Quienes amamos al deporte más hermoso del mundo, estamos muy emocionados por ver a las dos mejores selecciones que llegaron a la final. Cualesquiera que quede campeona bordará su tercera estrella. Los ojos estarán en Messi y en Mbappé, quien gane será el mejor del mundial; pero no hay que compararlos y generarles una competencia sin sentido, nosotros los hinchas únicamente debemos disfrutarlos y emocionarnos con su talento.
Tampoco considero trascendental, aunque sé que se dará si Messi queda campeón, la desatinada comparación con Diego Armando Maradona. El D10S siempre fue único como jugador y como político, no tendría sentido ponerlos en competición para ver quién es el mejor; el lenguaje del fútbol se ha transformado y nos compete aprender de ello, en especial, cuando nos envían mensajes tan contundentes como el de Cristiano Ronaldo al momento que cambió la Coca Cola por agua.
El fútbol a veces nos remite recomendaciones sociopolíticas a las cuales no les damos mayor interés, porque simplemente los resultados y la pasión del hincha siempre estarán por encima, sin embargo, alegra ver actuaciones sutiles de gran resonancia ante la poderosa FIFA. Por ejemplo, el rumor de que Qatar sobornó para quedarse con el certamen pone en entredicho al ente del fútbol, claro, no le hace ni mella, pero con el tiempo podría generar efecto mundial.
La poderosa FIFA sacó a Rusia de Qatar por la guerra con Ucrania, eso estaría bien si midiera su drástica sanción de forma equitativa, pero no hizo lo mismo cuando Arabia Saudita inició operaciones militares a Yemen en 2015, al igual que a Estados Unidos por la invasión a Iraq en 2003 ¿Por qué también no los apartó del mundial?
La FIFA posee más países miembros que la misma ONU, se entiende que la organización del balompié tiene como objetivo el dinero, es una empresa y así se admite, no obstante, en su cuesta lleva un mensaje humano y popular, y aunque respeto la cultura de Qatar, hoy no se puede premiar a una nación que no acepta matrimonios del mismo sexo ni tampoco le ha entregado derechos naturales a la mujer.
Por: Emilio Jiménez Santiusti