La delgada línea entre la Paz Total y la Guerra Total

El historiador italiano Domenico Losurdo, a pocos años antes de morir, publicó una  obra que cabalga entre la historia de las ideas y la historia de los intelectuales. Este interesantísimo trabajo se titula Un mundo sin guerra. La idea de paz, de las promesas del pasado a las tragedias del presente (2016). Más allá de realizar una reconstrucción histórico-filosófica de la idea de la paz, Losurdo reflexiona sobre la relevancia de esta idea y cómo la concibamos, para comprender el pasado e imaginar el futuro.

Traigo este trabajo a colación porque como Estado y Nación nos podría ilustrar mucho. En los últimos sesenta años hemos oscilado entre la confrontación armada y la negociación política para intentar solucionar el conflicto armado que aun padecemos. Lo queramos o no, la paz continua siendo el gran tema en nuestro país, de ahí la importancia de detenernos a reflexionar sobre esta idea en abstracto, pero ante todo sobre la forma que ha cobrado sentido en el marco del gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez.

La idea de la totalidad que se ha atado a la de paz, si la tomamos en su primera acepción que nos remite a la inclusión de todos los elementos o partes de una cosa resulta temeraria; pero también, si apelamos a su tercera acepción: conjunto de elementos o partes que forman un todo, nos encontramos inevitablemente en una encrucijada, la cual no es otra que equiparar todas las expresiones de violencia organizada que hoy tienen lugar en nuestro país.

La temeridad de la idea de Paz Total se deriva en gran medida de la multiplicidad de violencias. Su heterogeneidad y complejidad encierra la pulsión de Guerra Total, en tanto la difícil tarea de lograr la totalidad hace más factible el fracaso que el éxito, llevando en su interior de manera latente la opción por la “salida” violenta a las múltiples violencias, ya que la idea de Paz Total no expulsa de nuestra política el uso de la violencia.

Hace no muchos años, quien presidiría la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad producto del Acuerdo Final de Paz entre el Estado de Colombia y las extintas FARC-EP, el sacerdote jesuita Francisco de Roux, publicó un breve ensayo denominado La audacia de la paz imperfecta (2018). Coincido con él en que el trabajo de la construcción de paz en y desde los territorios en Colombia debe ser un acto de audacia y no de temeridad, pero creo que, a diferencia de De Roux, que para ser un acto la paz debe ser tanto un valor político como un valor moral, es decir, debe atarse tanto a una propuesta política como a la conciencia histórica que conquistemos como sociedad, fundamentalmente porque esta es una idea en constante disputa. No somos una sociedad de ángeles.

La idea de una Colombia sin guerra, o más bien, la idea de que el futuro de Colombia no puede ser la guerra perpetua, es la gran disputa de nuestros tiempos. De ahí que sea tanto un valor político como moral, de ahí que la apuesta de construir paz en y desde los territorios reclame más audacia que temeridad, de ahí que no proceder de esta manera, la de por sí delgada linea entre Paz Total y Guerra Total, corra el riesgo  de estrecharse aun más.

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