Por Fabio Arévalo Rosero MD*
Colombia celebró a rabiar la primera medalla olímpica conseguida hace 50 años en Munich 72 por el tirador Helmut Bellingrodt, quien alcanzó la plata.Si bien era satisfactorio el país mantenía la esperanza y el sueño de algún día lograr por fin un oro olímpico. Es decir conseguir un campeonato mundial absoluto, la máxima distinción deportiva que solo es posible intentarlo una vez en cuatro años. Los países que alcanzaban el triunfo olímpico, entraban a un club muy selecto del mundo, inspirando cierto respeto y ayudando en la autoestima de su pueblo. Además era como un “indicador” de desarrollo.
Muchos intentos se hicieron con el mismo Helmut, con los boxeadores, los ciclistas. La mayor frustración, cuando el primer oro estaba asegurado en el ciclismo de pista fue justamente en el 72, con Cochise que fue traicionado por un mal colombiano que lo denunció por un falso profesionalismo. Acababa de ser campeón mundial en Italia frente al suizo Joseph Fuchs y no tenía rivales, por tanto debe considerarse el Campeón Olímpico sin medalla. Luego además haría el récord mundial de la hora.
Llegó Barcelona 92, y fue Ximena Restrepo en los 400 metros planos la encargada de darnos la medalla más espectacular, competida y sufrida, un bronce que nos supo a oro. Los intentos continuaron, sin mayores posibilidades. El oro parecía esquivo, ya que nos blanqueamos en Atlanta 96.
Por esos tiempos la atleta María Isabel Urrutia como lanzadora y con su fuerte contextura vió como nacía la halterofilia femenina, con el primer torneo realizado en Popayán a la par de un congreso científico del deporte en la Universidad del Cauca. Probó suerte y se disparó como la mejor pesista del país, en una disciplina aún incipiente. Los entrenadores sin dudarlo vieron en Urrutia un diamante en bruto. Al poco tiempo cayó en las manos del técnico búlgaro Gancho Karouchkov (fallecido recientemente) quien labraría con la máxima filigrana el camino al oro olímpico.
Tuvimos que esperar hasta la entrada del tercer milenio, al año 2000 en Sidney (Australia) para romper el mito, acabar con el ayuno y tumbar lo imposible con María Isabel Urrutia quien nos entregaría la primera medalla de oro olímpica. Una memorable gesta que se convierte en el más alto logro deportivo y que marcaría el camino para que el deporte colombiano se mostrara como potencia ante el mundo.
No hay duda, la deportista partió en dos la historia del deporte colombiano, dejando una imborrable e inolvidable huella que marcó la nueva ruta deportiva nacional. Su actuación posicionó de forma distinta al país en el mundo, pero más aún motivó a todo un pueblo con su dirigencia hacia una mayor y mejor inversión en el deporte de altos logros. De allí la cascada de medallas olímpicas que llegarían en los subsiguientes juegos.
La pesista con semejante meta cumplida tuvo un honroso retiro de la actividad competitiva, pero no del deporte al cual ha seguido sirviendo en la parte dirigencial, administrativa y técnica. Incursionó exitosamente en la política obteniendo una curul en la Cámara de Representantes, con una gestión que no pasó desapercibida. Igualmente fue candidata a la alcaldía de Cali alcanzando un destacado tercer lugar.
El sector del deporte y la educación física hoy siente cierto beneplácito y complacencia, al conocer que el gobierno entrante exalta su trayectoria al designarla para coordinar el empalme en esta área, dándole la oportunidad de aportar con su experiencia, sapiencia y sabiduría agonística. Ello tiene un profundo significado de respeto y enaltecimiento del deportista por su esfuerzo cotidiano en cabeza de una figura tan emblemática como lo es María Isabel Urrutia.
Es cierto “al pueblo lo que es del pueblo”, pero para el deporte, quien lo representa legítimamente. La Campeona Olímpica, no solo es eso, ha construido una trayectoria en el campo dirigencial y deportivo, con credenciales suficientes para ocupar cualquier dignidad.
*Presidente, Sociedad Colombiana de Ciencias del Deporte.