Los algoritmos

Por: José Arteaga

(Twitter: @jdjarteaga)

Decía hace poco María Mercedes Iturriaga en una entrevista para la revista Telva, «Creo que el algoritmo de Spotify conmigo cortocircuita porque hay desde Bach hasta Kendrick Lamar, pasando por Celia Cruz o algún coro de voces búlgaras. Este año, lo que más he escuchado ha sido la música de Alberto Iglesias, a quien en verano nombramos doctor honoris causa por Berklee Valencia. Tampoco falta la de profesores o estudiantes de la escuela. ¡Hay tanto talento!».

María no es cualquier aficionada a la música. Es una gran intérprete de piano, lo que ya le daría un valor añadido a sus palabras, pero es que además es la vicepresidente de Berklee College of Music, la escuela más prestigiosa de música en el mundo, que desde 1948 forma los grandes talentos del jazz, la música sinfónica y popular en Boston. María es la actual directora ejecutiva del campus de Valencia, la sede de Berklee que mira al mundo hispanoamericano y otras latitudes.

Aclaremos primero lo más obvio. El mundo rebosa de talento musical y como ya hemos dicho en esta columna, no sólo hay pop y reggaetón en la música comercial, sino muchas alternativas bailables, divertidas y atractivas. La música moderna no se divide entre lo que se vende y lo que no. Hay muchas gamas de color en el intermedio, llámense funk, llámense cumbia o llámense folktrónica.

Sin embargo tendemos a fijarnos sólo en una cosa. Recientemente en el trap, por ejemplo, y al igual que cuando hacemos una búsqueda de series en Netflix que nos aparecen recomendaciones de series parecidas, de pronto nos vemos rodeados de trap por todas partes. Es como una ola expansiva.

El caso de Shakira, para no ir más lejos. Ponemos Shakira y nos aparecen dos ondas expansivas: la musical, que nos llevará por las Music Sessions numeradas, por las Freestyle Sessions, por Bizarrap, por el Rap argentino, por la música de Quevedo y Duki… En fin. Y por otro la informativa, que nos llevará por Piqué, Barcelona, divorcio, separación, Casio, Twingo… Ya saben el resto: cada vez que abramos Google iremos por alguno de esos caminos.

Los algoritmos son la columna vertebral del SEO (Search Engine Optimization), que es la optimización para motores de búsqueda. Mediante ellos se analizan los hábitos de cientos de millones de usuarios, que se comparan y conectan usando su comportamiento histórico. De esta forma «predice» lo que quieren encontrar en el futuro.

María hace referencia a Spotify, porque esta firma sueca con apenas 16 años de existencia, es el summum del algoritmo en la música. Tiene 406 millones de usuarios activos y supera con creces a otras compañías de streaming musical como Apple Music, Amazon Music, Deezer, Tidal o Qobuz. Aún recuerdo cuando surgió y los líos de derechos de autor que tuvo hasta encontrar «el santo grial» en sus acuerdos con Universal, Sony, EMI y Warner Music.

Esa gran cantidad de canciones licenciadas (muchas de las cuales ni siquiera sus dueños saben que las tienen, ¡me consta!), sumadas a las que van subiendo los nuevos músicos que no quieren perder el tren de moda, lo ha convertido en un gigante tecnológico. El resto es cuestión de algoritmos y de una manera muy «intrusiva» de mantener a su público despierto.

Spotify hace lo que hacían los vendedores de Círculo de Lectores hace años: poner el pie en la puerta para que no se la cierren en las narices. En este caso la aplicación, si no la configuras de otra forma, se abre con tu teléfono o tu computador y trabaja en segundo plano. No es como tener un espía, pero sí como tener un motor extra trabajando detrás. No hay una mala intención de base aunque sí de forma. Spotify quiere compartir lo que a ti te gusta, pero eso está determinado por un conductismo: «yo sé lo que te conviene escuchar».

Pero como ya hemos dicho, Spotify sólo es un actor en el inmenso escenario de la era tecnológica que asistimos. Es posible que las cosas cambien el día de mañana, pero por el momento, nuestros guías de comportamiento son los buscadores tipo Google, las redes sociales tipo TikTok, las tiendas online tipo Amazon y las plataformas de streaming tipo Disney +.

El problema es que, como siempre, todo esto, que bien visto, nos facilita la vida porque buscar y buscar en el inmenso mar de Internet es muy cansado, hay otro tipo de tendencias que se han desarrollado a partir de los algoritmos.

La BBC mostró en un artículo hace un tiempo siete grandes problemas generados por los algoritmos, algunos de los cuales ya se han convertido en una forma de pandemia tecnológica. Son ellos:

La perturbación de los mercados financieros, el aumento de la desigualdad y la discriminación, la destrucción de empleos, la falta de ética y otros peligros potenciales, la distribución de noticias falsas, el fomento de los discursos de odio y a vulnerabilidad de internet. «Los algoritmos bienintencionados pueden ser saboteados por terceros», dicen los analistas de Pew Research Center de Washington, un Think-Tank o laboratorio de ideas que revisa problemáticas, actitudes y tendencias actuales.

Es el tiempo de los bots y los motores de búsqueda. Pero también, y volviendo al comienzo de este escrito, es el tiempo que no hay espacio para los eclécticos. El eclecticismo nos permite elegir «elementos de diferentes escuelas de pensamiento o teorías que puedan ser compatibles y coherentes entre sí». Esa opción maravillosa se pierde cuando nos «recomiendan» cada vez que realizamos alguna acción.

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