Dice Andrea Jiménez, redactora de El País de España, que «los negocios dedicados al sector (de la fotografía analógica) han visto cómo sus costes se han triplicado en el último año, ha aumentado la demanda e incluso ha habido desabastecimiento de carretes».
Cita para ello la experiencia de Marta Arquero y Cristóbal Benavente, en la tienda-estudio-galería-academia Sales de Plata de Madrid, un espacio que puede equipararse a los que se han abierto en otras ciudades. Mis hijas, por ejemplo, asistieron en el invierno pasado a un curso de fotografía que podía ser analógico o digital en El Centro de La Imagen de Zaragoza. Se lo pasaron en grande.
En Bogotá podríamos citar unos cuantos espacios como estos españoles: un almacén de insumos y equipos fotográficos en el barrio Modelia, la escuela Zona Cinco en La Soledad, o uno que me encanta: el supermercado Superfoto en la calle 22 con carrera 5. Pero insisto, hay varios que, ahora con el emprendimiento «alborotado» quieren volver a vivir aquellos tiempos de cuarto oscuro, carretes y diafragma.
Carmen Novo, de La Voz de Galicia, quien también ha investigado sobre el fenómeno, cita a Pili Ugarte, de Foto Loly, quien habla de la pandemia como posible causa de este renacer. Y se refiere a dos grandes marcas, las sempiternas Kodak y Fuji como monopolizadoras de un mercado que en este momento no da abasto. «Un carrete que antes estaba en seis euros llega a diez», dice Ugarte. Esos son casi 50.000 pesos colombianos.
Con la fotografía ha sucedido lo mismo que con los discos de vinilo. Estaban ahí, nunca se fueron, pero gracias al coleccionismo y al desahucio del concepto «álbum» en aras de las canciones sueltas en mp3 y plataformas en streaming, ha tenido un Revival en los últimos años. Y ese Revival ha traído consigo efectos inesperados: un Boom de tocadiscos de todas las gamas, estilos y precios; y una necesidad de fabricación de vinilos que no está suficientemente satisfecha. Las pocas fábricas existentes no dan abasto ante tanta demanda. Y estas no pueden ampliar su servicio, entre otras cosas, por la falta de suministros.
El retorno de lo analógico ha llegado con demasiada fuerza ante un mundo que no está preparado para ello. No es un asunto nuevo. Durante la Segunda Guerra Mundial la producción de vinilos escaseó debido a que los materiales con que se fabricaban iban destinados a componentes de la industria bélica. Y durante la pandemia el comercio electrónico creció hasta las nubes, pero no había cajas suficientes para tanta compra. Amazon monopolizó su fabricación y eso afectó otras industrias que dependen del papel, como la editorial, por ejemplo.
Pero vamos por partes. En el caso de la fotografía, también hay experimentos tecnológicos y nueva creación de cámaras que respondan al nuevo Boom. Fujifilm creó la cámara Instax Mini Evo, un híbrido que combina lo digital y el proceso químico de revelado. Es muy casera, por lo que está más cerca de una Polaroid de revelado instantáneo en papel que de los experimentos híbridos profesionales de Sony A.
Otro punto es la falta de suministros. El año pasado los almacenes y tiendas de carretes clamaban por más, los principales fabricantes no daban una respuesta clara. Kodak finalmente optó por ofrecer carretes en blanco y negro, aduciendo que no podía fabricar de color tantas como desearían. Fuji, en cambio, dice que esperen, que están en un plan de crecimiento. Entretanto, la gente sigue demandando el famoso carrete Fujifilm C200, uno de los iconos de la industria.
La respuesta, según parece, está en los negocios alternos de la materia prima. La película de un carrete de color está compuesta por ocho capas que se fabrican en gran medida con acetato de celulosa, pero como este producto es básico en la industria de la moda, la casa Eastman, dueña de Kodak, ha enfocado todas sus baterías hacia el sector textil. Hace poco adquirió una fábrica en Barcelona para abastecer al grupo de ropa Zara.
Pero eso ha robustecido a pequeños fabricantes en diferentes partes del globo. Lo analógico es una importante fuente de ingresos en República Checa, por ejemplo, donde hay fábricas de vinilos para la industria discográfica, y fábricas de carretes en blanco y negro para la industria fotográfica.
Lo mejor de todo esto, sin duda, es la formación, algo que adolece el mundo del vinilo. Tal como expuse hace poco en una charla en Bogotá durante el BIME en la Universidad EAN, nadie da clases de conservación y fabricación de vinilos. Pero si que hay formación académica en la fotografía analógica y no sólo en aulas sino vía YouTube. Esto, sin la menor duda, es de aplaudir.
Yo pertenezco a la cohorte demográfica conocida como Baby Boomers. Tanto mis contemporáneos como los pertenecientes a la Generación X vivimos el paso de lo analógico a lo digital con sus miles de experimentos (Betamax, MiniDisc, Cassette, en fin). Por ello somos capaces de valorar en su justa medida las ventajas y desventajas del mundo digital de hoy.
El ver a nuestros hijos (Millennial, Zillenial, Generación Z o Generación Alfa) tratando de entender esos funcionamientos analógicos es muy satisfactorio, porque de esta manera están valorando la importancia del origen y la creación, la importancia del pasado como fuente de aprendizaje para el futuro, la dificultad de conseguir algo. A mi personalmente me parece extraordinario.