“Pobres vergonzantes”, así los llaman algunas ONG a los miles de hombres y mujeres que rebuscan diariamente en los basureros alimentos, ropa o chatarra para subsistir un día más en el llamado Primer Mundo. Este calificativo se debe a que esta legión de rebuscadores no pertenece a la masa de pobres de siempre, sino que es el resultado del empobrecimiento continuo de la clase media europea, sobre todo de la de los países periféricos de la zona euro como España, Portugal, Grecia o Irlanda, y que se ven abocadas a las prácticas de la pobrería mendicante.
Es una población que se avergüenza de su situación y no quieren que los vean su vecina, el amigo del frente, la colega de su hija o la novia de su hijo. En fin, que se avergüenzan de la mirara del otro, sea quien sea. Rehúyen, sobre todo, a los medios de comunicación.
En España, el desempleo afecta a casi 6 millones de personas. De ellas, el 15% corresponde a inmigrantes latinoamericanos, africanos y de Europa del Este. Sólo la Ong Caritas, ha registrado en los últimos tiempos, unas 45.000 personas en busca de alimentos, vivienda, medicinas y ayudas de todo tipo en la ciudad de Madrid.
Esta multitud de gente es la primera vez que se enfrenta a una situación de estas, en la que están inmersos también grandes masas españolas afectadas por la pérdida de su empelo. Es un conjunto de inmigrantes sin papeles, legales en paro a punto de perder sus respectivos permisos de estancia y trabajo, pensionados, parados de larga duración y jóvenes sin futuro.
En Madrid, el Banco de Alimentos, que antes de la crisis repartía comida a unas 3 mil personas sin hogar, hoy en día reparte 27 toneladas más. Caritas y Cruz Roja Española, manejan y reparten cantidades semejantes, por su lado.
Esa es la razón para que cada semana más y más personas acudan a los basureros, sobre todo a aquellos que están ubicados cerca de los supermercados. De ellos depende la alimentación de si mismos y la de sus familias. En algunos supermercados, los nuevos mendigos no dejan ni siquiera que la mercancía en descomposición llegue hasta los contenedores. De forma organizada, se reparten fruta, yogures, verduras, carnes caducadas y las que aun no están en avanzado estado de descomposición.
Para los que no alcanzan a llegar al reparto, su situación es difícil. A los contenedores llegan los productos en descomposición total. Pero tienen que llevárselos. El hambre no da tregua.
Vamos a sumarle a este sinsentido los miles y quizá millones de inmigrantes que en los próximos meses pasarán a engrosar esta masa de pobres vergonzantes. Se trata de aquellos que por la crisis han perdido su puesto de trabajo y tienen que renovar su permiso de residencia y trabajo. La ecuación es esta según la revista Toumani, (edición 95): “Es la pescadilla que se muerde la cola. Con la crisis no hay trabajo; sin trabajo no hay contrato; sin contrato no hay cotización a la Seguridad Social; y sin la cotización parece inviable la renovación” de sus permisos de residencia y trabajo, lo que los aboca a la situación de irregularidad.
Hay miles de casos en que los inmigrantes han traído a España su familia completa por la Ley de Reagrupación Familiar. Pues bien, si el padre, o la madre de estas familias, pierde el empleo, y con él su situación legal, toda su familia pierde sus papeles. Si hoy son unos cuantos miles, después serán millones, ya que la situación no tiene visos de mejorar. Es más, se prevé un empeoramiento debido a la exigencia de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional de abaratar aun más el despido en las empresas, de achicar el tamaño del Estado, demás recortes drásticos en las políticas sociales y de ajustes en la política económica y fiscal.
Por esta ocasión, las víctimas no son solo los inmigrantes. El deterioro de la clase media europea es evidente. Los países, ante el asedio de los mercados, no pueden hacer frente a las necesidades del Estado de Bienestar de que siempre se han enorgullecido los europeos.
Y a pesar de todo, las políticas de retorno voluntario para inmigrantes a sus países de origen han sido un fracaso total. Solo una ínfima minoría se ha atrevido a regresar a sus países. Muchos prefieren rebuscar su manutención diaria en los contenedores de basura que regresar con la esperanza de que el tsunami de la crisis pase pronto para regular su vida y la de su familia.
Escribo. Es una forma de vivir. Me he pasado la vida escribiendo y por eso me han llamado periodista, escritor, poeta, soñador, iluso, visionario. Puede ser. Quiza me llamen así por haber trabajado en diferentes medios de comunicación, escritos y de TV. en América Latina y Europa y haber publicado tres libros de poemas, otro de relatos y una novela.
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