Me puse a jugar “lo que pudo haber sido y no fue” después de leer el poema “Lo perdido”, de Borges.
Qué tal si Giordano Bruno no hubiera expuesto la idea de la finitud del mundo, si Nicolás Copérnico no hubiera formulado la teoría heliocéntrica del sistema solar, si Eva no hubiera traicionado a Adán comiendo de la manzana prohibida, si Thomas Alva Edison no hubiera inventado la electricidad, si Alexander Fleming no hubiera creado la penicilina, si Cristóbal Colón no hubiera llegado nunca al Nuevo Mundo.
Qué tal, por ejemplo, que la gente dejara de hacer cosas por tradición o porque así se ha hecho siempre y en vez de eso cada generación eligiera de manera consciente y pensante nuevas costumbres, nuevas formas de hacer, decir o sentir.
Qué tal que todavía pudiéramos dedicarnos al oficio de cazar grifos, que cada mañana una esfinge en la puerta de la casa nos hiciera una pregunta para dejarnos salir o no, que pudiéramos transportarnos en dragones al trabajo, que nuestros vecinos fueran minotauros o que pudiéramos casarnos y tener hijos con sirenas residentes en el fondo del mar.
Qué tal si la televisión, desde el principio de sus tiempos, se hubiera dedicado a realizar programas para enseñar la filosofía; que el alimento vital de la gente fuera el conocimiento y el saber, o que la prioridad de los gobiernos fuera que su pueblo saliera del analfabetismo, a toda costa, como política o supremacía de un Estado.
Qué tal si todavía viviéramos semidesnudos y camináramos por las calles del planeta, como en playas nudistas, o que en pleno siglo XXI todavía el hombre no hubiera inventado el fuego, la rueda, el libro, el sancocho de gallina o la pizza hawaiana.
Qué tal que viviéramos al azar cada día de nuestras vidas, que solo comiéramos lo que esté a la mano, habláramos y nos relacionáramos con quien sea, trabajáramos en lo que toque, durmiéramos donde caiga la noche y tuviéramos hijos con cualquier persona.
Qué tal que todavía existiera la Santa Inquisición y que se continuara quemando a las personas en las plazas de mercado por sospecha, que no existiera de manera explícita la formulación de los derechos humanos, ni los derechos universales del hombre, ni los tribunales internacionales de justicia y que prevaleciera la ley del más fuerte para sobrevivir en la tierra.
Qué tal que no hubiéramos descubierto que el semen unido al óvulo procrea hijos y que siguiéramos creyendo que un vientre germinado era un milagro extraño en la vida de una mujer sin intervención del macho.
Qué tal si los sentimientos de amor o desamor se curaran con pastillas o inyecciones como una gripa en primavera.
Qué tal si las personas más valiosas socialmente en el mundo fueran los poetas, los artistas, los lectores y los intelectuales.
Qué tal si los seres humanos no tuviéramos la capacidad de pensar, especular, soñar, fantasear, imaginar, conjeturar, hacernos preguntas o jugar con la mente.
Coletilla: Qué tal que el presidente elegido no fuera el que es, sino el otro.