Por: Aníbal Arévalo Rosero
En alguna oportunidad acudió una señora a solicitarle asesoría espiritual a un sacerdote amigo. El motivo de la consulta era que ella había intentado de mil maneras quitarle el gusto por el heavy metal a su hijo con resultados infructuosos. El muchacho cada vez se aferraba más y más a la música “diabólica”. Momento que es aprovechado por el cura para preguntarle a la señora que qué música le gustaba a ella. Esta, sin pensarlo dos veces, le contestó: “¡Ah… pues, a mí me gusta Darío Gómez y el despecho, esa sí es música!”. Y el cura: “señora, la que tiene que cambiar de gusto musical es usted”.
Esto mismo es lo que pasa con la oposición que han manifestado algunas personas que, por su condición religiosa, no quieren que se presente en Colombia la banda sueca de black metal Marduk, por considerarla satánica y que atenta contra la religión cristiana. Pero lo que alcanzamos a observar es una doble moral, porque, para nadie es desconocido, la manera como se divulga a través de los diferentes medios de comunicación formas degradantes de la dignidad humana y mensajes misóginos.
Sin ir muy lejos, en nuestro país se emite en los medios de comunicación las canciones de Maluma (condecorado como caballero de honor por el alcalde de Medellín, Fico Gutiérrez), con un abierto mensaje de cosificación de las mujeres, con pueriles letras como las de las cuatro babys. O niños ‘perreando’ en presencia de sus padres, y estos los aplauden. También hay numerosos casos de jóvenes que se suicidaron mientras escuchaban vallenatos.
De estas manifestaciones no dicen nada los líderes religiosos, siendo músicas evidentemente degradantes de la dignidad humana y sometiendo a jóvenes y adolescentes a situaciones de alto riesgo. Merece capítulo aparte la degradación que se hace de la mujer en frívolas canciones y otro tanto la pobre creatividad en ritmos que atrapan a los jóvenes, como el reggaetón.
Confieso que no soy amante de las músicas como las de Marduk, soy creyente y seguidor de Jesucristo, practico las enseñanzas de Jesús y soy un hombre de oración, pero considero importante indagar las razones de estas formas musicales tan fuertes o pesadas, como el metal. Indagando con conocedores y seguidores de este tipo de expresiones, manifiestan que para producir estas piezas artísticas se requiere mucho talento, creatividad y evolución en el tiempo, y como tal se circunscribe en una de las manifestaciones artísticas mundiales surgidas a principios de los 60 del siglo pasado en Londres y los Estados Unidos con amplia connotación.
Los alaridos que lanzan sus vocalistas necesitaron de mucha técnica vocal, igual que la ejecución de los instrumentos. Además, los tatuajes o maquillaje que emplean es un arte impresionista, producto de un concepto creativo. Que si son seguidores de Satanás, eso nadie les puede prohibir porque es una manifestación ideológica como producto del imaginario; cada persona concibe a Lucifer dependiendo si pertenece a un grupo religioso o es ateo.
En Colombia, a los grupos de este mismo estilo musical (y a los que nos visiten) se les garantiza su libre expresión por mandato constitucional; también hay libertad de cultos, si se considera como postura religiosa. Así mismo, el artículo 16 constitucional dice que todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad, sin más limitaciones que las que le imponen los derechos de los demás y el orden jurídico.
El ex magistrado de la Corte Constitucional Carlos Gaviria Díaz (q. e. p. d.) en su momento y sobre algunos casos que se presentaron en el país de presencia de grupos satánicos, conceptuó que mientras no cometan crímenes o conductas que transgredan el código Penal, no podían ser perseguidos por la policía como lo venía haciendo.
Lo que no permite la ley es la profanación de tumbas, el sacrificio de animales o las lesiones a las personas. A nadie se le puede prohibir creer en Buda, papa Noel o el mismo diablo, porque todo pertenece al imaginario de las personas y no hay una materialización de un hecho punible. De lo contrario, que no les vendan más paletas Drácula a los niños, que no los disfracen de brujos o de Freddy Krueger en el Halloween, que no se proyecten más películas de terror en los cines.
El rechazo que vive hoy la agrupación sueca lo vivió en su tiempo Débora Arango, pintora antioqueña, que le impidieron hacer sus exposiciones y se ganó muchos insultos, teniendo que ocultarse en su casa. Estuvo a punto de ser excomulgada por pintar desnudos femeninos; hizo imágenes transgresoras de las comunidades religiosas, mostrando a los curas con deseos terrenales. El clero y la sociedad política e intelectual la calificaron de sórdida, impúdica y pornográfica por transgredir la moral y las buenas costumbres.
Para los conocedores y amantes del rock y del heavy el problema es el desconocimiento y la falta de entendimiento de este género musical. Esta música expresa romanticismo, historia y un poco de arte escénico. En otro tiempo criticaron fuertemente a la banda neoyorkina Kiss por considerarla diabólica, de hecho Simmonds asumió el rol de ‘Demon’ y su maquillaje era de demonio; utilizaban cañones de humo, pirotecnia y falsa sangre, pero su fama y acogida trascendió los tiempos y sigue teniendo miles de seguidores.
Lo de Marduk es un merchandising, con técnicas recreativas o de entretenimiento, que se deriva en varios géneros como el gótico, power, black, death, thrash, y doom. Su semiología busca impactar los sentimientos de las personas con un impresionismo musical, similar a una película de terror, que produce emociones fuertes, y eso tiene muchos seguidores en el mundo. Lo que se ha visto es que estos fenómenos artísticos cuando tienen oposición, sufren la condena, pero también se traduce en fama.