Muchas versiones y cantidad de análisis sobre el incremento del terrorismo en Colombia y, en especial, en nuestro departamento, Nariño. Reflexiones acertadas por parte de varios sectores o gremios, los cuales rechazan la ola de violencia, sin embargo, también se presenta un tinte político en los discursos, y la famosa emoción política sale a relucir, si es gobiernista o está en contra de Petro.
Para algunos, la inseguridad crece, porque esos grupos delictivos quieren presionar al Gobierno para que más adelante puedan sentarse con poder del terror. Otros atribuyen a que hay peleas del territorio entre varios grupos alzados en armas, sobre todo, en lugares en donde el ELN está llegando.
Varios analistas también exponen que dicha violencia es una presión al Gobierno, para que no permita que el valor de la coca siga cayendo, hay sobreproducción, porque, sencillamente, las vías de salida se cerraron. Y eso, no creo que por tanta coincidencia, se empezó a dar desde que la cúpula militar fue despedida, en otras palabras, el revolcón que llaman; ¿se acuerdan?, tantos generales destituidos u obligados a renunciar.
Otros citan que se incrementó el terrorismo porque estamos en época electoral, y pues el miedo es un eje fundamental para tomar decisiones al momento de votar. Todo es válido, tristemente, para llegar al poder, por eso es interesante pensar a quiénes les conviene sembrar terror…
Así mismo, más analistas coinciden en que el país siempre ha estado en violencia, y que ni Duque la pudo controlar, no obstante, hacen un llamado a que se reflexione sobre la prioridad de los medios de comunicación para presentar estas noticias. Es un principio periodístico hacerlo, pero en todos los gobiernos.
Ahora bien, independientemente de todo esto, lo único cierto es que los afectados somos los ciudadanos de a pie, rechazar la violencia desde un escritorio o desde el capitolio es fácil. Por eso mi llamado es a que mientras el Gobierno se toca los pantalones, cuidémonos entre todos, eviten estar en sitios que pueden ser noticia bélica, porque para el poder, su vida y la de su familia no valen, rotundamente, nada.