Por: José Arteaga
(Twitter: @jdjarteaga)
La invasión de Ucrania ha generado, entre muchas cuestiones, una incertidumbre sobre la economía mundial y como va a afectar a nuestro bolsillo. Y esto es irremediable, nuestro bolsillo acabará golpeado de una u otra forma, aunque en algunos aspectos más rápidamente que en otros. El combustible, la energía y el comercio, por ejemplo, serán los primeros indicadores.
El precio del petroleo ya afecta a Europa. Rusia hace diez millones de barriles de petróleo al día, y una gran parte va para sus vecinos. El precio del crudo en los mercados europeos sube cada día de conflicto y en breve subirá en las calles. En España el precio de la gasolina ha alcanzado máximos históricos y la gente consulta todos los días apps donde están las bombas de gasolina más baratas.
El tema de la energía está concentrado sobre todo hoy en el precio del gas, que seguirá el mismo camino que el de la gasolina. Pero mañana lo que se verá afectado es el proceso automotriz. Recordemos que los países occidentales van poco a poco adaptándose a la llegada de los automóviles eléctricos. Ya los autobuses son habituales en varias ciudades, pero toda esta nueva industria depende de las baterías de litio y uno de los mayores productores es Rosatom, empresa oficial rusa de energía nuclear.
Hasta hace poco tiempo una fábrica suya producía un millón de baterías al año. Ahora ha extendido sus tentáculos a Bolivia para explotar depósitos de litio, a Chile para el procesamiento, y a Canadá para fabricación. El litio es el llamado «petróleo blanco» por su potencial automotriz y es sin duda, el futuro inmediato. Sin embargo, presenta dos problemas graves: la lucha por el control de la producción al interior de cada país de América Latina, y la dependencia rusa.
Los mayores yacimientos están en Bolivia y Chile, pero también en Perú, Argentina y México. Por eso Rusia ha hecho esos pactos anteriormente citados, aunque también están interesados China y Estados Unidos. Hace unos años se planteó una idea que sería una excelente alternativa para evitar la dependencia rusa: crear una organización latinoamericana del litio similar a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
¿Qué papel podría jugar Colombia si esto se diera? Por ahora ninguno. El Servicio Geológico Colombiano (SGC), dice que hay evidencias de yacimientos de litio en Boyacá, Santander y Putumayo, pero aún está en fase de estudio.
Ahora bien, el litio tiene un problema adicional: el reciclaje. Por el momento, salvo en Canadá, no se vislumbra ningún sistema apropiado y ecológico para el reciclaje de las baterías de litio. Se pueden reutilizar, pero hay que repararlas y aún no existen empresas con sistemas apropiados para ello. Es el futuro que nos espera, y si los próximos gobiernos miraran más allá de los cuatro años de sus mandatos, se podría pensar en una Colombia que apostara seriamente por el reciclaje de este producto.
El litio, de todas formas, no es la única opción para las baterías de automóviles eléctricos. Se busca crearlas con calcio. Dicen que solamente Europa necesitará en 2050 sesenta veces más litio para satisfacer la demanda de baterías. Por eso el Instituto de Ciencias de los Materiales de Barcelona busca crear baterías de calcio con prestaciones similares.
En Colombia las fuentes de minerales y los yacimientos de carbonato de calcio están situadas en Caldas, pero Nariño también tiene un potencial para ello. En fin, opciones de un futuro que dadas las circunstancias mundiales actuales no está tan lejos como pensaba.
El otro problema de esta guerra es el abastecimiento de ciertos productos (Dolomía importa el importa el 42% de fertilizantes para el agro desde Rusia y Ucrania) y la crisis de los contenedores en los barcos. Pero ese es tema de otra columna.