Finalizada la temporada de Semana Santa escuchamos el balance realizado por las autoridades en materia turística, y, la verdad, es desalentador si tenemos en cuenta que esta es una de las mayores oportunidades que mueve la actividad comercial en diferentes órdenes, particularmente cuando el departamento de Nariño es catalogado como uno de los mayores destinos en turismo religioso por su importante patrimonio arquitectónico, pero también por la fe que se despierta entre los creyentes.
Amén del llamado que hicieron las autoridades de no transitar por las vías a diferentes centros de peregrinación por la temporada invernal con sus consecuentes riesgos, nuestro departamento sigue bloqueado por la vía más importante que nos conecta con el país, con todos sus consecuentes significados de los cuales ya se ha gastado suficiente tinta en tantos artículos que se han escrito sobre el tema, y no vale la pena recalcar.
En lo que sí tenemos que enfatizar es en la crisis tan profunda en la que está sometido el departamento de Nariño, en los pocos turistas que se osaron venir a una región marginada, aislada, bloqueada y con tanta problemática social, ambiental y económica. De verdad que los pocos que vinieron a Nariño hicieron un acto de contrición en esta Semana Santa. Incluso, de nuestros vecinos ecuatorianos, fueron muy pocos los que se animaron a venir; fueron muy pocos carros de placa ecuatoriana los que circularon en nuestra ciudad, cuando en otros tiempos llegaban en cantidades.
Y no solo los corrió el invierno, sino que el permanente bombardeo de noticias negativas del departamento corre a cualquiera: la carestía, el desempleo, los bloqueos de las vías y un rosario de problemas que desincentivan su visita. Por eso los reportes de las autoridades son desesperanzadores, por eso los comerciantes se quejan tanto de la falta de afluencia de clientes y los restaurantes y los hoteles con pocos ocupantes.
La situación de Nariño es dramática por donde la vea. En columnas anteriores, hemos hecho unos esbozos importantes sobre las cifras, las pérdidas tan grandes, la carestía y el perjuicio tan descomunal que vive la región. Lo que nos hace falta es más acción frente a la problemática que la vivimos a diario.
Si San Andrés vive una crisis profunda con la caída estrepitosa en el numero de turistas en la Semana Mayor por la suspensión de las operaciones de dos aerolíneas, y el Gobierno Nacional declaró la emergencia económica con la reducción en el cobro del IVA, por qué no lo puede hacer con el departamento de Nariño que es una región con la misma dignidad y el derecho que San Andrés, pero con una problemática ancestral.
Ya es tiempo que nuestros honorables representantes y senadores se fajen los pantalones y hagan valer su investidura. Ya no los queremos para que figuran en los medios de comunicación y las redes sociales diciendo que son los protagonistas de este o este otro hecho, cuando lo que se necesitamos es soluciones a un problema medular como la apertura del departamento de Nariño a Colombia y al mundo. Los congresistas se parecen a veces a las reinas de belleza, que mandan sonrisas fingidas y posan para las cámaras cual youtubers.
Señores, necesitamos hechos. Mientras el departamento se consume en la crisis ustedes tocan la lira de la indiferencia; poco les importa que los nariñenses estemos abismados con los precios de los huevos, los lácteos o la carne. Les recordamos que las campañas electorales ya terminaron, ya no es el tiempo de andar repartiendo abrazos o cargando niños para publicar en las redes sociales. Es el tiempo de despertar. Es el tiempo de hacer valer tan memorable frase que una vez dijera el hoy presidente en campaña: “Que los vientos del sur arrasen toda Colombia”.
Eso es los que pedimos, que esos vientos del sur miren a Nariño que se sumerge en ese mar de ancestral olvido. Es el momento de declarar la emergencia económica, social y ambiental. Señor presidente, en sus visitas a la zona del desastre en el municipio de Rosas, Cauca, dijo unas conmovedoras palabras que las memoricé para siempre. El pueblo de Nariño, del Cauca, el Putumayo y hasta los ecuatorianos registraremos para la historia que el cambio se hizo dejando una honda huella al redimir a las gentes del sur.