Hace 92 años, el 17 de diciembre de 1930, en el Teatro Imperial de la ciudad de Pasto, se celebró una velada de gala con el fin de recordar el centenario de la muerte de Simón Bolívar. Para esa ocasión, el músico José Antonio Rincón organizó una orquesta con más de cincuenta integrantes. En la siguiente fotografía, que retrata el evento en cuestión, puede observarse al director, en medio de las jóvenes violinistas; detrás de ellos figuran los músicos y, en el extremo izquierdo se encuentra, vestida de negro, Cristina Rincón de Quintero, la pianista que acompañó a la orquesta y que, gracias a su talento musical, ganó un lugar especial en este importante concierto.
Aproximadamente entre 1920 y 1945, Cristina Rincón de Quintero fue una de las músicas más destacas de Pasto. Su amor por la música y sus habilidades en la interpretación fueron reconocidas por las personas que la conocieron. Disfrutaba ejecutando el piano, cantando y componiendo. De acuerdo con Marta Díaz del Castillo de Rincón: “Interpretaba el piano con mucho entusiasmo y con gran acierto”.
Cristina Fabiola amaba la música, que fue parte integral del entorno en el que creció. Nació en Pasto en los últimos años del siglo XIX. Su padre fue el barbacoano Juan José Rincón, quien era una persona alegre, músico y cuyo último deseo antes de morir (1929) fue escuchar, en la vitrola, una y otra vez, el tango uruguayo “La Cumparsita”. Su madre, Polonia Gálvez, era hermana de los intelectuales pastusos Wanceslao y Florentino Gálvez. Los descendientes del matrimonio Rincón Gálvez heredaron la vena artística de la familia: el mayor fue José Antonio Rincón, músico, compositor, interprete de piano, profesor de música y director de la Banda Antonio Ricaurte, entre otras agrupaciones musicales. Nemesiano Rincón se desempeñó como abogado, miembro del Centro de Historia de Pasto y músico; en 1933 recopiló interpretaciones antiguas en un manuscrito, aún inédito, titulado: Impresiones de Arte, aunque varias de las partituras han sido publicadas por diversos autores. Agripina, otra de las hermanas Rincón Gálvez, ejecutaba el arpa. En el hogar, la familia pasaba agradables ratos interpretando música, mientras los hijos hombres, con la orientación de varios profesores, perfeccionaban el arte que aprendieron, en parte, en el colegio del Seminario, dirigido en aquella época por los jesuitas.
En el caso de Cristina, se desconoce quiénes fueron sus profesores de música. Posiblemente estudió en el colegio de las Bethlemitas en donde, entre otras asignaturas, se impartió piano, canto y declamación. Debido a su talento, su amor y su disciplina para estudiar piano, se convirtió en una excelente interprete. Para su familia era un referente de excelsa música. Años después en la década de los sesenta, su sobrina nieta, María Antonieta Mora de Prado, era animada por su tía Aída Rincón, cuando estudiaba piano, con la siguiente frase: “Toca como la tía Cristina”.
Con seguridad, ese nexo vital con el arte influyó en su decisión de contraer matrimonio con el músico barbacoano y compositor de villancicos Jeremías Quintero. María Antonieta Mora de Prado afirma: “La influencia de Cristina fue fundamental en la consolidación de su esposo como compositor: era su promotora e inspiradora, corregía las partituras e intervenía en las letras de los villancicos. Le daba ideas acerca del ritmo”. Su nieto, el señor Jorge Delgado Quintero y su esposa María Cristina Bernal comparten esas afirmaciones; aunque cabe destacar que, para Jorge, su abuela fue mejor pianista que su abuelo.
El matrimonio se entendía bien, en las primeras décadas del siglo XX, constituyó una de las parejas intelectuales más conocidas de su ciudad. En 1974, el profesor y escritor Temístocles Pérez Delgado, escribió sobre ellos: “[…] Cristina R. de Quintero con su esposo don Jeremías Quintero sobresalieron como distinguidos pianistas”. Además, eran sociables y sencillos, su residencia cercana a la iglesia de San Andrés fue una casa en donde se celebraban animadas veladas musicales, en las que Cristina era al alma de las reuniones. Yolanda Martínez Santacruz recuerda cómo sus padres, Luis Eduardo Martínez y Enriqueta Santacruz, participaban de esas veladas en donde los invitados interpretaban diversas piezas musicales, además cantaban, bailaban, reían, declamaban y hablaban de temas de arte y de la vida cultural de la ciudad. Jeremías recitaba, otras veces improvisaba y se acompañaba del piano.
Cristina Rincón y su esposo Jeremías Quintero. El sentido del humor se refleja en el reverso de esta foto que dice Cristina Cucho de Quintero.
El matrimonio compartió un afecto profundo por Emilia, su única hija. En 1945, se radicaron en Bogotá, junto con Emilia, su yerno Jorge Delgado Martí y su nietecita Ana Cristina. En esa ciudad nacieron sus nietos Jorge y Emilio. En Bogotá el matrimonio continuaba con sus actividades: el compositor daba clases de piano y afinaba pianos. La dama era contratada como pianista para amenizar actividades solemnes en los colegios; además, en los teatros ejecutaba el piano mientras se trasmitían las películas de cine mudo. Para sus nietos, Jorge y Emilio Delgado Quintero, sus abuelos formaban una pareja encantadora. En infinitas ocasiones, en la sala de la casa, Cristina interpretaba el piano y su esposo ejecutaba la flauta; en otras ocasiones, los dos cantaban. Alrededor de 1963, un cáncer se llevó la vida de esta admirable mujer. Murió en Bogotá; su esposo le sobrevivió algunos años más.
Si bien algunas mujeres colombianas de los primeros años del siglo XX aprendieron a interpretar instrumentos musicales, por diversas razones y a medida que pasaba el tiempo, terminaron por dejar de lado ese arte. No es este el caso de Cristina Rincón de Quintero, quien con la música mantuvo una relación permanente a lo largo de toda su vida.
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Nota:
Este perfil se construyó en el transcurso de algunos años de trabajo investigativo y fue posible gracias a la generosa colaboración de: Marta Díaz del Castillo de Rincón, María Teresa Salazar de Rincón, Juan Bosco Rincón, Jorge Delgado Quintero, Emilio Delgado Quintero, María Cristina Bernal, María Antonieta Mora de Prado, Mariela Rincón de Zarama, Juan Bosco Rincón y Yolanda Martínez Santacruz.