mezclan en pensamientos irreales y lejanos.
Sus colores son al mismo tiempo luz y sombra, claridad y oscuridad, presencia y ausencia. El mundo surrealista y el abstracto definieron su estilo único y personal.
Su partida dejó un profundo sentimiento de dolor entre sus familiares, amigos y admiradores de su obra. Muchos mensajes quedaron plasmados en las diferentes redes sociales como testimonio del gran afecto y aprecio que su presencia generaba.
La tenue Luz de sus sombras iluminadas fue, quizá, esa temprana despedida que anunció entre incógnitas e incomprensiones. En sus manos el Sol se dibuja con colores bañados en ríos de plata y bronce mientras el cauce de las olas tiñe su palpitar de sangre y olvido.
Pocos artistas como Javier Ortiz O’Byron penetraron esa conciencia colectiva para tocar las fibras más íntimas del ser. Una mirada a sus cuadros se constituye en una verdadera perturbación a los sentidos estéticos y emocionales. Arrastra a una especie de estado catatónico en el cual el alma y el intelecto se disputan el derecho a prevalecer. Una lucha continua y permanente en la cual la victoria de uno de los contendores se presenta como su propia derrota ante el abismo de una mirada reflejada en un espejo de bronce y luz.
La muerte temprana de Javier es, al mismo tiempo, el anuncio de su nacimiento, de su encuentro con la luz, de un legado misterioso que empieza a ser comprendido y valorado. Él mismo fue una de sus propias pinceladas, un rayo que alumbró los anocheceres del alma para encender la tea incendiaria del ser.

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