Por Fabio Luis Chacón Torres.
Marzo 16 de 2023
En la medida en que avanzan los procesos de las reformas, de la Paz Total y demás programas y políticas del Gobierno encaminados a materializar el Cambio, comienzan a deslindarse las diferentes fuerzas que al principio resolvieron con aparente firmeza hacer parte de la Coalición de Gobierno. Esas mayorías en las que los partidos Liberal, Conservador y de la U fueron claves, son ahora dudosas, escalando más rápido de lo esperado hacia la certeza de que la verdadera Coalición es en realidad una minoría, incapaz de hacer que los procesos salgan adelante, de la forma como lo desea el gobierno.
¿Qué hacer en este caso?, pregunta difícil de responder para el Gobierno: ¿la movilización social?… Quién sabe. El peso de la duda recae en la capacidad de convocatoria entre la gente, que pueda tener el gobierno y la fuerza progresista que lo respalda, cuando los estudios de opinión indican que la favorabilidad de Petro desciende y en términos generales y por un cúmulo de razones, cuando en el corazón del pueblo el amor por su presidente no es un idilio, sino que cada vez es todo lo contrario.
Lo anterior confirma aquello que ya es una insistencia: que la llegada de Petro al gobierno, no significa que se le haya arrebatado el poder a la oligarquía que ha gobernado Colombia desde la Independencia y que mucho menos acertado, es decir que sea la Izquierda la que está en él. No, este es tan solo un momento coyuntural que debe ser aprovechado para SEMBRAR las SEMILLAS de algo que a mediano plazo –ojalá– modifique de modo esencial el derrotero histórico de nuestro País.
El tema es EL PODER… disertar sobre el poder tiene la complejidad que encierra la definición misma del término. Partamos, sin embargo, de un concepto sencillo y digamos que poder (sustantivo) es la capacidad de alguien para incidir en la voluntad de los demás. Hasta aquí no estamos diciendo de plano que el poder sea malo, dependiendo de las intenciones de quien lo ejerce, esa voluntad incidente puede encaminarse al progreso social, pero también hacia la dominación. Y ese es el caso de Colombia y de América Latina entera, que quien ha ejercido el poder lo ha hecho para SOMETER, con un interés más centrado en la codicia del dinero que en la vanidad de la política. El tema se agudiza si ese “quien lo ejerce” no está solamente en el espacio de nuestras fronteras, sino en el del mundo entero.
–Está difícil la situación, vecino, no sé qué vamos a hacer, tanta inseguridad, vea, dizque el tiempo del “cambio” y estamos más jodidos que nunca, que desgracia la nuestra, vecinito. Pero qué le vamos a hacer, es el destino que nos tocó ¿cierto?
–¿Está seguro vecino?…
–Ya me va a hablar de política vecinito, no, no, no, usted sabe que a mí eso no me gusta, la política es para problemas. Más bien hablemos de futbol.
–Huy si, ¿sí se dio cuenta que Linda Caicedo quedó como la mejor de América?, yo me alegré mucho vecino.
–Vea vecinito, yo como que de esa niñita tampoco quiero hablar, si, desde que vi esas foticos donde aparece que dizque con la novia… este mundo está perdido vecino.
Es un pueblo sometido… y desde siempre. Es que el poder descansa sobre la base de la economía y la política, pero se soporta sobre la columna de la mentalidad.
Se ha escrito al respecto desde la sociología, la antropología, la filosofía, la psicología, hasta de la biología. El ejercicio del poder no es tan espontáneo, la clase dominante ha diseñado recursos para afianzarse en él desde siempre. La especialización en el LENGUAJE y las COMUNICACIONES ha sido esencial. Nos parece absurdo que el pueblo alemán se haya hecho el de la vista gorda y que en parte haya apoyado el holocausto nazi, pero resulta comprensible si miramos la propaganda del sistema diseñada por un genio de las comunicaciones como Goebbels.
