Ninguno merece mi voto

Las campañas políticas empiezan a calentar motores, pero lo que se ve es que no hay mayores opciones para un electorado ávido de realizaciones. En la palestra pública ya se encuentran los mismos de siempre o los delfines de los de siempre. Y el problema es que al electorado lo tienen atado, porque el corrupto no es solamente el político de oficio, sino que el electorado es mañoso, con un reducido número de personas que le hace honor a la democracia con un voto programático.

La experiencia por la que acaba de pasar el Pacto Histórico con la encuesta para definir el candidato único por esa colectividad, al ganar el voto en blanco, nos indica el rechazo que tienen los políticos de oficio que saltan de cargo en cargo y de partido en partido. Ya es tiempo que den un paso al costado y dejen esas oportunidades para renovar el liderazgo político, pero como hay electores para estos viejos caciques, pues “la culpa no es del burro sino del que lo arrea”.

Lo fenomenal de este asunto es que todos actúan en nombre del cambio. Cuál cambio nos preguntamos. Este país marcha por la misma senda desde 1810, momento que nos vendieron una supuesta independencia del imperio español, cuando los mismos criollos asumieron el poder que les heredaron sus antecesores españoles, con el Rey Fernando VII a la cabeza. Pero el pueblo granadino no experimentó ningún cambio sino de amo. Y, mientras tanto, aparece la lucha entre centralistas y federalistas, con Antonio Nariño, como dirigente del centralismo, y el autor del Memorial de Agravios, Camilo Torres, con los federalistas, en un episodio de los más obtusos que vive nuestra Patria, en una lucha fratricida llamada la Patria Boba.

Vendría la configuración de lo que posteriormente serían los partidos que se mantendría en una guerra que no le pertenece al pueblo colombiano con las disputas que nos heredaron desde las épocas de las confrontaciones entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, quienes asumen los ideales de los conservadores y liberales ingleses. El primero buscando mantener las tradiciones, la religión católica y el orden moral. El otro con un claro impulso de la libertad religiosa, el libre mercado, pero también el impulso de las provincias federales, separadas de la provincia de Santa Fe.

¿Y qué es lo que se busca en la actualidad con las campañas electorales? Lo mismo que se buscaba en la Independencia: que se maten los bobos, los pobres y los fanáticos, mientras las castas disfrutan las mieles del poder.

Los candidatos de hoy en día no proponen nada que le beneficie al pueblo colombiano. Ellos, una vez elegidos, se convierten en verdugos del electorado. No proponen nada innovador. Hoy las campañas son una andanada de insultos. Muchos candidatos basan sus campañas en la denigración del presidente o del alcalde de Medellín. Pero no aportan nada: ni fu ni fa. No veo que en el departamento de Nariño haya un candidato idóneo para ocupar un cargo de elección popular: no proponen nada, están comprometidos hasta la coronilla con numerosos padrinos y partidos políticos, que lo único que harán es llegar a repartir la torta del municipio capital o el Departamento; y así no lo van a dejar gobernar. Y repetiremos la misma historia, porque no sabemos elegir, vendemos el voto.

Nos faltaría papel y espacio en la internet para mencionar cuantos candidatos son sobrinos de políticos corruptos que se roban las entidades públicas, como las dedicadas, presuntamente a salvar al medio ambiente; los que repiten ene veces en el Senado, en la Cámara de Representantes y duermen el sueño de los justos en estos recitos de la democracia. Esto es penoso. Estos no merecen nuestro voto. Castiguemos la inmoralidad negándoles el voto. No hay propuestas decentes: ¡Ninguno merece nuestro voto, vote por Ninguno!

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