Se vivieron unos comicios electorales en Ecuador donde sucedió lo previsible: una votación ventajosa en favor de Andrés Arauz (correista) con el 31,5 por ciento, mientras que se evidenció un empate técnico entre los dos candidatos que seguían en favoritismo: Guillermo Lasso (creo PSC) con el 20,05 por ciento y Yaku Pérez (Pachakutik) con el 19, 85 por ciento. Estos resultados aseguran una segunda vuelta o balotaje.
Para que se logre el triunfo en primera vuelta, se necesitaba que uno de los contendientes obtuviera el 50 por ciento de la votación o el 40 por ciento con una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el segundo. En este caso las cosas no se dieron, y Arauz estuvo muy lejos de ganar en primera vuelta. No obstante, y de acuerdo como se han dado las cosas en Ecuador, Lenin Moreno apenas tiene una aceptación del 7 por ciento; su impopularidad es asociada con el candidato de la derecha.
De mantenerse esa tendencia y no haber un factor extraordinario, el presidente de los ecuatorianos sería Arauz, teniendo en cuenta que los votos de Yaku Pérez (en su gran mayoría) se sumarían al correísmo, teniendo en cuenta algunos factores que se han visto seriamente marcados en el último periodo constitucional.
Lenin Moreno a pesar de haber sido vicepresidente de Correa y luego de éste ser su mentor para obtener la Presidencia, dio un giro a la derecha traicionando su compromiso de gobierno, lo que hizo que la población se sintiera seriamente lesionada en sus intereses. Las medidas tan antipopulares como la presentación del decreto 883, en el cual se estipulaba la eliminación de los subsidios a las combustibles, condición impuesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para garantizar el desembolso de un empréstito de 4.200 millones de dólares.
En el mencionado decreto, venían estipuladas otras medidas como el recorte de la jornada laboral para supuestamente generar un mayor empleo. El alza en el precio del galón de gasolina fue el detonante para que en octubre de 2019 la población ecuatoriana, con una gran mayoría indígena, se levantara en grandes protestas que pusieron en jaque el gobierno de Lenin Moreno, a tal punto que tuvo que trasladar la sede de gobierno a Guayaquil, donde encontraba mayor respaldo de los empresarios.
Ecuador ni Latinoamérica le perdonan a Moreno tal despropósito, por eso estas elecciones fueron la oportunidad para pasarle la cuenta de cobro y respaldar al candidato propuesto por Correa. Además al expresidente se le creó una treta en la que se lo enjuició por corrupción en una sentencia ejecutoriada que lo llevaría a prisión. No era más que para inhabilitarlo y sacarlo del escenario político.
Ecuador está viviendo lo mismo que se vivió en Bolivia con Evo Morales. A Evo, después de permanecer en el poder durante 14 años, lo obligaron a renunciar por parte de un boicot propiciado por la OEA y la motivación a las fuerzas militares y policía para que atentaran contra su vida, bienes y familiares. Este es un claro golpe de Estado propiciado por la derecha boliviana, y en su reemplazo pusieron a Jeanine Añez, una fanática religiosa que gobernó durante un año de facto en medio de la violencia y con el peor de los manejos a la pandemia en el mundo.
Ahora Ecuador sigue ese mismo rumbo, si definitivamente gana las elecciones Andrés Arauz en el balotaje, lo más seguro es que Correa vuelva a su país, donde le tienen impedido visitar porque lo apresan. Los juicios sumariales que se les siguió, en sus respectivos países, tanto a Correa como a Evo tienen tantas inconsistencias porque se juzga a una parte y no a las verdaderos responsables, es el caso de Odebrech que logró permear las estructuras estatales mediante engaños.
Ahora tendremos que esperar al 11 de abril, fecha señalada por el CNE para la segunda vuelta: en este caso las cosas no están reñidas, el modelo social tiene que echar al traste al modelo neoliberal.