Por: David Salcedo Castillo
Orgullosamente nariñense.
Antes de ser hincha del Deportivo Pasto fui hincha del Santafé por dos razones. La primera, porque no teníamos un equipo regional en la categoría profesional y, la segunda, porque eso lo aprendí de mi padre, hincha del Santafecito lindo. No obstante, desde que los nariñenses tenemos un equipo profesional que nos representa y visibiliza ante el país, soy orgullosamente hincha del Deportivo Pasto.
Ahora bien, como nariñense e hincha del “Súper Deport” me he venido preguntando: ¿por qué hay nariñenses que no son hinchas del Deportivo Pasto? Esta inquietud acompañada de una enorme tristeza al saber que muchos de mis paisanos y amigos, aún no se identifican ni regional ni culturalmente con nuestro equipo. A respecto, tengo una teoría, la cual, manifiesto con respeto y con temor a equivocarme. A mi parecer, el hecho de que un nariñense sea hincha de equipos paisas, caleños o bogotanos es una manifestación de rechazo a nuestros orígenes, nuestra cultura, nuestra tierra y, claro, un destello de inconformidad con la difícil situación social, económica, política y ambiental por la cual atraviesa nuestro departamento.
¡Cuánto me gustaría ver alguna vez a paisas, rolos o caleños vestir la camiseta del Deportivo Pasto coreando nuestras arengas volcánicas en las calles y estadios de sus ciudades! Eso difícilmente lo vamos a ver, porque contrariamente a lo que sucede en Nariño, nuestros connacionales del interior del país están muy orgullosos de la tierra en la que nacieron, de su cultura y de su gente. Tampoco va a suceder que colombianos de otras regiones salgan a apoyar la lucha por las desigualdades socioeconómicas que afrontamos los nariñenses, tal como se ha evidenciado con la falta de solidaridad del interior del país cada vez que sufrimos deslizamientos, bloqueos, estallidos sociales y paros en la vía Panamericana.
En estos fenómenos de movilización social y hechos ambientales impredecibles, que durante la última década se vienen presentando en promedio cada dieciséis (16) meses afectando profundamente la economía nariñense, no hemos visto manifestaciones de apoyo hacia Nariño en la Plaza de Bolívar en Bogotá, ni en el Parque Lleras de Medellín, mucho menos en la Ermita de Cali. Todo lo contrario, en el interior del país ha reinado la indiferencia y el desdén; los pocos productos de nuestros empresarios nariñenses al igual que los productos agropecuarios de nuestros campesinos que no pueden ser transportados con normalidad a causa de los bloqueos, terminan simplemente siendo reemplazados en los mercados y vitrinas de los centros comerciales y grandes superficies del interior del país por otros productos hechos en Medellín, Cali o Bogotá, o peor aún, provenientes del exterior.
Las consecuencias son mucho peor de lo que se percibe a simple vista desde el interior del país, pues si bien los productos se reemplazan, las pérdidas de los comerciantes y empresarios de Nariño se aumentan y las obligaciones financieras se agudizan, pues, los impuestos, los créditos y las nóminas de empleados, con bloqueo o sin bloqueo se deben pagar. Afortunados quienes hacen empresa en el centro del país y no en la periferia, donde las brechas socioeconómicas son tan marcadas y se amplían con el paso del tiempo y de los gobiernos de turno.
El ciclo de los bloqueos en la Panamericana lo hemos superado solamente los nariñenses gracias a nuestra capacidad de resiliencia. Ya es una lección aprendida que desde el gobierno central no se obtendrán mayores recursos o ayudas suficientes para una solución estructural al abandono centenario; la atención es pasajera en tanto el bloqueo persiste, igualmente las promesas y buenas intenciones del gobierno y sus funcionarios.
Todo lo anterior, solamente para expresar que así como nos falta unirnos alrededor de nuestro Deportivo Pasto, también nos hace falta unirnos como nariñenses. Nos sentaría muy bien empezar a dejar de lado esas dañinas fronteras mentales y regionales entre ipialeños, tumaqueños, guaicosos, pastusos, etc. Ojalá a la hora de acompañar a nuestro Deportivo Pasto nos sintiéramos todos hijos de la misma tierra y, como en los bloqueos, Paros o Mingas Indígenas, nos identificáramos como un mismo pueblo, una sola región que se une para salir adelante en medio de la adversidad. Ese sería el comienzo de una integración regional que le hace mucha falta a Nariño y, que nos ayudaría a enfrentar todos esos diversos problemas sociales y económicos por los que atraviesa nuestro departamento.
Es una verdad manifiesta que cada vez que podemos renegamos ante al gobierno nacional de turno sobre la deuda histórica con Nariño, entre otros motivos porque no tenemos carreteras decentes para “conectarnos” con el interior. Sin embargo, desconocemos la deuda histórica que tenemos con nosotros mismos para “conectarnos” como nariñenses. Esa deuda que se ve reflejada en nuestras fronteras mentales y regionales que no nos ha permitido actuar como un gran pueblo unido y fortalecido. Tal vez, eso sea lo que le convenga a ese interior del país con el cual anhelamos “conectarnos” y que no nos permite manifestar a viva voz: EN NARIÑO, PRIMERO LO NUESTRO.
Con mucho respeto y cariño le escribo este mensaje a todos mis amigos nariñenses, a los de siempre y a los de ahora, desde cualquier lugar de Nariño, un territorio hermoso que tiene entre muchas otras maravillas una ciudad con las nubes verdes y el santuario más lindo del mundo para presentarse como la frontera ante Suramérica; una ciudad volcánica donde conviven el arte, la música y la fantasía convertidos en un carnaval mágico e inigualable, bañado por una laguna rebosada de vida y energía, que, además, es la puerta de entrada a la Amazonia; un puerto junto al mar Pacífico donde la alegría y autenticidad de su gente siempre invitan en medio del susurro de las olas y la marimba de chonta al reencuentro y reconocimiento multicultural. No alcanzarían las palabras ni los adjetivos para describir todas nuestras bellas ciudades y su gente siempre amable, inteligente y hospitalaria, poseedora de un acento único, sonoro, pasivo e inconfundible al hablar; un pueblo de humor exquisito e inigualable, que ante los ojos confundidos del mundo se ríe de sí mismo una y mil veces de su glorias y desdichas, de la victoria y la derrota; un pueblo que tiene un diccionario propio que solamente conocemos y entendemos quienes tenemos el privilegio de haber nacido en esta bella tierra.
En Nariño, primero lo nuestro. En Nariño, primero nuestro Deportivo Pasto.