Diferentes noticias llegan sobre las lenguas indígenas. Una es que Colombia está construyendo el primer archivo digital de lenguas indígenas de la Amazonía, de comento como un experimento que se puede consultar en la biblioteca digital de la Universidad Nacional.
La segunda es que el Fondo de Cultura Económica ha publicado una antología con 132 autores en 45 lenguas indígenas. La antología la ha compilado el escritor y poeta mexicano Hermann Bellinghausen.
La tercera es el advenimiento de las cantautoras en lenguas indígenas, ahora convertidos en estrellas de la canción. Voces en aymará, guaraní, mapuche, maya, náhuatl o quechua, siendo Sara Curruchich, guatemalteca ella, que canta en cachiquel, su principal representante.
Así que vamos por partes. Detrás de Sara van Kiauitzin y Rockercoatl en náhuatl, Lila Downs en maya, Renata Flores, Sylvia Falcón y Liberato Kani en quechua, ANDU en aymará, Tierra Adentro en guaraní, Linaje Originarios en embera o Aida Bossa en criollo palanquero.
Lila Downs lleva años fomentando las virtudes del canto maya y sus creaciones son una maravilla como lo fueron las creaciones de Ricardo Ray y Bobby Cruz en yoruba (Lo Altare La Araché) o de Joe Arroyo en wolof (Yamulemau).
Sobre la antología, hay que aclarar que estos poemas fueron publicados originalmente en el suplemento Ojarasca del diario mexicano La Jornada, que a su vez proviene de la revista México Indígena, que fundó Juan Rulfo en el Instituto Nacional Indigenista en 1970.
Rulfo fue un pionero en la materia. Comenzó como redactor en el INI en 1963, pasando luego a ser corrector de estilo, subdirector de publicaciones, jefe de departamento, jefe de oficina, coordinador de publicaciones y subdirector de investigación. El Instituto hoy se llama Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Y de allí se desprenden muchos de los estudios que hoy se han puesto en boga.
Sobre el archivo digital de lenguas amazónicas, vale la pena decir que hay 45 lenguas en la amazonía colombiana, una cuarta parte de las existentes en todo el Amazonas. Según la Unesco en el mundo hay 8.324 idiomas (hablados o de señas) de los cuales alrededor de 7.000 siguen en uso. Y de ellos, 6.700 son lenguas indígenas.
El problema de estas lenguas es que la mayoría están en peligro, y según cuentan los expertos «algunas en estado crítico como el magütá». Y es que muchas tienen menos de 1.000 hablantes y varias menos de 100.
Justamente ahí reside uno de los principales problemas de la preservación: convencer a las personas mayores de estas comunidades sobre la importancia de la preservación es una tarea complicadísima, porque su concepto sobre la eternidad es diferente del occidental. Nosotros queremos tener un registro de todo. Ellos conviven con algo que se va a acabar y lo tienen asumido.
Desde luego, no todos piensan así, pero la importancia de algo tan básico para nosotros como la tecnología suele ser un impedimento.
El profesor pastuso del SENA, Jorge Giraldo Guerrero, desarrolló hace años el proyecto abierto Wha´Nshöhöt Translator, un sistema que busca traducir español, inglés y portugués a cualquier lengua indígena. Es increíble, pero su problema es que la web da acceso sólo a especialistas en lingüística, lo cual que excluye a personas que sin ser expertos o nativos, conocen o poseen conocimientos por tradición oral o por herencias escritas o audiovisuales. Y también a los investigadores de otras áreas, escritores incluso, que necesitan de esa herramienta.
Hay diccionarios online de huitoto, sikuani, nasa y chibcha, muy útiles y cada vez más amplios. En América Latina existen más de 500 lenguas indígenas. Son las llamadas lenguas amerindias que han sobrevivido a la proliferación de los idiomas nacionales oficiales. Sin embargo, no hay cifras exactas de su población hablante.
Y ahí viene el segundo problema, que desvela una realidad gravísima. Los censos que nos ofrezcan datos lingüísticos no han llegado a todas partes, porque a los censores se les impide su acceso a esas comunidades. Entiendo que el resabio, fomentado por sus líderes, es muy grande. Pero resulta que otros «occidentales» si que han llegado a algunos de esos lugares fomentando el cultivo de coca para sus propios intereses.
Insisto. No sucede con todos, pero en estas pocas comunidades no sólo se crea un freno a la preservación de tradiciones, sino que se comete un error que sólo enriquece a unos pocos: a esos líderes locales y al narco.
Colombia ha sufrido con eso lo mismo que Brasil, donde hay 186 lenguas nativas. Allí se ha querido hacer un plan nacional de preservación, pero en portugués, que es el idioma nacional. Lógico. No hay otras vías lingüísticas, pero establecerlas requiere de un plan tecnológico a muy largo plazo. Y en ese tiempo ya se habrían extinguido unas cuantas.
Los otros caminos son la recolección de grabaciones, la elaboración de diccionarios, la enseñanza oral y las nuevas líneas de investigación que entidades como el Instituto Caro y Cuervo de Colombia vienen realizando en el marco de la Cátedra UNESCO de Políticas lingüísticas para el multilingüismo.
Lo de la enseñanza oral es lo más atractivo. En México, país que tiene 68 idiomas indígenas y cerca de 350 dialectos, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas de CDMX, promueve un método de preservación llamado Nido de Lengua. Este consiste en que las personas mayores se reúnen con grupos de niños para transmitirles ese lenguaje, al estilo del Abuelo Simpson al pie del limonero.
En Colombia existen 69 lenguas nativas, la mayoría son indígenas, pero también hay dos lenguas afro, una gitana y la lengua de las señas, unida legalmente a las demás por la Constitución nacional. En Nariño existen seis pueblos indígenas y casi todas hispanohablantes, en gran medida porque hasta en el seno de estas sociedades, la preservación de sus raíces es complicada. Y hay dos familias lingüísticas: las lenguas barbacoanas y las lenguas quechuas.
De las cuatro barbacoanas, tres han muerto y sólo sobrevive la Awá pit. Y de las quechuas tan sólo está vivo el quichua norteño, que es el padre natural de los distintos diccionarios pastusos que conocemos: el de Arturo Pazos, el de Héctor Bolaños, el de Rafael Sanz, y otros autores de artículos sobre el tema.
Durante los gobiernos de Santos y Duque el Ministerio de Cultura de Colombia ha realizado cada año un censo para ver el estado de salud de esas lenguas (ojalá se haga en 2023) y a cada año desciende el número de hablantes por fallecimiento de los mayores. Es la triste realidad, aunque las tres noticias citadas sean en efecto unas muy buenas noticias.