A precio de oro

¿Qué pasa si el oro de acaba? No es una pregunta casual de cafetería. Es lo que va a pasar, según los expertos, a partir de 2050. Es decir, a la vuelta de la esquina. El oro, que es el metal precioso por excelencia y el material sobre el que se sustentan las economías del mundo, ya no se podrá explotar porque no habrá más.

Pero antes veamos para que sirve el oro. Lógicamente se utiliza en joyería donde destaca por su altísima resistencia a la corrosión. Pero también en la electrónica. Nuestros teléfonos celulares, por ejemplo, utilizan partículas de oro en diferentes componentes, así como finos hilos de oro se usan en los conductores de energía. Luego está la acuñación de monedas donde se lo usa en aleación con plata o cobre.

De allí en adelante hay usos diversos que van desde la odontología hasta la medicina (tratamientos de cáncer), y desde la aeronáutica hasta el sector financiero, donde reside la principal preocupación de su agotamiento. Históricamente lo sabemos. El oro representa la riqueza y así ha sido por siglos, y el patrón oro fue durante muchos años el respaldo físico del papel moneda de un país. El valor que se estableció para el dólar o el peso tuvo un respaldo en oro. Así funcionó el mundo en los últimos siglos. Recordemos el tema de los lingotes como reserva de los bancos centrales como el Banco de la República.

Dicho esto, según un artículo de la revista Trends in Ecology and Evolution, el agotamiento del oro es irreversible, y recogiendo un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, el oro, igual que el 70% de los elementos de la tabla periódica que se necesitan para construir el mundo ya no se encuentran en la biomasa. El análisis es sencillo: el ritmo de extracción de estos materiales es cada vez más alto porque las sociedades los necesitan.

El mundo ya no depende de los elementos naturales como la madera y la piedra. Necesita de los llamados minerales raros y escasos, y esa necesidad hará que en breve tiempo más del 80% de los elementos que sirven para hacer cosas provengan de fuentes no biológicas. El problema es que el ritmo de crecimiento y necesidad es más alto que el que puede proporcionar la tierra. Así que en 2050, calculan, uno de estos elementos, el oro, ya no se pueda extraer porque no habrá más.

No es de extrañar, entonces, que el oro haya alcanzado máximos históricos en su cotización en los últimos años (2.000 dólares por onza). Y el precio del oro sube en la medida en que escasea. La producción minera cada descendiendo cada año. Según el World Gold Council, ente que agrupa a las compañías extractoras del oro en el mundo, disminuye la extracción y se agotan las reservas existentes. Está en una trayectoria descendente. El Servicio Geológico de Estados Unidos advierte que queda alrededor del 20% por explotar.

Volviendo al artículo de la revista especializada, El uso imparable de los elementos de la tabla periódica supone un consumo creciente de energía y de las emisiones de CO2 asociadas. O sea que esto también influye en el cambio climático, y que su escasez supone, como siempre, una amenaza a su disponibilidad, especialmente en los países más pobres, dificultando, además, la producción de los países ricos.

¿Qué pasará entonces? Primero, habrá que encontrar un sustituto. Segundo, se tendrán que revaluar sus aplicaciones en sistemas vitales como la tecnología. Y tercero ganará terreno el reciclaje porque se necesitarán los aparatos electrónicos viejos para extraer las partículas de oro que contienen. Por eso la comunidad científica pide que se acabe con la llamada obsolescencia programada y propone el desarrollo de nuevas tecnologías que favorezcan un uso más rentable de elementos como el oro.

En fin, que esto también ha desatado una carrera por la extracción y en tiempos de guerra fría como la que vivimos, el tema sale a la luz con frecuencia. Las principales minas de oro están en Sudáfrica. Le siguen Australia, Indonesia, Estados Unidos, Rusia y China. La compañía estadounidense Nevada Gold Mines es la más grande del mundo y el Laboratorio de Investigación del Ejército de Estados Unidos ha empezado a utilizarlo en dispositivos bélicos.

Detrás de todos esos países está República Dominicana, cuya mina de Pueblo Viejo es la principal productora en América Latina. Esta mina pertenece a una firma canadiense, Barrick Gold, y ha tenido que acudir a un proceso de ampliación para llegar a 2050 en buena forma. La extracción minera es muy costosa porque utiliza mucha maquinaria que necesita mucha energía y permanente renovación. Y el asunto es que entre más pequeña la mina, más costosa es la extracción por el uso de esa maquinaria.

Según una clasificación que ha hecho la empresa Kitco a la mina dominicana le siguen las de Paracatú en Brasil, Fruta del Norte en Ecuador, Merian en Suriman y Cerro Negro en Argentina. Algunas de estas, más la de Yanacoha en Perú, pertenecen al gigante minero estadounidense Newmont Mining Corporation.

¿Y qué pasa con Colombia?

Pues que en el país la mina más grande es la de Buriticá, en Antioquia, explotada por la empresa china Zijin Continental Gold. Se calcula que esta mina le proporciona a Colombia ocho toneladas al año. Pero el descuido empresarial y el abandono estatal han propiciado que en esta zona suceda lo mismo que sucedió con las esmeraldas en Muzo Cosquuez y Otanche, en Boyacá en los años 60 y 70: que conviven lo legal con lo ilegal y las pequeñas mafias con los grandes grupos armados. Hasta Buriticá llega la alargada sombra del Clan del Golfo.

Así que dados los síntomas de escasez en un futuro próximo la carrera por la explotación del oro ha traído más violencia que de costumbre. Terrible porque hay un gran desconocimiento de este problema que pudo tener una mejor situación en el pasado.

Hace cien años las principales minas de oro en Colombia estaban en Nariño. Fue un minero antioqueño quien descubrió y explotó las minas en los alrededores de Túquerres, que fueron fuente de fortalecimiento económico para la empresa privada y el Gobierno central. Pero no se siguió por ese camino de la misma forma que esa bonanza no se tradujo en mejoras regionales, como el tendido de una red ferroviaria por ejemplo.

En fin, que a tiempo pasado todo es criticable. Pero sin duda Colombia ha dejado aspectos del negocio aurífero sin cuidado. Colombia hoy por hoy es el séptimo exportador de oro de la región y como dice, una minería formal bien hecha generaría dinamismo a la economía. Ahora con la fecha de 2050 como punto de inflexión, ya poco se puede hacer en este caso y ver alternativas urgentemente.

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