Por: Jacobo Viveros Granja[1]
La novela que se publica en 1895 en Pasto (Colombia) del escritor Florentino Paz, se titula “La ciudad de Rutila”, le sigue un subtítulo: “Leyenda sud-americana”, en un pie de página del libro se aclara que Rutila es Pasto (además de ser el nombre de un personaje). El texto tiene una dedicatoria a esta ciudad, un prólogo, una introducción, nueve capítulos y un epílogo. La historia comienza con los habitantes del territorio representados en una pareja indígena, su diálogo con el militar español Lorenzo de Aldana, luego viene una descendencia, y una serie de muertes provocadas por soldados de ejércitos libertadores.
Dentro de los recursos narrativos es clave cuando algún personaje cuenta lo que sucedió, ello se asemeja a la anagnórisis, es decir, lo secreto es develado a alguien a través de esa narración. También es importante que el lector analice si lo que concierne al mundo español es tratado positivamente y lo que se asocia a los militares de la independencia es interpretado negativamente; a pesar de ser un conquistador quien acabe con la vida de Rosidor (esposo de Rutila); a pesar de que las riquezas de un personaje europeo provengan de América y cuando pierden esas posesiones, su pérdida es presentada como culpa de los independentistas. Al leer “La ciudad de Rutila”, es importante analizar el significado que adquiere la plaza, pues allí está la cabaña de la pareja nativa y luego será el lugar donde el militar Salom traicionará a quienes creyeron en su palabra.
El lector que quiera contradecir, quizás se pregunte si un texto literario puede ser consultado para el estudio de un periodo de la historia, en este caso “La ciudad de Rutila”. Beatriz González, en una conferencia sobre La historia de la caricatura en Colombia[2], recuerda a José Hilario López, “héroe de la independencia”, “persona íntegra” que llega a la presidencia y de repente, publican un grabado donde aparece él armado “hasta los dientes”, con orejas de burro, con “botellas” y unos dados, dando a entender que dicho político era “un jugador” y “un borracho”. “¿Esa es la verdad?” pregunta Beatriz González. Esa caricatura se publica en un periódico “conservador”, “ultramontano”, “¿esa es la historia de Colombia?” se pregunta la artista, “¿esa es la verdad de los conservadores?”. Nosotros podemos decir: ¿la novela de Florentino Paz es la verdad? ¿hay allí una historia de la ciudad de Pasto?
Muchas de las citas del libro, manejan otra ortografía diferente a la actual.
«Sobre el inicio del libro»
La novela comienza con un prólogo, con un recuerdo “doloroso”[3] cuando entra un ejército a Pasto en 1822, es una época de “luto y de miseria”[4]. Para ello el narrador debe viajar a la época de la Conquista y “enlazar”[5] algunos hechos con la fundación de la ciudad y de la independencia. Se revela al lector que Pasto fue “partidaria de la Independencia” y un pie de página menciona algunos documentos que lo demuestran según las publicaciones de Tomás Hidalgo en 1893. “con lo cual no se afirma, que entre sus hijos no hubiere habido también decididos sostenedores del Gobierno español, como en todos los virreynatos los había”[6]. Las “crueldades”[7] de los patriotas llevaron a la ciudad a defender “sus hogares”[8]. En 1823 se aprisionaron a las personas y se las arrancó de la ciudad, todo a través de un engaño.
«Luego viene una introducción»
Ahora la novela a través de una introducción nos aclara que “Las desgracias de aquel pueblo infortunado son las que se va á contar”[9]. Entre los distintos temas, el libro tratará de esto.
«Comienza la novela»
Estamos en 1539, “el bosque estaba silencioso y sombrío”, el “río llamado hoy ´de Las Monjas´, se deslizaba apacible […] como se arrastrara una inmensa sierpe de cristal”[10]. Se oye entonces la “detonación de un arma”[11], “y su eco repercutido en todos los ámbitos del bosque, parece dejarse óír todavía al través de tres y medio siglos”[12]. Lorenzo de Aldana desciende por Catambuco y se materializa San Juan Bautista de Pasto; encuentra una cabaña donde luego estaría la plaza de la ciudad, y allí una pareja perteneciente a una tribu. Los jóvenes esposos -nos aclara otro pie de página en la novela- tuvieron buena relación con Aldana que llegó pacíficamente, a diferencia de sus padres que sí lucharon contra otros españoles.
