El macabro 22 de septiembre de 1811 en Pasto.

 

Cuando Miguel Tacón, gobernador de la Provincia de Popayán, toma la determinación de enviar a Pasto un valioso cargamento de oro, consistente en algo mas de 413 libras del precioso metal con el objeto según parece de sacarlo subrepticiamente vía al mar por Barbacoas, traza para Pasto y su gente un cruel destino que cambiará por completo el sano vivir de su gente, cuando aún no se hablaba de independencia alguna respecto a España y a su monarca Fernando VII.

El cargamento en referencia era producto del recaudo que se había hecho en diversas partes de América del Sur, particularmente de Quito para que sea enviado a España vía Cartagena de Indias, pero la situación planteada en Santafé de Bogotá a raíz de los acontecimientos del 20 de julio de 1810 obliga a Tacón a integrar una “Junta Provisional de Seguridad” similar a las otras que se habían creado en América para defender la soberanía y potetstad de Fernando VII frente al usurpador de la monarquía española el hermano de Bonaparte, don José I, sarcásticamente llamado por los españoles como “Pepe Botellas” por su adición a los licores.

Miguel Tacón cometió un gran error político al no tener en cuenta a la dirigencia vallecaucana cuando integra la Junta, ante lo cual Joaquín de Caicedo y Cuero organiza la de “Ciudades Confederadas del Valle del Cauca” que declaran la guerra a Tacón acusándolo entre otras cosas, además de tener retenidas las barras de oro en referencia, ser su esposa muy allegada a Miguel Godoy, a quien se responsabiliza de la prisión de Fernando VII y el padre de éste, Carlos IV, por parte de Napoleón y la correspondiente invasión francesa a España.

Del valioso cargamento que se encuentra en Pasto, tiene conocimiento Quito, en tal razón se ha prevenido a sus autoridades y se procede a enviar un contingente militar para que sea rescatado a sangre y fuego de donde se lo ubique, motivando a la soldadesca para que avance hacia Pasto diciendo que todo cuanto se logre encontrar de valor se repartirá proporcionalmente entre su integrantes.

Tanto en Quito, con el Conde Ruiz de Castilla como presidente de la Junta de Gobierno, y en Cali don Joaquín de Caicedo y Cuero al frente de las “Ciudades Confederadas del Valle del Cauca”, se defiende la potestad y soberanía de Fernando VII, de acuerdo a los principios monarquistas que rigen a las dos ciudades en referencia. En ninguna de estas dos ciudades, las autoridades que las gobierna hablan de independencia de la corona española menos aún del desconocimiento de la autoridad de Fernando VII, todo por el contrario se ha dicho que están dispuestas a derramar hasta la última gota de su sangre por defenderlo del usurpador José Bonaparte I.

El tesoro en referencia había sido escondido entre las paredes del convento y templo de Santo Domingo, donde hoy se ubica el templo de Cristo Rey en Pasto. Tras el, es que encaminan sus pasos los dos ejércitos. Son algo más de tres mil hombres de Quito y tres mil de Cali, estos últimos han derrotado a Miguel Tacón y se encuentran acantonados en Popayán.

Con Joaquín de Caicedo y Cuero, el cabildo de Pasto busca un entendimiento para aceptar y firmar “unas honrosas y cristianas capitulaciones que no en sostener una guerra para la que nos falta recursos…” según dice la documentación que al respecto se tiene. La situación con Quito era diferente si se tiene en cuenta que habían sido derrotados el 16 de octubre de 1809 en Chapal de Funes, cuando pretendieron invadir a sangre y fuego a Pasto.

Ocho o nueve mil habitantes era para aquel entonces la población total de Pasto. Tres fueron los frentes que se ordenó cubrir en el sector del río Guaitara: el de Funes, el de Tacuaya en Yacuanquer y el de Veracruz en Consacá; respecto al norte los milicianos pastusos se apertrecharon para defenderse en ellas estribaciones del río Juanambú y el Patia. El personal era muy poco para resistir a los dos ejércitos en referencia, como en efecto así lo fue.

