Los buenos y los malos

Escuchamos, por estos días de contienda electoral, a diferentes pregoneros y adeptos de los candidatos a cargos de representación popular expresar que ellos son los buenos y su oponente una especie de diablo al que la cola se le nota hasta debajo de su sotana.
Somos seres de conveniencia, todo lo ajustamos a la medida de nuestras ambiciones y limitaciones. Me expresa una bella mujer que hasta en el amor existe ese rasero que nos permite y al mismo tiempo impide alcanzar esa dicha que no se alcanza.
Los buenos denostan de los malos. Los malos se confunden con los buenos y para sorpresa de muchos esos buenos terminan siendo los más malos del paseo electoral. Cada quien vota a su conveniencia y se convence a si mismo que su decisión electoral lo ubica en territorio de bondad y promesas de redención. Ayer con los malos, hoy con los buenos, mañana en la incertidumbre de una nueva conveniencia. Todo es según el cristal con que se miren los hechos.
Lo importante es la tajada, el maniqueismo que permite encender la pasión de unos ingenuos electores que ondean banderas y otean horizontes de Leche y Miel, pero que a la postre se encuentran con la deplorable realidad de una máscara sobre todas sus ilusiones y anhelos.
Y es que en el fondo, y muy en la orilla de esa superficie electoral, lo único que existe es el interés de un cargo, un contrato, un nombramiento o tan solo la posibilidad de aumentar nuestro caudal económico o ingresar a la nomina de decisión y poder.
Tal busca vender sus proyectos de interés social. Aquel, una pauta para continuar vendiendo sus mentiras de redentor y aquellos apoderarse de determinada entidad para esquilmar las necesidades de su gente.
Pero, no me queda duda alguna, aquellos que pretenden vendernos una imagen de niños buenos e impolutos son, en realidad, unos pervertidos sociales que han usufructuado el erario hasta la saciedad. Tienen culpas y enormes pecados a pesar de oficiar misas y bendecir ostias. Esos son más dañinos y peligrosos, verdaderos criminales, que no tienen empacho alguno en contratar mercenarios para oficiar todos sus trágicos más bajos. A esos hay que tenerles miedo por cuanto tienen el alma negra y un rosario de cruces sobre su recorrido de clientelismo y burocracia.
Hay buenos que son causantes de profundas afectaciones sociales, que se han robado el presupuesto de acueductos y alcantarillados de las zonas deprimidas de Colombia, pero que posan como la misma bondad. Y hay malos que no son tan malos como esos buenos que se rodean de toda una camarilla de malandrines sin que nada les afecte su conciencia electoral.
Hay buenos y hay malos. Para algunos es simple cuestión de estrategia. Si no me dan lo que pido me cambio de bando y me declaro ungido por el mesias; si pido más y en la orilla contraria me ofrecen a manos llenas, me declaro redimido.
Entre buenos y malos discurre el sentir de los pueblos, se moldean las almas, se edifican sentimientos. Se apela a lo más simple de los pueblos y los hombres para captar su atención electoral. Un diablo se rodea de santos, un demonio jamás se aleja de sus diablos, que ensimismado en su figura proteica no cesa de declarar como malo a todo aquel que conoce sus pecados.
Ni buenos ni malos, simplemente humanos…. Demasiado humanos.

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