Aldana levantó una cruz y les dijo que sus nietos se sentarán allí, otras generaciones serán tratadas “vilmente […] por sus vecinos”[13]. Para estos personajes indígenas es “grato” el nombre de Aldana, lo invitan a descansar en la cabaña para que continúe “levantando la casa del Dios”[14], el español al hablarles se define como un padre frente a sus hijos. Lorenzo planta una cruz, los indígenas el árbol de manzano. Se debe analizar desde el lenguaje de la novela cómo el texto llama “conquistador”[15] a este sujeto, a pesar de la relación amistosa con los nativos.
Rutila, recibe la visita de Rosidor, quien le revela que su padre ha muerto en manos de las “tribus extranjeras”[16], cuando regresa la madre le recuerda a la hija la promesa del padre de que ella debía casarse con el joven guerrero Rosidor.
«Salto en el tiempo»
Han transcurrido 356 años, nada queda de la época de Rutila, pues todo lo sepultaron las “casas de estilo español”[17].
Estamos en el siglo XVII, en el “valle de Atriz”[18] , allí aparece la familia de don Carlos, quien descendía de alguno de los que vinieron con Lorenzo de Aldana. Él asumió “la defensa de los desgraciados salvajes”[19], otra vez el lector se detendrá a analizar el término que usa el texto: “salvajes”. “El oro trasladado de América […] enriqueció á muchas familias de la península, entre las cuales se contó la de D. Carlos”[20], y todos esos bienes se vendieron y lo obtenido se trajo al Nuevo Mundo. No hay reproche por esta forma de enriquecerse, el texto lo cuenta sin juicios.
Rutila ya es una anciana, tiene una joven hija, don Carlos se casa con ella. Y al “borde de un manantial”[21], el hombre cuenta sus orígenes y luego borra todo rastro indígena de su esposa: “soy de los vascongados, descendientes directos de los antiguos cántabros, á quienes no pudieron vencer ni los cartajineses, ni los romanos […] De la misma manera, deseo que tú de hoy en adelante, te llames Délia Fernández, y que el nombre heredado de tus padres quede para que lo lleven tus hermanos solamente”[22]. El que don Carlos se imponga sobre ella a través de su historial de ancestros y que decida por ella para borrar toda presencia indígena es una parte fuerte en esta novela, pese a ello, la hija de Rutila le pregunta por las razones que tuvieron los conquistadores para destruir a los dueños de esta parte conquistada de América.
Ella responde que nada ambiciona más que complacer a su esposo, “y aun cuando se resiente mi alma al contemplar que abandono hasta los últimos vestigios de mi pobre raza, dejaré el nombre del héroe de los bosques […] Rosidor”[23]. Y si bien ella acepta todo, le aclara a don Carlos que sabe cosas sobre esos ancestros de los que él se enorgullece, pero también pregunta sobre los conquistadores y “la causa de que esos hombres encontraran placer en derramar la sangre de los dueños de estas tierras, hasta procurar su destrucción”[24]. Aun aceptando la condición del esposo, ella le recuerda que también en sus antepasados hubo héroes con sus propias hazañas, ciencia y virtudes, “pues que en las selvas también hay portentos que admirar”[25].
Un pie de página aclara que esta joven aunque es “descendiente de un salvaje, conoce al ménos, ciertos pasajes de la historia”[26], ya que “fue educada con esmero por el padre de D. Carlos […] y así quiso aleccionarla”[27] pensando que sería la esposa de su hijo. Don Carlos aclara la cantidad de su riqueza que alcanzaría para las demás generaciones: “tenemos una fortuna que no acabarán nuestros hijos, y la que confío, pasará sin disminuirse, de mano en mano, hasta nuestros más remotos nietos, por algunos siglos”[28]. El verbo “aleccionar” se repetirá cuando lo europeo se aplique sobre la hija de Rutila.
