Es absurdo ver a algunos nariñenses alegres y compartiendo memes porque la recién inaugurada variante de Rosas colapsó. Está bien ser opositor, pero irracional, tampoco. Échele la culpa a Petro, a Francia, al ministro del interior, a la directora del Bienestar Familiar o a quien le plazca, sin embargo, piense por un momento que esta afectación va más allá de una simple rivalidad política.
La crisis económica seguirá en Nariño por la torpeza vial ocurrida. Por supuesto que el culpable es el Gobierno, incluso, inauguró con toda alegría, no obstante, es necesario dar a conocer los nombres de los ingenieros, si así se les puede llamar a los diseñadores de esa variante. El Gobierno debe hacer público a los directamente responsables para que jamás vuelvan a edificar algo. Es extraño que los constructores no adecuaran para tráfico pesado la vía ¿Colombianada?, o ¿qué pasó?
Como ciudadano les exijo a los congresistas de Nariño y Cauca, a los gobiernos locales, a los empresarios y a las autoridades competentes, para que den a conocer a todos los comprometidos en el diseño de dicha obra, ya que pusieron en riesgo la vida de miles de personas.
Un llamado insistente a la ciudadanía: compre nariñense, así tenga el dinero, no adquiera lo que está carísimo, en especial, los productos que no tienen por qué subir absurdamente, vuelva a las plazas de mercado o cómprele directamente al campesino; lo anterior, en algo, nos puede mantener estables o evitar incrementos aprovechados.
A los comerciantes, empresarios y gremios, sobre todo, a quienes se lucran con este desastre vial. Si el derrumbe realmente le afecta en sus precios, pues súbale lo justo, usted debe vivir, pero si el valor de su producto no se impacta por el deslizamiento, sea honorable, sea buena papa, sea el antónimo de mezquino, piense en sus hijos, y no se aproveche incrementándole el costo tan solo por el cuarto de hora. Lo más preocupante de estas alzas es que después no bajan, si no, vaya y vea el valor de un panal de huevos.
Alegrarse por los errores del Gobierno equivale a viajar en avión y desear que el piloto se infarte.