A finales de agosto fui invitado nuevamente a la comunidad indígena del Sande en mi calidad de indígena adoptado culturalmente. Volver a caminar sobre el barro, en medio de verdes montañas, animales silvestres y ríos color esmeralda es un acto de libertad y acción de gracias a la existencia. Saber de la riqueza de todos los colores que tienen estas comunidades de la Colombia mágica, llena de esperanza en la humanidad y en la misma creación de la vida.
El pueblo Awá del Alto Telembí había convocado a una importante asamblea para definir una probable consulta previa sobre programas de sustitución de cultivos de uso ilícito. Situación que se concretará en próximos meses a través de conversaciones entre la misma comunidad. Cada vez que se emplaza a estas transcendentales reuniones, está de fondo la decisión del modelo económico local. La respuesta a resolver es ¿cómo sobrevivir con un modelo de economía propia?
Lo que ha hecho daño a la economía legal del Sande, así como a la Costa Pacífica, la cordillera occidental y a otras en Nariño, no solo es el cultivo de coca y la elaboración de cocaína. El grave daño viene de la concepción occidental del “éxito”. Tanto en las universidades, colegios, Iglesias, empresas, familias y organizaciones sociales, se equivocaron al conceptualizar que el dinero y su acumulación debía ser el mayor logro del ser. Que la meta más grande era convertirse en rico, millonario o propietario. Se neutralizó el ser por el tener.
Esa carrera frenética por lograr el “éxito” del ser humano nos llevó a la gran crisis de la civilización y de la modernidad. Nos está conduciendo a la autodestrucción del planeta. Las miles de hectáreas deforestadas y seres vivos quemados por incendios incontrolables en África, la Amazonia y los Andes, revelan la gran catástrofe contra la naturaleza. Presidentes que no les importa el medio ambiente sino el crecimiento económico. Inauguran estos jefes de Estado una nueva dictadura criminal contra la vida y la biodiversidad.
Ante el imperio de la nueva criminalidad oficial contra los recursos naturales del planeta y ante las economías ilegales de nuestros territorios, la única metáfora posible que nos queda es retornar al maíz. El primer paso para entender una “economía de la Shagra” es deconstruir, decolonizar y desaprender. Luego debemos re-educarnos en que lo más importante para la humanidad no solo es la “acumulación”, sino la vida misma. Debemos parar el consumo excesivo y transformar radicalmente nuestros hábitos alimentarios.
Después debemos repensar las economías propias o circuitos económicos locales. Reemplazar el consumo de productos industrializados de las multinacionales por los productos localizados. Si logramos que los productores campesinos lleguen a nuestros mercados y les compremos, en ese momento le daremos sentido a una nueva forma de ganancia. Es tan profundo y significativo adquirir lo que producen nuestros vecinos, que nos llevaría a entender un sistema económico local de nuevo orden.
Hoy las grandes revoluciones y transformaciones no están en el uso de las armas. Están en el uso de una nueva inteligencia social que lucha contra el consumo excesivo y que retorna a defender el verde esperanza de todos los colores.