«Peregrino»
Don Pastor, el niño Calixto, Rosaura y la campesina Ignacia están reunidos, luego algunos de ellos salen de la escena. Nace una criatura, la madre la rechaza, “hace esfuerzos para amarla, pero en vano; sus lábios se resisten á saludarle con el beso maternal; sus ojos se cierran para no mirar siquiera á aquel inocente; su regazo rechaza al mismo que ha concebido”[29], “Hijo del fatal destino”[30]. La madre lo alejó y la nodriza se lo llevó consigo a su casa donde lo presentó a su marido.
“Este es el fruto de una de las víctimas sacrificadas por los RIFLES cuando el asalto de la desgraciada Pasto: su madre lo detesta, yo he presenciado su ódio y he palpado su resolución; nosotros no tenemos hijos, y quiero crear á este como á tal”[31]. Es allí donde se aclara que el niño es hijo de un soldado, de Rosaura, viuda de Tancredo, quien fue lanzado con otros al río Guáitara. Rosaura suele leer la carta de despedida de su esposo, allí le cuenta cómo los hombres del militar Salom parecen fieras, y machacan la cabeza de un preso con piedras. “unos debemos servir de víctima para que resalte la memoria de los victimarios”[32], el texto reflexiona cómo solo ha habido cambio de amos, unos en nombre de la civilización, otros en nombre de la libertad.
«Calixto»
El niño Calixto estaba con su tío, Don Pastor, él tiene un libro que registra todos los crímenes contra la ciudad de Rutila, va a revelar muchos hechos, aclara que formó parte de quienes defendieron la vida de Antonio Nariño, cuando se lo quiso fusilar. Luego inicia el recuerdo de las matanzas del ejército libertador, “una partida de soldados que acababa de sacrificar unas mujeres, fugadas también de la ciudad […] sus cuerpos estaban ensangrentados y sus pechos separados de sus troncos”[33], el narrador presenta la imagen de una mujer buscando las partes en que se destrozó el cuerpo de su esposo, y desde aquí las imágenes son oscuras, las mujeres cuelgan de maderos como los hombres y son azotadas, los niños se lanzan al aire para recibirlos en las puntas de las lanzas, hubo violaciones, y la edad no fue obstáculo para la muerte. “Tres días y tres noches permaneció la soldadesca armada, suelta, y adueñada de casas, de familias, de vidas y de riquezas”[34], “en cada calle había lagos de sangre, en cada plaza mil cuerpos mutilados”[35], los tesoros de la ciudad se los llevaron a Quito, y allí la herencia de Calixto.
No se terminaba de sepultar tanto cuerpo de la “funesta jornada de los días 25, 26 y 27 de aquel mes de infeliz memoria”[36], cuando el jefe de otras tropas, Salom, mandó publicar un indulto para quienes se armaron en defensa de España, creyeron en esto y salieron de sus escondites para jurar obediencia al gobierno de la República, por las cuatro entradas de la plaza ingresó un batallón, apresó a todos los mayores de 12 años, se los trasladó a Ecuador, otros fueron amarrados en parejas y lanzados al río Guáitara, otros murieron en el río Guayaquil, otros de hambre, y algunos fueron fusilados luego de construir el cementerio…
«Final»
Ya se habla del complot para asesinar al mariscal Antonio José de Sucre, “Acá, en la ciudad de Rutila, en donde él sembró el ódio por la perpetración de sus más nefandas fechorías, ese nombre es funesto; y sólo al oírlo pronunciar, negras sombras de fantasmas siniestras cruzan por las miradas de sus desgraciados habitantes sobrevividos á la memorable catástrofe”[37]. Cecilia Caicedo escribe sobre esta novela que el texto “insinúa a Sucre como el soldado patriota violador de Rosaura”[38] y que “el autor parece culpar al general José María Obando como autor intelectual del asesinato de Sucre, pues la descripción física que hace del general que se entrevista con el asesino material corresponde a la de Obando”[39].