En la época de las monarquías, con tanta población analfabeta, EL LENGUAJE era el de las cicatrices en el texto de los cuerpos torturados o de los cuerpos en el momento de la ejecución, expresando terror. Eran los tiempos de la muerte cotidiana (lo muestra Maurice Druon en Los reyes malditos), tan cercana a las personas que la conmoción de una ejecución pública solo llegaba con el ingenio del mayor dolor posible: lenta, muy lenta, yendo por partes, el despellejamiento primero, la mutilación sin afán (manos, nariz, orejas), el desmembramiento después y finalmente la repartición de los miembros por los lugares más concurridos. Un verdadero espectáculo en el jolgorio de la plaza mayor, el único entretenimiento para estos pueblos hambrientos y miserables.
Se trataba de marcar un código de símbolos y signos con el fin de causar pánico entre los sometidos por si llegaba a aparecer en sus locas cabecitas la tontería de oponerse. Eso caló en la gente y se volvió una cultura, también ocurrió a su manera, por estas tierras desde la Conquista hasta la Independencia, acordémonos como se acalló la insurrección de los comuneros no solo en El Socorro (hoy Santander), sino en Túquerres (hoy Nariño) y en otras partes del País.
Después de las monarquías EL LENGUAJE del poder no busca el texto del cuerpo, sino el de LA MENTE. Una red sutil de códigos se difunde hasta incorporarla a la cotidianidad, a las costumbres, al concepto del bien y del mal, del buen proceder, de la sociedad civilizada, de tal modo que la gente llega a creer que se trata de la CULTURA de un pueblo y de esta manera acata con facilidad la voluntad de quien ejerce el poder, declinando voluntariamente a lo que podrían ser sus quereres auténticos. Los sometidos al poder se pliegan a él como si eso fuera un orden natural, dice Byung-Chul Han, el filósofo que más se menciona en la actualidad.
Los ejemplos llenan libros y libros. Ronald Reagan en los ochentas, encontró en el “terrorismo” al enemigo externo perfecto (a la manera orwelliana), para reemplazar el de la Unión Soviética que dejó de serlo tras la caída del “Muro de Berlín” y le declaró la guerra con el argumento de que era la plaga de la edad moderna. “terrorismo”, “plaga”, dos palabras, dos conceptos claves que, a la vez, dejan en la mente de las personas la idea de un peligro grave al que todos estamos expuestos, y bloquean cualquier raciocinio sobre las posibles causas (causas en las que Estados Unidos y Europa han sido determinantes): “¡se trata de una plaga señores!, hace parte de la misma naturaleza, surge por generación espontánea, ¡pues nada que hacer, está hasta en la Biblia hermano!”.
Con la “abnegada lucha contra la plaga” heredada por Bush, impulsada por los atentados del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos invadió países, con el apoyo “patriótico” de una opinión pública estadounidense, convencida, por efecto del manejo apropiado del LENGUAJE y las COMUNICACIONES, de que eso hace parte de la “lucha por la libertad mundial”, una responsabilidad, una “obligación encomiable” que su país adquirió por ser la nación más poderosa de la Tierra (no todo pueden ser ventajas). Son pocos en Estados Unidos y en Europa (con un “destino” semejante) los que entienden que detrás de todo no está sino el propósito de la HEGEMONÍA ECONÓMICA, que han buscado desde siempre las superpotencias.