En tanto se trataba de dialogar con las tropas de Joaquín de Caicedo y Cuero para llegar a un acuerdo, las quiteñas avanzaban arrasando cuanto encontraban en su camino. “Estas entraron talando, robando, incendiando y destruyendo los bienes de los vecinos” dice el informe que se remite a Benito Pérez en Panamá. Uno a uno de los frentes de resistencia que se tenia ubicados en el Guaitara fueron cayendo en manos de los invasores quiteños hasta ubicarse en las goteras de la ciudad el 21 de septiembre.

Al día siguiente, 22 de septiembre de 1811, las tropas quiteñas, luego de reagrupar todas sus fuerzas, se lanzan con todo el ímpetu que se tiene cuando se está en campaña de conquista frente a una población que como única defensa esgrime las herramientas de trabajo y una que otra arma de fuego o corto punzante. Caracha, Santiago caen dolorosamente, las calles y plazas de la ciudad se llenan de tropa que habidas de encontrar el valioso tesoro de las cuatrocientas y pico de libras de oro, van rompiendo puertas y ventanas, abriéndose espacio a culatazos, con el fusil calado, llenos de rabia, de ira, recordando muchos de ellos su derrota en Chapal de Funes, se adentran en las casas para violentar cuanto encuentran en su camino.

Las mujeres son violadas, los niños sacrificados, no se respeta ancianos, cual mas cual menos es torturado para que diga donde están sus objetos de valor, en especial el motivo de su llegada: las cuatrocientas y algo mas de libras de oro que había traído Miguel Tacón desde Popayán, quien ahora estaba huyendo hacia la costa de Pacifico. “Por las calles solo se veían partidas de soldados arma al brazo, mientras otros buscaban tesoros en el interior de las casas, abriendo las arcas a culetazos e intimidando a os pocos habitantes que habían quedado guardándolas, con las puntas de las bayonetas, o a puñetazos, o patadas para que entregaran lo de algún valor que tenían”. Era una ciudad conquistada a viva fuerza y así se la trataba. Reinaba el hambre por doquier, pues los fugitivos vecinos habían arrastrado consigo cuanto pudieron aprovecharse de bastimentos”, dice con dolor el historiador Sergio Elías Ortiz.

Cuando encuentran el valioso cargamento de oro, los muros del templo y convento de Santo Domingo fueron cayendo para dar paso a la rapacidad de los quiteños, había encontrado el objeto de su misión y proceden a sacarlo rápidamente para dar buena cuenta de él, no en vano el reclutamiento que se había hecho en Quito fue motivado al manifestar que todo cuanto se encuentre en la campaña hacia Pasto sería repartido en partes proporcionales.

La junta quiteña, bajo la presidencia del conde Ruiz de Castilla, expidió una condecoración especial a los coroneles Feliciano Checa y Pedro Montufar “que consistía en un medallón que llevaba gravado el río Guaytara con una torre que simbolice la ciudad de Pasto, e inscripción alrededor que diga: Vencido el Gibraltar Americano”, el 15 de octubre de 1811, la junta expidió una resolución en este sentido, dice el historiador ecuatoriano Luis F. Borja en su libro “Meritos y servicios del Coronel Feliciano Checa”.

Dos días después de tomarse a sangre y fuego a Pasto los quiteños, hizo su entrada Joaquín de Caicedo y Cuero y sus tropas, “halló Caicedo la ciudad-dice el historiador José Manuel Restrepo-como una plaza que hubiera sido ocupada por enemigos a viva fuerza, fugitivos sus habitantes y ocultos en los bosques y retiros….”.

Es esté el panorama de desolación que encontramos en Pasto luego de la violenta arremetida de los quiteños en busca de las 413 libras de oro, aquel 22 de septiembre de 1811, razón por la cual consideramos que esta fecha marca para Pasto y su gente el calvario, el martirio, la desgracia que tendrá que sufrir en adelante ante los permanente ataques de que es objeto por parte de las tropas que solamente a partir del 16 de julio de 1813, podemos llamar republicanas, por cuanto quienes atacaron antes a Pasto no venían por cosa distinta que buscando aun el valioso cargamento que fue encontrado por los quiteños.

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