Gasolina. Parte 1.

En Pasto, un galón de gasolina, antes de los incrementos periódicos de octubre de 2022 costaba $8.032 pesos, y ahora, en mayo de 2023, cuesta $9.916 pesos, casi 2 mil pesos más desde que inició el incremento.

En las principales ciudades del país que no tienen el subsidio a la gasolina de zonas de frontera, un galón cuesta alrededor de $12.000 pesos en este mes y de acuerdo con las decisiones del Gobierno Nacional se espera que el alza llegue a los $16.000 pesos aproximadamente y en Nariño cerca de los $14.000 pesos.

Sí con el cierre de la vía Panamericana en Rosas, Cauca desde enero, los efectos espinosos post pandemia y la inflación más alta del país en los últimos tiempos sentimos una asfixia inminente, son incalculables los perjuicios irremediables que se están originando con el incremento al combustible.

¡Además, se está aderezando aumentarle el precio al ACPM desde el mes de junio!

El Diesel Corriente o Aceite Combustible para Motores (ACPM) es el líquido base de la economía, con su incremento se afectaría el transporte público, de carga y de pasajeros. Toda la economía entraría en un efecto dominó, una pieza tras otra, un incremento tras otro incremento debilitaría el bolsillo de cada familia, de cada sector y de cada gremio. No hay cartera que lo resista, la remesa que antes se compraba con 300 mil pesos ahora valdrá tres o cuatro veces más, la tarifa del bus y del taxi estarán por los cielos.

El problema no es como el Gobierno Nacional lo ha planteado. No es cierto que “los pobres están subsidiando a los que tienen Toyota con el precio de la gasolina”; 11 millones de motociclistas en Colombia son de los estratos 1 y 2, representan el 30% de la gasolina que se consume y los carros de servicio particular son 7 millones, casi todos de clase media. Igual de pobres son las comunidades que generan electricidad a partir de plantas de gasolina o los pescadores que utilizan el combustible para los motores de sus barcos y lanchas.

Es evidente que este artificio es un tiro al blanco a las clases populares del país, las personas que tienen carro o moto no son ricas. Su vehículo es su medio de transporte o su instrumento de trabajo, queda lejos pensar, que, para la generalidad, sean bienes de lujo y no de primera necesidad.

Queda examinar si el problema que nos vendieron, el cuento de subirle a la gasolina representa realmente un problema. El famoso Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles no es sino “un excedente” que subsidia el Gobierno Nacional por el hecho de que ECOPETROL debe vendernos la gasolina a los colombianos y deja de exportarla al mercado internacional cuyos precios son más competitivos.

Pero el problema que si es problema es que el 25% del precio del galón de gasolina corresponde a impuestos que pagamos por distribución, producción, almacenamiento, etc. y el resto concierne a una tarifa que depende de dos variables: el precio que se pagaría la gasolina sí se vendiera en el exterior y la segunda, el precio del dólar. Es absurdo que paguemos por la gasolina a precios internacionales cuando la podemos pagar a precios de Colombia.

La pregunta es: ¿le estamos costeando el deber de cumplimiento de las funciones sociales a ECOPETROL, la empresa estatal de petróleo más grande de Colombia y una de las principales productoras de petróleo y gas en América Latina, fabricante del 70% de combustible a nivel nacional o el Gobierno Nacional, ahora que es gobierno, está recargando la balanza de los intereses que tienen los 11,51% de los accionistas privados que hacen parte de ECOPETROL, especialmente los dueños de los fondos de pensiones y cesantías privados?

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