En Colombia, sin aludir una historia repleta de ejemplos, otro genio, el sofista perverso, fue capaz de configurarse como “El gran hermano” de la novela de Orwell, a través de un manejo hábil del lenguaje y las comunicaciones, incluyendo, como en la novela, las figuras del indispensable enemigo interno y el enemigo externo, como elementos disuasivos. Como Reagan y como Bush, le declaró la guerra también al “terrorismo”, palabra a la que enyuntó “castro-chavismo” para cobrar originalidad y el necesario carácter local. Circunscribió así en estas palabras mágicas, en estos conceptos, a todos los que se le opusieron: además de la guerrilla, la protesta social, los periodistas que osaban denunciarlo, los sindicalistas y todos los inconformes. Muy hábil, desligó así los fenómenos de sus verdaderas causas. Con la síntesis en la nueva semántica de las palabras castro-chavismo y terrorismo, logro sembrar la idea de que allí estaba la causa de todos nuestros males, no eran las oligarquías las culpables, sino el castrochavismo terrorista, pero allí estaba él para defendernos (el Gran Hermano) y por supuesto, la legitimación de sus medios: el paramilitarismo justificado, los falsos positivos justificados. Así como se llegó a decir de Reagan en Estados Unidos: un coloso cuyo “espíritu parece marchar por el país, observándonos como un fantasma afable y amistoso”, se dijo de Uribe: “el hombre de la mano firme y el corazón grande”. Y por debajo de todo, la misma corrupción de los políticos y los particulares, el mismo enriquecimiento ilegal de los terratenientes, la misma trampa de los empresarios y los industriales a la hora de pagar los impuestos, la misma injusticia, todo lo mismo.
¿Cuánto habrá todavía, se pregunta uno, de esto en la cabeza de los colombianos?, tal vez mucho, tal vez todo.
–Pero si eso es así, entonces estamos perdidos, socio… apague y vámonos.
–Tiene razón. Si así de simples fueran las cosas, no habría nada que hacer, pero, son más complejas de lo que parecen hermano, sobre todo en lo social.
Byung-Chul Han dice que el poder alcanza una estabilidad elevada cuando se presenta como “uno” impersonal, cuando se inscribe en la “cotidianidad”. No es la coerción, sino el automatismo de la costumbre lo que eleva su eficiencia. Un poder absoluto sería uno que nunca se manifestara, que nunca se señalara a sí mismo, uno que, más bien, se fundiera del todo con la obviedad. El poder brilla por su ausencia.
Estamos hablando de la eficiencia del Poder, entre más eficiente más sutil, menos perceptible; entre más ineficiente más impositivo, más coercitivo. Si bien en Colombia el Poder no ha salido jamás de las manos de la oligarquía, jamás ha sido ejercido con eficiencia. Tal vez las oligarquías, tan seguras de su poder frente a un pueblo sometido desde la Colonia, con una voluntad doblegada a la de ellos, se ocuparon más de sus propias diferencias, de allí que los conservadores obtuvieron el poder cuando los liberales se dividieron, así como los liberales lo obtuvieron cuando los conservadores se dividieron.
La ineficiencia del poder guarda relación también con el hecho de que la élite en Colombia no lo ha ejercido con autonomía, por el contrario, ha sentido siempre el rigor de una mirada vigilante que viene desde el norte. Nos lo cuentan hoy en día los historiadores de cualquier tendencia (no los del marxismo-leninismo), de cómo nos llegó de Estados Unidos, a comienzos del siglo XX, las pautas en la economía y la política, para consolidar su expansionismo como naciente potencia.
Según lo explica Noam Chomsky “la voz estadounidense sobre política internacional más leída del planeta”, durante la guerra fría la credibilidad de Estados Unidos ante el mundo dependía del control que fuera capaz de ejercer en su propio continente (algo resquebrajada por la pérdida de Cuba). Con ese fin entrenaron y armaron en su territorio los batallones de élites y destinaron los recursos necesarios para imponer todas las dictaduras de América Latina como las de Brasil, Chile y Argentina, también para asesinar los curas jesuitas en El Salvador, entre ellos al arzobispo Oscar Arnulfo Romero y que en Colombia las fuerzas especiales dirigidas por William Yarborough asesoraron a nuestras fuerzas de seguridad para la contrainsurgencia, con la creación de escuadrones de la muerte y que fue de esa manera como la doctrina del derecho a combatir al enemigo interno se puso en práctica como el derecho a exterminar a trabajadores sociales, sindicalistas, comunistas extremistas y hombres y mujeres que no apoyaban el poder establecido.
