La autoridad moral

Sucede con mucha frecuencia. Cada vez que alguien hace una crítica a algo que defendemos, cuestionamos su autoridad moral. Encontramos con mucha facilidad algo en el pasado de quien critica y deslegitimamos su voz. La autoridad moral se convierte así en el gran juez que determina quien puede hablar y argumentar y quien no.

Es verdad que hay medios de comunicación (cito sólo este sector) a los que, como dicen en España, «se les ve el plumero». Es decir, muestran sin reparo su parcialidad en asuntos, por lo general políticos, lo cual genera dudas entre la población. Pero un medio también recoge columnas de opinión que más allá del perfil editorial, deben ser escuchadas.

El clima de zozobra nacionalista que ha marcado la vida española durante décadas, ha hecho que esas dudas recaigan en buena parte de la prensa escrita. Diarios como El Mundo, La Razón o ABC son vistos como herramientas de los gobiernos conservadores, de la misma manera que el AVUI es símbolo del nacionalismo catalán. Así, aunque en su interior haya páginas de gran valor reflexivo, están estigmatizados por aquello de la autoridad moral para hablar de algo.

Recuerdo que me pasó. Yo vivía en Barcelona y trabajaba como periodista deportivo. Solía leer el As, diario deportivo hecho en Madrid. Un amigo catalán me regañó por ello. «¿Cómo puedes leer ese pasquín asqueroso?», refiriéndose a lo que él suponía era una diatriba constante contra el Futbol Club Barcelona y una defensa a ultranza del Real Madrid. Le expliqué que el As tenía la sección de fútbol internacional más grande los diarios deportivos españoles, y que eso me interesaba mucho. Aceptó a regañadientes, pero desde entonces si veíamos un partido del Barça no se tenía mi opinión. Había perdido autoridad moral.

¿En qué nos hemos equivocado?, ¿en qué momento dejamos que este concepto nuble nuestro sentido de la reflexión? En Colombia es un hecho contante deslegitimar a quien critica por su autoridad moral, sin haberlo escuchado siquiera.

Diarios como El Tiempo o El Espectador suelen recoger columnas de ex ministros de gobiernos anteriores, quienes si hacen una crítica de los gobiernos vigentes, a los cuales ya no pertenecen, pierden legitimidad. Por ejemplo: «Ese señor no tiene ninguna autoridad moral para hablar de economía, cuando durante su ministerio casi quebró al país».

Por supuesto, no es algo que competa sólo a nuestro país. Sucede con posturas diplomáticas contantes hasta en el seno de la ONU: «los Estados Unidos no tienen ninguna autoridad moral para hablar de respeto de los derechos humanos» o «No reconocemos autoridad moral alguna a la Unión Europea para juzgar ni aconsejar a Cuba».

Según estas posturas, quien ha infringido la ley no tiene autoridad moral para exigir que ésta se aplique. La verdad es que en primera instancia, parece razonable, pero no hay mejor conocedor de ciertas situaciones que quien las ha vivido, sin importar el papel que haya desempeñado en dicha situación.

Llegados a este punto solemos confundir autoridad moral con voz autorizada. El concepto de autoridad moral viene de la antigüedad, tiene un origen religioso, pero basa su definición en las ideas de Santo Tomás de Aquino, quien hablaba de la justicia y del deber moral. Hoy en día se refiere a aquellas personas que son respetadas por su trayectoria moral y que pueden hablar sin que sean cuestionadas por sus antecedentes.

En estos tiempos de virulencia política y de constante crítica y recelo convertido en meme de redes sociales, los argumentos de alguien por muy valiosos que sean, son desestimados. Es más, ni siquiera se leen, se ven o se escuchan. Cada vez es más vox populi que medios como RCN, Caracol o Semana son tendenciosos y no deben ser tenidos en cuenta porque no tienen autoridad moral.

Esto, por supuesto, nos lleva a pensar en el papel social que ejercen los medios hoy en día y a la pérdida de lo que se conoció como «cuarto poder», cuando la autoridad de la prensa era equiparable a los tres poderes del Estado (el ejecutivo, el legislativo y el judicial). La llegada de medios alternativos online tipo La Silla Vacía, Página 10, Minuto30, Las 2 Orillas, Pulzo, KienyKe o La Noticia sin Fronteras, los han favorecido, pero el fantasma de la autoridad moral sigue pululando.

De hecho, como hubo nuevos medios que surgieron exclusivamente con el fin de hacer oposición a un gobierno en concreto, se generalizó la idea de no hacerle caso a la prensa generalista. De esta forma se cierra la puerta a cualquier argumento que vaya en contra de la idea que manejamos. Esto es parecido a un recurso del derecho en lo que se denomina sistema penal acusatorio: desmontar el argumento contrario basado en la validez del testigo.

El consultor en ciencias políticas paraguayo Luis Dávalos Dávalos, decía en el portal Ciencia del Sur, que en los tiempos que corren ya no deberíamos hablar de autoridad moral. «Los términos que aluden a situaciones verticalistas pueden resultar en rechazo de algunos y otros. Prefiero hablar de ejemplos de vida y trayectorias que dejan o han dejado sendas de mejor ser humano: veraz, justo, honesto, solidario y auténtico. Claro que existen, tomando todo el tiempo del universo como un instante, personas que nos inspiran a ser mejores humanos, no es una ilusión ética».

La reflexión no despeja el panorama, pero si nos insta a alejarnos del uso cotidiano del concepto. No debemos hablar de falta de autoridad moral sólo para ganar una discusión. Hay que aprender a escuchar, pero eso parte de la base educativa de una persona y no sé si eso se está enseñando.

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