Por José Pablo Quevedo
Universidad Humbolt–Berlín
En su estancia obligada, en la ciudad de Madrid, el poeta colombiano Arturo Prado Lima, con su magma de escritor reconocido, con sus afanes de creación contestataria social, asume una posición cultural frente al exilio latinoamericano hacia Europa. En sus reflexiones históricas entre la América Latina y España, su certera pluma recoge el fondo de esos problemas, y contradiciendo lo que se ha vertido desde algunos siglos sobre nuestros países, mostrando ese drama histórico de la marginalidad, que es recogida en su voz astillada de húmero, para obtener aunque sea un trozo de esa identidad, humana desde la Literatura:
Hay una España muriéndose en mi hombro,/ madre,/ si tú vinieras y miraras por las rendijas/ del pobre barro peninsular/ una España que agoniza / sin haber leído un triste verso de Lorca/ o haber osado derribar del todo los nobles molinos de Cervantes. /Tienen el mismo rostro del tío Bertulfo /y se ríen con sus palabrotas acuchilladas/ de cagarse en Dios y en las madres que los parieron/ y fuman largamente/ mientras sus perros se cagan en los parques./ ¡Qué alboroto de huesos y señales / en sus lenguas, madre!/ Hay otra España que aun asiste/ al entierro de Franco, el generalísimo,/ y van de luto riguroso y muerte en pecho./ Y otra España que se desangra/ sin futuro y sin historia./ Y otra, Madre,/ que sueña y desueña un destino distinto,/ que sabe de las Nanas de las Cebollas/ y las penitencias rotundas de Miguel Hernández,/ y las pesadillas de Picasso/ y los fusilamientos de los sueños,/ como lo hacen ahora en nuestro país, Madre./ Por estas calles paso recordándote, Madre,/ entrando a los locutorios, / acordándome de tu viudez callada, / de la esperanza hecho ya canas/ en la noble cabeza de quererte.
El inmigración obligada trae una infinita nostalgia, recicla los recuerdos vividos en la América Total, traza nuevas coordenadas de comparaciones, agudiza las reflexiones entre lo vivido y lo que se vive. Lo que el destino nos obliga a mutar en un país que creemos que es el de nuestra aspiraciones y el que abandonamos es recepcionado siempre por un tono de nostalgia. Continuemos con Arturo Prado Lima: Cada día la pena será menos sagrada/ ahora que me vaya de los huesos,/ ahora que una búlgara de hierba triste/ compra dos cervezas/ para remojar sus labios de papel./ Cada hora que pasa diciendo adiós/ a cada edad / la nostalgia se vuelve más nostalgia/ en los acantilados del lejano país/ varado en los huecos del alma y de la carne…
Arturo Prado Lima, en su dimensión de poeta no solamente ve solamente esa España que rodea su mundo y que es el de los latinoamericanos, sino también la vida de otros emigrantes, que ahora, vienen desde el oeste. El escribe: Una rumana delgada y vegetal/ viene por perejil todas las tardes/ con el recuerdo soviético en los ojos./ Sus cejas tienen prisa/ y su falda es triste como el pan de ayer/ y su dichoso cuello/ huele a una joven España pasajera. El último verso trae la connotación que la vivencia obligada siempre será pasajera al voluntario, al que uno se ha permitido decidir conscientemente.
No era tan diferente el tema de mis poemas, en 1990, cuando a poco de los cambios en la RDA y de la Reunificación alemana, escribía hacia los emigrantes de otros países. Ahora que Bekelé, emigrante sudanés se ha ido,/ imagino su barba en la densa niebla berlinesa,/ ahogada de sueños y cigarros./ Le dije: El país de los pinos no podrás amar./ Los molinos que antaño cribaban el trigo/ están rotos./ Los vientos nocturnos los hacen ahuyentes./ La ciudad tritura el despertar de los viajeros./ Los carnavales de los ríos de tu país son inigualables./ El paisaje caliente está en tu corazón./ El hielo es dentado y pone tus pies en partida./ No creas en sirenas, porque ellas te atan / a las proas de sus naves, / y aunque pongas cera a tus oídos,/ señalaran siempre la partida./ La ciudad tritura el despertar, tu piel marcada de arena./ Alemania no es país para emigrantes.
Tampoco, lo fue, ahora, a lo observado por Arturo Prado Lima, cuando por los años ochenta, me detuve ante el corazón de la nueva ciudad que conocía, el West Berlín, como llamamos, en ese entonces, a la zona colindante con la capital de la RDA. Allí pude ver la lógica que constituía y que imprimía el movimiento de esa ciudad, adecuada, en ese tiempo, a los valores de vida comercial y de la gente… Me da vértigo el transitar de los anuncios./ Los peatones vienen y van. Se detienen. / El neón ilumina bocas y tórax/ en la intimidad pornográfica./ Me digo, si alguien ha descubierto/ su propio retrato en una esquina,/ si ha compartido esa sensación cuadrumana/ del revólver que alguien sostiene en una funda./ La memoria parece perder en un anuncio/ su propio instinto, su propia historia./ Ku-damm. Miro la calle hasta perderme./ Me digo: Este acento no es el mío./ Aprieto mis puños contra una piedra.