Verdad, tan poca y tan dolorosa

 Dentro de pocos meses conmemoraremos la vida y lucha de Adriana Benítez, la inolvidable líder estudiantil nariñense. Su vida, o más bien, su muerte, fue la primera muerte de una lideresa estudiantil que conocí de primera mano. Lastimosamente para el país -y para mí-, no ha sido la última. Su asesinato se produjo el sábado 14 de octubre del año 2000 en pleno centro de Pasto. Los autores, el Bloque Libertadores del Sur de las Autodefensas Unidas de Colombia. El motivo, su valerosa intervención en las audiencias públicas en los diálogos de San Vicente del Caguán donde miles de estudiantes levantaban la bandera de la paz. Esto lo supe años después cuando me sume al movimiento estudiantil, convencido -como lo sigo estando-, de la necesidad de construir una Nueva Colombia. En aquella época, con tan solo 12 años, mientras me llevaba mi padre al colegio por la carrera 25 a la altura de la Plaza de Nariño el martes 17 de octubre de 2000, apenas atiné a formular un gran por qué.

Ya en el movimiento estudiantil en el segundo lustro de la década del 2000 hice mía, porque la sentía como propia y me salía con especial fuerza, una consigna que dice así: “Mi voz, la que está gritando. Mi sueño, el que sigue entero. Y sepan, que solo muero, si ustedes van aflojando, porque quien murió peleando, vive en cada compañero. Por nuestros muertos, ni un minuto de silencio, toda una vida de combate”. Siempre he creído que la generación a la que pertenezco fuimos las y los jóvenes que nos politizamos en el marco de la seguridad democrática, pero fue especialmente la generación que nos antecedió la más perseguida, estigmatizada, asesinada, desaparecida y torturada. Por ellos y ellas, siempre quise gritar más fuerte, continuar soñando. Me resistía a aflojar porque sentía que les fallábamos. No podíamos guardar silencio. Gritar. Soñar. Resistir. Denunciar. Se convirtieron en mi mantra y jamas perdí la esperanza de que Colombia toda conociera la verdad de la boca de quienes arrebataron hijos, amigos, hermanas, padres, camaradas por atreverse a pensar distinto, por querer una Colombia nueva.

Nada nuevo bajo el sol. Las declaraciones del paramilitar Salvatore Mancuso ante la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP hace mucho las conocíamos. Las conocíamos porque en su momento las denunciamos. A los estudiantes de entonces nadie nos creyó, pero continuamos gritando la verdad, soñando la justicia, resistiendo al olvido, denunciando a los responsables y combatiendo la ignominia. Hoy llega esa verdad en un marco único, en una correlación de fuerzas políticas altamente inestable que puede conducir a profundizar la polarización o contribuir categóricamente a la reconciliación nacional. Esta última, la opción de quienes creemos que el presente y futuro de Colombia no puede ser la guerra, la pobreza y la desigualdad, pasa necesariamente por hacerle frente a la verdad como sociedad, por dura y cruenta que sea.

En memoria de Adriana Benítez, la luchadora que jamás murió porque inspiró nuestra voz, nuestros sueños. No hemos aflojado ni un solo instante compañera.

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