“Amar es escuchar”. Las palabras que les compartiremos a continuación son intento por recoger lo que este ilustre hijo de Nariño, Segundo Libardo Belalcázar Martínez, compartió en diversas conversaciones con familiares y amigos, así como hacer un rápido recorrido por los senderos de su vida, lo cual implica viajar por la geografía, la cultura, el mestizaje, y los hechos de la historia de Colombia que marcaron sus existencia.
Se podría decir que fue un campesino nacido en Pupiales en 1936, quien cursó sus primeros años de educación básica en la escuela estatal “Niño Jesús de Praga”, dirigida por los Hermanos Maristas. Por dificultades económicas tuvo que emigrar a Bogotá; ciudad a la que llegó con una maleta y muchos sueños.
El primero era reponerse de la situación financiera y poder volver pronto a su tierra natal. La ilusión de “regresar” nunca la pudo cumplir porque Dios tenía otros destinos para su vida. Sin embargo jamás perdió el contacto con su terruño.
En su bolso de sueños tenía otro que era el de conocer el mundo, y este lo sedujo y lo motivó a ingresar a la Marina en el año de 1955 como Soldado de Infantería en la ciudad de Cartagena. De aquí fue trasladado a la Fuerza Naval del Sur, encargada del control y vigilancia de los ríos Putumayo y Caquetá, durante el periodo correspondiente a agosto de 1960 hasta mayo de 1961. Allí se encontró con la ambivalente situación tan presente en nuestro país : la agobiante violencia y la fascinación paisajística, cultural e histórica de las regiones de los Llanos Orientales de Colombia. Cuando estuvo de regreso en Cartagena, pudo conocer algunas ciudades de Estados Unidos, y Centroamérica, entre las cuales se cuenta la ciudad de Panamá; debido a que fue asignado al buque insignia de la armada de aquella época . También continuó con sus estudios de administración que lo llevaron a ocupar el cargo de Almacenista de la Fuerza Naval del Atlántico.
En esta etapa de su vida , se enamoró de una hermosa mujer de raíces alemanas, africanas y españolas, nacida en el Carmen de Bolívar. Los dos rompieron el paradigma de las diferencias culturales y entonces se casaron en el año de 1963, “El pastuso y la Costeña”, como los llamaban familiarmente, y en Cartagena, nació su primera hija. Con el tiempo consolidaron un bonito hogar con sus tres hijos. Un matrimonio que duró 59 años.
Debido a una enfermedad de “la costeña” fue trasladado a la ciudad de Bogotá en marzo de 1965. Finalmente, se retiró de la armada en febrero de 1968.Con la experiencia y los conocimientos estructurados en la institución naval, entró a trabajar a la cooperativa de la Caja Agraria y posteriormente a la Caja de Compensación Familiar Cafam. Sus paisanos líderes en emprendimiento José Elías del Hierro de Pupiales y Arcesio Guerrero Pérez de Pasto reconocieron su potencial y lo acogieron para que laborara en estas entidades.
Fue en Cafam donde florecieron todas sus capacidades administrativas, negociadoras y de liderazgo. Lo cual le permitió ocupar cargos de administrador de supermercados como Cafam 51, Normandía, Modelia, Pasadena, jefe de compras especiales, y jefe de la bodega. Aquí laboró desde 1972 hasta 1995.
Durante su vida cultivó varios aspectos relevantes como son:
-La alegría de vivir que brinda el disfrutar las actividades relacionadas con el ámbito familiar, viajar por tierra a la Costa y a Nariño con el anhelo de visitar a sus parientes
-La afición por el fútbol: El deportivo Pasto, Santa Fe, y el apoyo al Junior de Barranquilla, equipo del alma de su querida esposa.
-El gozo por la jardinería, cuidando con esmero y dedicación las plantas como remembranza de su tierra y de su vida de campesino.
-El amor a la cultura autóctona nariñense que incluía: hablar el quechua, participar en la colonia pupileña, promocionar los chistes pastusos, el diccionario nariñense, la música andina, la ecuatoriana y la nariñense. Para él era un verdadero placer escuchar canciones como por ejemplo: la vasija de barro, la naranja, la guaneña, la vida es un sueño, el romance de mi destino y tantas otras.
-El agrado por la lectura, lo cual lo llevaba a traer a la casa colecciones de literatura y enciclopedias.
-El estar bien informado sobre la actualidad, escuchando las noticias y leyendo los periódicos.
-El gusto por una conversación amena y las reuniones con “el kínder”, nombre de su grupo de amigos contemporáneos, paisanos y pensionados.
Esta es la remembranza de un nariñense, ejemplo de respeto, responsabilidad, perseverancia, osadía y valor; que brindó siempre un trato amable y cordial a todo el que conocía. Fue coherente con sus valores humanos y en su identidad regional y nacional. Para el ser pupialeño, nariñense y colombiano, lo llenaban de júbilo, transmitiendo siempre la alegría de vivir la vida. Y como a todo nariñense que se respeta le gustaba proclamar el “Viva Pasto carajo”, la mejor muestra de su autenticidad.
Rendirle un homenaje a Segundo Libardo Belalcázar Martínez (1936-2022), es hacerlo extensivo a todas aquellas personas, que como él, nos han dejado enseñanzas, experiencias, ejemplos de superación, generosidad y amor, que trascienden en el tiempo para recordarlas y resaltarlas.