De acuerdo con la teoría de la eficiencia del poder planteada por Byung-Chul Han, tampoco el poder ejercido por Estados Unidos ha sido tan eficiente, estos métodos coercitivos empleados, aquí y en todo el mundo, denotan fisuras, a lo mejor nunca el poder ha sido óptimo en su eficiencia en la historia de la civilización y eso explica que los amos del mundo no siempre han sido los mismos.
El verdadero panorama, el más ajustado a la realidad, es el que nos muestra que la fuerza del PODER, aunque reside sobre la base de la economía y la política, es fuerte en la columna de la MENTALIDAD. La gente se agita como un poseído en un terreno áspero y oscuro: dice que detesta a los políticos corruptos que son casi todos, pero su mentalidad le dice que así son las cosas y ve normal que en las elecciones se vote por ellos porque necesita de sus favores. Las angustias económicas pueden ser el impulso para la protesta hasta el extremo del estallido social del 2021, pero es normal que se declaren de derecha y que en su mentalidad esté que hay que odiar a Petro, como le pasa a tanta gente humilde en estas tierras donde vivo, que no tienen respuesta frente a la pregunta del por qué: es que eso es lo que me “nace”. Cuanta gente hoy en día cree, por su mentalidad, que la situación está más difícil que nunca, que el gobierno de Petro es un fracaso, que así va a destruir el País, incluso claman un golpe de estado.
La mentalidad ocupa la mayor parte en el tamaño de lo que hay que cambiar, la mentalidad de un pueblo sometido por toda su existencia, no se cambia en la levedad temporal de un solo gobierno. Lo que se haga en la economía y en la política es la base fundamental del CAMBIO por su puesto, pero puede no servir de nada, si no se atiende el soporte de la MENTALIDAD. EL LENGUAJE y LAS COMUNICACIONES no solo sirven para la manipulación mental al servicio del poder, han servido también y mucho más, para difundir conocimiento, arte y conciencia.
Que las reformas no se logren en su totalidad, que la paz no llegue a ser total al final de cuentas, que al gobierno le toque pactar con los partidos tradicionales, como está ocurriendo, no puede causar desaliento, ni dejar un sabor agrio de derrota, si lo que se llega a alcanzar durante su proceso, junto con lo que se logre en la lucha contra la corrupción y la reforma agraria, es dejar en la mentalidad de la gente la esperanza del cambio, la idea de que sí es posible, de que vale la pena seguir en el empeño, de que no se puede desistir. Esa es la SEMILLA. El terreno no es tan fértil aún, el clima no es aún el ideal, pero es lo mejor que hemos tenido en la historia, y sobre todo ¡es lo que hay!
Del exterior llega una brisa refrescante. La hegemonía económica como propósito sigue vigente para Estados Unidos y también su injerencia en América Latina y el Caribe, pero, la jugada estratégica para mantener la misma credibilidad ante un mundo con guerra a bordo (Rusia-Ucrania) ahora, no es la de oponerse con dictaduras a los gobiernos progresistas que pintan de su color la mayor parte del territorio, sino la de simular un apoyo cauteloso con el argumento de fortalecer la democracia, al fin y al cabo, ni el gobierno de Brasil, ni el de Chile, o el de Colombia o el de México, dicen que quieren acabar con el capitalismo, que no son socialistas, sino democráticos progresistas.
América Latina es hoy más alentadora que nunca en el ánimo de pensar en las posibilidades reales de cambio, lo que supondría del gobierno de Petro más cautela que beligerancia. De eso dependerá que no sean las élites las que logren capitalizar esta coyuntura para especializarse, para actualizarse, en el manejo del lenguaje y las comunicaciones en favor de su poder, como lo están haciendo en este momento, con desespero, porque no están quietos.