Más allá del reggaetón

Un artículo de José Manuel Gómez, Gufi, en Radio Gladys Palmera, reflexiona sobre las listas de lo mejor del año que han hecho dos publicaciones prestigiosas: la revista Rolling Stone y la revista Time. Ambas sitúan a Bad Bunny en los primeros lugares, lo que es una manera de justificar la importancia del artista.

Pero dice Gufi: «La revista Time arrastra una leyenda de publicación seria. Mejor canción «Titi me preguntó» de Bad Bunny y en el segundo puesto «Delincuente» de la dominicana Tokischa junto a Anuel & Ñengo Flow. En el primer caso el machismo resulta evidente en el segundo apesta. Recordemos que Estados Unidos es el lugar donde mucha gente se toma en serio a individuos como Donald Trump, así que me pierdo la ironía».

Pero más allá de las letras de las canciones, a todas luces criticables, me da la sensación que mucha gente cree que no hay vida más allá del reggaetón, porque los líderes de opinión o Influencers, no ven más allá de sus narices. Hay muchísima música bailable, comercial, juvenil, atractiva, que podría estar en la programación de las emisoras fácilmente y en las listas de Spotify de estos Influencers, pero no lo está porque ellos son cortos de miras.

Y no hablo de pequeños nichos, sino de grandes audiencias. De géneros, ritmos y estilos que tienen millones de seguidores en todo el mundo. Fíjense en estos casos.

En Brasil triunfa el Funk carioca, que es la música de las favelas. Si YouTube es el medidor de audiencia por excelencia de los grandes Hits, divos brasileños como MC Guime, Kevinho o MC Kevin cuentan sus vídeos por cientos de millones. Es verdad que tiene elementos armónicos parecidos al reggaetón, pero una canción como País do Futebol, que es samba, tiene millones de visualizaciones.

Luego está la música sertaneja, propia del sur de Brasil, cuyo impacto es tal que tiene su propia categoría en los Latin Grammy. Hoy por hoy es el género musical más difundido en las radios brasileñas y sus principales artistas suelen ser hermanos como Chitãozinho & Xororó. Su canción Sinónimos tiene 122 millones. Y detrás va la sofrência, un estilo romántico basado en el piano y dos voces. Zé Neto e Cristiano con su Notificação Preferida tiene la friolera de 754 millones!!!

Ya me dirán algunos que todo es una moda pasajera, pero lo serdanejo ya lleva 30 años marcado hits, y ni hablar del Forró, que es la música de toda la vida en el nordeste. Alceu Valença tiene 76 años y su canción La Belle de Jour la han visto 240 millones de personas, quienes corean de memoria su repertorio en cada concierto suyo. Algo así como lo que ocurre con Willie Rosario en Cali.

Bien digamos que hay un hándicap en estos artistas y es que viven en un país con más de 200 millones de habitantes. Con lo cual, la sola audiencia local los hace batir records de cifras en redes sociales, plataformas en streaming y conciertos masivos. Es un caso parecido al de la India, con cerca de 1.400 millones de habitantes y con géneros sonoros y cantantes acordes con esa cantidad potencial de fans.

En India está la música sufí, que es un género religioso, y está la música y danza coreográfica Bollywood (si, igual que el estilo cinematográfico). Artistas como Pritam, Shirley Setia o Shah Rukh Khan son seguidos por millones. La canción Arabic Kuthu, 354 millones. La canción Brahmāstra, 359 millones. La canción Gerua, de la pareja Shah Rukh Khan y Kajol, 446 millones.

Sigamos con la escena K-Pop de Corea del Sur. Como dice el especialista José Fajardo, la artista coreana «Blackpink ha sido protagonista de uno de los fenómenos más masivos e inesperados de la industria musical, el de la expansión global del K-Pop, hoy convertido en sonido de masas más allá de Corea del Sur, desde los barrios de Madrid hasta el festival californiano Coachella».

Y vuelvo a citar a Fajardo cuando habla del Hyperpop, «esa corriente tan Generación Z que absorbe todas las influencias de las subculturas de Internet y las condensa en una música híper producida de apariencia artificial pero con una pegada inaudita». Un ejemplo es la china Alice Longyu Gao. Y está la cultura Neo-Otaku, que mezcla ritmos tradicionales asiáticos con pop moderno. «Toda una corriente musical que se está expandiendo por el planeta, salvando las fronteras invisibles de la geografía. Esto es el futuro».

En este mismo plano están los artistas de la llamada folktrónica, que es la unión de folclor andino con música electrónica: Dengue Dengue Dengue, Chancha Vía Circuito, o el ecuatoriano Nicola Cruz. Las canciones de este último o las de la cantante argentina La Yegros se cuentan por decenas de millones. Y eso que la folktrónica no es una música bailable en esencia que ofrezca atractivas coreografías y vídeo-clips impactantes.

Las mujeres latinas tiene una audiencia cada vez mayor, y hablo de aquellas que podrían llamarse cantautoras, aunque el término ya esté en desuso: la contestataria chilena Mon Laferte, por ejemplo. Su tema Tu Falta De Querer tiene 455 millones de visualizaciones. La calmada y serena mexicana Natalia Lafourcade. Su canción Hasta la Raíz tiene 333 millones.

¿Y los nuestros? Los colombianos llevamos lo que va del siglo disfrutando del nuevo tropicalismo y nuestros artistas (que no son ni Maluma, ni J Balvin, ni Reykon, ni Karol G) son cabezas de cartel en cualquier festival veraniego de Europa. Es una generación, es verdad, pero es una nueva generación con unas cifras en canciones que dicen mucho de su fama y aceptación.

To My Love, de Bomba Estéreo, 326 millones, es una de las más visualizadas, aunque no se le quedan muy atrás fenómenos como los costeños de Systema Solar, los paisas de Puerto Candelaria o los chocoanos de ChocQuibTown. Y desde luego da mucho orgullo ver el nivel de estrellato que tiene Monsieur Periné con su cumbia-manouche. Estrellato millones de visualizaciones, miles de «me gusta», decenas de canciones sincronizadas en plataformas de vídeo y lleno seguro en conciertos en todo el mundo.

Muchos de estos artistas han detonado gracias a vídeos-acústicos en estudios como el Gladys Palmera en España, Tiny Desk Concert de la NPR en Washington, o los cada vez más abiertos Playing For Change de la Unesco, grabados en diferentes escenarios.

Me queda hablar de la música ucraniana. Mientras las noticias que nos llegan son de guerra, la música asiste a la consagración de unos artistas que han llegado a diferentes ciudades del mundo por la diáspora, y han mostrado su talento y nueva forma de entender el pop. También ellos hacen una música interesantísima y seguida por millones. Si les suenan los nombres Dakhabrakha, Yana Zafiro, ONUKA, Pianoboy, Jamala, Alina Pash, Sunsay, Poshlaya Molly, Odyn v Kanoe, GO_A, Dakh Daughters, Okean Elzy, Kungs o Vladimir Cauchemar, pónganle cuidado.

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