Antonio José de Sucre será asesinado, ha tenido un sueño donde un monstruo destruye a una pareja, y luego un niño que se despide de Rosaura vence a la bestia. Mientras va en su caballo, se encuentra con otro niño al que ya ha visto en otras partes, el pequeño es Peregrino, le revela al militar que su madre es Rosaura (aunque no la conoce). Al oír ese nombre, Sucre se sorprende porque coincide con su sueño. Peregrino le cuenta que el Batallón Rifles entró a la ciudad, un soldado violó a su madre, y su padre fue lanzado al río Guáitara; al nacer, Rosaura regaló este niño a Ignacia. En este punto de la historia aparecen tres hombres con ruanas y armas y matan a Sucre.
En el “Epílogo” se cuenta que Rosidor y Rutila fueron tratados bien por los españoles, tal vez por consejo de Aldana; sin embargo, Rosidor es asesinado por un conquistador; Rosaura morirá viuda en el Monasterio de las monjas Conceptas; a Peregrino lo matará la tisis.
En la novela se ha hablado de unos rollos que contienen información sobre esta historia, sobre el autor que organiza este crimen y otras verdades que con el tiempo se conocerán (recuerdo los papeles que Cervantes hace traducir del Quijote). Del contenido de esos rollos -escribe el narrador- “se ha sacado alguna parte de esta Leyenda. Si se desea saber más acerca del particular, espérese á que el tiempo lo descubra todo; pues puede asegurarse que lo sabrán entonces […] bastando para lo de mi propósito que se sepa lo que queda escrito, con lo cual termina mi trabajo”[40].
La novela comienza en un ambiente idílico, donde la pareja de Rutila y Rosidor viven en comunión con la naturaleza, “Desde las alturas […] se descubre ese ameno y gracioso campo de simpar belleza […] ‘un paraíso, un espectáculo grandioso, un jardín de delicias, una ciudad de mil torrentes, un valle cubierto de verduras con horizontes color de rosa, por medio del cual serpea festoneado de flores un río con aguas color de plata’”;[41] luego vendrá una serie de crímenes, pero al final del libro, todo vuelve a ese estado idílico, es como si en Rutila (Pasto) nunca hubiese pasado nada: “Solamente la ciudad de Rutila vive aún, tras de tántos cataclismos, y como si fuera insensible á los golpes de la fortuna, está lozana, […] vestida de gala, y adornada con coronas y festones de flores entretejidos con alguna rama de laurel”[42].
Referencias
Caicedo de Cajigas, C. (1990). La novela en el Departamento de Nariño. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
González, B. (Banrepcultural). (2010, 15 de enero). Beatriz González – La historia de la historia de la caricatura en Colombia (3/8). [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=kz2v5W2-4iw
Paz, F. (1895). La ciudad de Rutila. Pasto: Impreso por E.M. Villarreal.
[1] Escritor y profesor universitario. Correo electrónico: viverosjacobo@gmail.com
[2] González, B. (Banrepcultural). (2010, 15 de enero). Beatriz González – La historia de la historia de la caricatura en Colombia (3/8). [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=kz2v5W2-4iw
[3] Paz, F. (1895). La ciudad de Rutila. Pasto: Impreso por E.M. Villarreal, p.3.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Ibid., pp.3-4.
[7] Ibid., p.4.
[8] Ibid.
[9] Ibid., p.8.
[10] Ibid., p.11.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] Ibid., p.12.
[14] Ibid., p.13.
[15] Ibid., p.14.
[16] Ibid., p.18.
[17] Ibid., p.21.
[18] Ibid., p.22.
[19] Ibid.
[20] Ibid.
[21] Ibid., p.23.
[22] Ibid., p.24.
[23] Ibid.
[24] Ibid.
[25] Ibid., p.25.
[26] Ibid.
[27] Ibid.
[28] Ibid., p.30.
[29] Ibid., p.36.
[30] Ibid.
[31] Ibid., p.37.
[32] Ibid., p.39.
[33] Ibid., p.63.
[34] Ibid., p. 66.
[35] Ibid., p.67.
[36] Ibid., p.70
[37] Ibid., p.49.
[38] Caicedo de Cajigas, C. (1990). La novela en el Departamento de Nariño. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, p.32.
[39] Ibid., p. 33.
[40] Paz, F. (1895). La ciudad de Rutila. Pasto: Impreso por E.M. Villarreal, p.85.
[41] Ibid., pp.10-11.
[42] Ibid., p. 88.