Maestra rural de Ancuya y escritora, Irma Amelia Zambrano Egas, es El Personaje 10.
Por: Rosa Isabel Zarama Rincón
En octubre de 2021 fui con unos amigos a visitar el municipio de Ancuya, nos encantó la majestuosa iglesia de Nuestra Señora de la Visitación obra de Lucindo Espinosa, el constructor del Santuario de Las Lajas. También disfrutamos de la amabilidad de sus habitantes, las delicias de la cocina tradicional y el paisaje; ese paseo nos deparaba una sorpresa inesperada: gracias a un amigo, tuvimos el placer de conocer a la profesora Irma Amelia Zambrano Egas quien reside en la vereda El Llano, conocida también como Ciudad Jardín.
La docente nació en el hogar formado por Luis Enrique Zambrano Acosta y Alba Alicia Egas el 30 de agosto de 1947, desde su infancia se interesó por la lectura y por la educación. En Pupiales entre 1966 y 1968, se formó en el Instituto de Promoción Social del Perpetuo Socorro para ser maestra de primaria; según sus palabras, en el Instituto aprendió a manejar el tiempo, el dinero y el hogar.
En septiembre de 1969 empezó su trabajo como profesora rural de primaria, labor que se prolongó durante 44 años hasta el 29 de agosto de 2012. En ese periodo ocupó el cargo en diversas veredas de Ancuya como: La Quinua, Cevallos, El Collal, Estanco Barrancas, Guapumag, Germán, san Antonio, El Llano, Lucero y La Loma. En su misión enfrentó y superó muchos retos: ya que en varios de esos lugares no había una edificación que sirviera de escuela, las clases se impartían en las casas de familia, pero, para que los niños estudiaran en espacios educativos apropiados, la profesora junto con los padres de familia y la ayuda del gobierno, compraron lotes para construir las escuelas. Eso ocurrió cuando llegó a El Collal y a san Antonio en donde comenzó de cero. Las dificultades aumentaban porque algunas de esas escuelas carecían de mobiliario, tableros, tizas y materiales didácticos. En esa época, los exámenes eran orales y según las respuestas de los alumnos y las recomendaciones de los padres de familia, a los docentes los volvían a nombrar en sus cargos, o, de lo contrario se quedaba sin trabajo. Además, influía el partido político al que pertenecían los docentes, la profesora Irma es militante del partido liberal, entonces, en ocasiones, los gobiernos conservadores debido a su afiliación política la mandaban a lugares muy distantes.
Durante treinta años se desplazó a pie desde su hogar hasta las diferentes escuelas, al principio sola, luego, con sus compañeras que trabajaban en veredas cercanas; por ejemplo, la vereda Germán quedaba a seis horas de camino a pie, salía de su casa muy temprano a las tres y llegaba a las nueve de la mañana, muchas veces recorrió ese trayecto bajo la lluvia y la tormenta. Sin embargo, doña Irma con la actitud positiva que la caracteriza no se desanimó y en el lugar a donde fue asignada sembró conocimiento y les dio afecto a sus alumnos; por eso, afirma con convicción: “Me fue bien a donde iba”. Siempre conservó esa mística por su trabajo aunque no fue licenciada y no consiguió escalafón.
Desde su niñez empezó a escuchar narraciones orales acerca de la historia de su municipio, que resolvió anotar, el 1 de abril de 1960 a la edad de 11 años, empezó a escribir el primer cuaderno con anotaciones históricas. Sin embargo, en 1970 o 1971, la quebrada Guaico Seco provocó una avalancha que afectó la residencia donde vivía y se llevó parte de ese material, que consignó con tanto cuidado. Desde su juventud se aficionó a la lectura, ya casada se enfrentó a la poca comprensión de su esposo a quien le disgustaba que leyera; porque según él, ese tiempo lo debía dedicar a atenderlo; en esas circunstancias, durante las noches entraba al baño con un libro y una linterna y al terminar de leer un capítulo regresaba a descansar. Considera a los libros como consejeros mudos. Paralela a su afición por la lectura, escribió poemas y acrósticos; en particular, para las celebraciones del día de la madre y clausura, a lo que se agrega que compuso coplas, trovas, poemas y libretos teatrales.
Cuando se jubiló pudo dedicarse a escribir sus libros: Sólo recuerdos (2015) que fue publicado con el respaldo de la Dirección Administrativa del departamento de Nariño; posteriormente, salió Mitos y leyendas de mi región bajo el Sello Editorial Nariño y, a finales de 2021, se publicó el libro: 3er Festival internacional de poesía del Quindío, en donde se incluyeron cuatro poesías de su autoría. Los libros son productos de décadas de trabajo recopilando, e interpretando la historia de Ancuya. La profesora no descansa, todos los martes, en su muro de Facebook continúa presentando sus investigaciones para deleite de los lectores.
Por su trabajo a favor de la educación de los niños del campo, recibió los reconocimientos del expresidente Juan Manuel Santos Calderón, de la gobernación de Nariño durante el gobierno de Camilo Romero, del Concejo Municipal de Ancuya y de los alcaldes del municipio: Álvaro Zambrano Meza, Héctor Leonel Díaz y Diego Nixon Ortiz. Además, recibió una distinción de la Institución Educativa Carlos Albornoz Rosas y del grupo de pensionados: «La Nieve de los Años».
Su recia personalidad le permitió salir avante de diversas circunstancias: las dificultades económicas, los cuidados que requirió su esposo Carlos Jacinto Acosta Caicedo con quien había contraído matrimonio en 1984 y que enfermó de Alzheimer; asimismo, superó una trombosis. Su lema es: “insistir, persistir y no desistir”. Vive rodeada de plantas que cultiva su hermana Blanca Enelia, doña Irma dueña de una personalidad generosa acoge con afecto a sus visitantes. La sociedad nariñense le agradece a la profesora Irma Amelia Zambrano Egas por su labor a favor de la educación rural y de la cultura del departamento.