Wag the dog y El cuarto poder: El más inestable y peligroso de todos los poderes.

 Por: Francisco Bileygr Portilla Dantés.

Es importante en estos tiempos de tiranías institucionales que corren, que películas como estas se den a conocer para que se pueda entrar en dialéctica con ellas, y generar una buena reflexión alrededor de este tema tan desapercibido como lo es la cultura del mass media y su desmedido poder. Wag the dog es una película de estados unidos del año 1997, la dirige Barry Levinson y tiene un elenco muy digno y conocido por la cultura popular, entre quienes están Robert De Niro, Dustin Hoffman, Willie Nelson, Woody Harrelson, Kirsten Dunst, entre otros. La película nos cuenta como un evento filtrado al público sobre una chica menor de edad con extraños asuntos en la casa blanca, deja al presidente mal ante su país y justo en el ardor de la época de elecciones. Es entonces cuando entra su asistente Conrad quien le sugiere acudir a un afamado productor de cine para que a través de los medios y una historia ficticia pero bien contada se pueda cambiar la opinión de la gente de una manera exitosa y contundente. Juntos los cómplices deciden fabricar una guerra para usarla como impulso a la buena imagen del presidente y como un distractor para que la gente olvide el asunto de la menor en la casa blanca.

A través de esta historia, podemos dar cuenta de tantas cosas que se pueden fraguar tras la cortina roja que los medios ponen ante los ojos de la sociedad, que después de la risa que nos produce sus ocurrentes escenas, nos queda un mal sabor que nos hace reflexionar acerca de nuestra cultura y hacia donde se dirige esta misma, en la crisis de identidad y de verdad en la que se encuentra. En esta era de conformismo epistemológico, la humanidad depende totalmente de sus instituciones llegando hasta el punto de inutilizar sus propios dones de percepción y reflexión, por dejarse llevar de los sistemas y los pensamientos impuestos por intereses de otros, a través de la autoridad vacía que representan estas instituciones que se escudan en el bienestar de la sociedad pero que solo sirven a unos pocos sin importar su jurisdicción.

Es muy fácil cómo a través de una cámara, efectos especiales y un guion conmovedor se puede manipular los hechos del mundo para moldear la cultura al servicio de una agenda donde unos buscan librarse de las responsabilidades de devorar a los otros. Donde la tiranía dictatorial ha tomado la forma de un inofensivo juez moral y masivo que esconde sus garras justificando cualquier tipo de violencia en defensa de una cultura de ficciones políticamente correctas. Donde solo se necesita tergiversar discursos audiovisuales para conquistar a un pueblo modificando su opinión y separándolo para que se destruya a sí mismo.

Esta película es una invitación a reflexionar sobre nuestras percepciones, para que cuando se nos muestre algo seamos capaces de ir hasta lo más profundo de sus fuentes para desenmascarar sus verdades por más auténtico y bien intencionado se vea. Nuestra capacidad critico reflexiva y nuestra libertad de pensar y opinar no se deben ver atrofiadas por la imposición de opiniones externas y certezas perniciosas que las instituciones buscan infiltrar para manipular nuestra frágil cultura en transición.

Comedias negras como esta y cómo otra muy recomendada que es La dictadura perfecta de Luis Estrada, están para que entre risas y rabias despertemos en cuanto a la realidad política y social de los medios, y cómo estos deberían estar al servicio de la verdad pero que al final solo son otros peones de quienes se visten del poder en cualquier parte del mundo. Ahora debemos usar nuestro discernimiento más que nunca si es que queremos estar bien informados para tener una opinión y una posición asertiva frente a la realidad de nuestra cultura en crisis que cada día nos quiere más dormidos y controlados.

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