Por: Carlos Eduardo Lagos Campos*
“La potencia intelectual de un hombre, se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”
Fiedrich Nietzsche.
Quienes tuvimos la fortuna de compartir con esa gran persona, que fue Javier Delgado Ruiz, no nos queda sino despedirlo con alegría, realmente fue alguien que supo vivir la vida como debe ser, con intensidad, cada momento en su justa medida.
Javier nos deja muchas enseñanzas sobre cómo afrontar con sensatez este corto camino que nos ha regalado esa fuerza superior que lo domina todo. El universo.
Fue de esas personas que tenía la respuesta precisa para cada situación, pero siempre enmarcada dentro de esa sabiduría, que nos da no sólo el tiempo y la experiencia, sino la sindéresis propia de un hombre inteligente.
Su estilo coloquial no le impedía decir la verdad así sea incómoda tanto a sus amigos como a sus detractores que fueron muy pocos.
Su éxito en lo personal se basó en desnudar la esencia de cada cual y adaptarse a todas las condiciones y circunstancias en procura de buscar lo
armónico y lo estético.
El Consejo que le dio a sus hijos el día de su matrimonio, fue: “No griten a menos que se esté incendiando la casa», en palabras de su nuera Carolina Cuervo, “ese era Javier. Un hombre agudo, con un finísimo sentido del humor y sin pelos en la lengua… era único en su manera de gozarse la vida, con la astucia suficiente para mamarle gallo a los «deber ser», para hacerle el quite al negativismo circundante, para enseñarnos que la alegría debe llevarse a cualquier lugar, pase lo que pase y que con su eterna terquedad, siempre iba a salirse con la suya”.
En su larga trayectoria por el sector gremial, especialmente en la federación de cafeteros y en la cámara de comercio dejó gravado de forma indeleble su sello de honestidad y su contribución desinteresada por el progreso de estas importantes instituciones que agremian al sector productivo del país.
Fue un Gran Líder Cívico, como miembro del Club Rotario y otras organizaciones afines, contribuyó en diferentes obras en beneficio de la comunidad, como el premio al mejor bachiller de Pasto.
Pero la vida de Javier no se limitó a lo gremial y a lo Cívico, él era un hombre de acción, de hobbies, de tertulias, de amigos. Sus gustos pasaron desde ser radio aficionado, a las motocicletas, la pesca, las armas, piloto de rallies, de cometa de ala delta, de avioneta y hasta actor; pero su consagración fue la navegación en su bote velero, ahí fue feliz, al lado de su familia y sus amigos.
Era un hombre de gustos exquisitos, en su mesa nunca faltó el aroma excelso de nuestro café, y de los mejores vinos, conocimientos que compartió con generosidad con sus amigos.
Al lado de María Elena Garzón, su compañera de toda la vida y cómplice, a quien cariñosamente llamaba la “historiadora” formaron una bonita familia conformada por sus hijos Javier y María Ximena y sus nietos adorables Simón, Mathilde e Inka.
Ahora que comienza ese largo recorrido por el río Estigia, acompañado de su valquiria, le deseamos un feliz viaje hacia lo eterno.
En palabras de Javier Mantilla Castellanos ex dirigente gremial y amigo personal de Javier definiría con la siguiente frase de Fiedrich Nietzsche lo que fue su vida: “la potencia intelectual de un hombre, se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”
Con seguridad donde estés serás muy feliz.
Un abrazo para su familia y para todos los que tuvimos la fortuna de conocerlo y compartir con él y los suyos.
*Abogado
Miembro de número del centro de Pensamiento Libre.