Por: José Arteaga
(Twitter: @jdjarteaga)
La pregunta era muy sencilla: ¿Está usted a favor o en contra de los scooters eléctricos de alquiler en la ciudad? Pues cerca de un millón y medio de personas dijeron que estaban en contra. Sucedió en Paris y la abrumadora mayoría de gente en contra (90% de los electores), ha supuesto un punto de inflexión en el uso de este vehículo de movilidad urbana.
En esta misma columna se advirtió hace ya varios años: sin regulación el uso del patinete o patineta o monopatín eléctrico acabará siendo un peligro público. Pues ya lo es. 459 accidentes en Paris en 2022 justifican el rechazo, pues estas cifras se duplicaron desde la anterior estadística antes de la pandemia.
Pero atención, hay truco. El referéndum convocado por la alcaldía parisina afecta únicamente al servicio de alquiler. ¿Porqué? Por dos razones: porque es el único en el que puede intervenir directamente y porque disminuye la cantidad de patinetes en uso. ¿Se puede hacer más? No, por dos razones también: porque ya hay muchas personas que tienen su propio patinete y porque es casi imposible prohibir su venta en comercios privados. Además, el país del «prohibido prohibir» no puede entrar en semejante medida.
De modo que lo siguiente debe ser la legislación. Francia prepara una reglamentación cuya principal medida es la edad mínima requerida para conducirlos. Está en 12 años y subirá a 14. Además, de las multas de 135 euros a infracciones estándar de circulación como saltarse un semáforo en rojo. Sin embargo, se intuye una nueva polémica porque no está claro el espacio de circulación del patinete en una ciudad que tiene 200 kilómetros de ciclovía.
Pero bueno, dejemos Paris. Las ciudades españolas están preocupadas porque ven venir algo similar tras las denuncias incesantes por la temeridad de los conductores de patinetes. El otro día vi uno de estos personajes zigzagueando entre un grupo de personas mayores que cruzaban la calle. Con la lentitud de los mayores y/o la imprevisibilidad de un niño, un acto como ese puede acabar en tragedia.
La policía confiesa que estas situaciones son difíciles de controlar porque si el conductor se da a la fuga no hay una placa que permita identificar el vehículo. Todo se da en los consejos que se le da al peatón, aunque tampoco sirve de mucho porque el patinete no hace ruido y no se le escucha venir. Un conductor de patinete, además, siente que al ir tan rápido es mejor acelerar que frenar cuando el semáforo está en amarillo.
De modo que España seguirá el camino de Francia, a diferencia de Alemania, donde se ha ido aplicando y renovando una ley estricta. En Inglaterra han optado por aumentar las multas y ¡oh, milagro!, la accidentalidad ha disminuido. Y en China, donde se fabrica la mayoría de piezas para los patinetes que hay en el mercado, zanjaron la cuestión declarando al patinete un juguete. De modo que sólo se puede utilizar en parques y zonas recreativas.
¿Y en Colombia?
Pues no sondan malas noticias. Bogotá, una de las ciudades más caóticas del mundo en cuanto a movilidad se refiere, por fin ha establecido un reglamento de patinetas eléctricas. Lo curioso es que la resolución 209 establecida por la Secretaría de Movilidad del Distrito Capital no llegó por los accidentes provocados, como en el resto del mundo, sino por lo necesario que es tener un sistema de movilidad alterno al automóvil.
De hecho, Colombia no tiene estadísticas de accidentes por patinete. Según la policía nacional esto se ha debido a que mientras se oficializó su uso, los accidentes reportados eran metidos dentro del rango «peatón». Así que para saber cuántos había, era necesario revisar los expedientes clínicos. A partir de allí se podía diferenciar aquellos en los que el conductor de patinete era el agresor y aquellos en los que era la víctima. Y es que claro, un conductor de patinete tiene todas las de perder en un accidente puesto que, como el ciclista, tiene su cuerpo expuesto.
Ahora bien, hecha la ley, hecha la trampa. Los patinetes en Colombia tienen una consideración: su potencia. La inmensa mayoría de patinetes tiene de fábrica una potencia entre 250 y 300 Watios, algo que permite circular a 25 kilómetros por hora. Pero las ciudades colombianas suelen tener cuestas que sólo con una potencia mayor (entre 1.000 y 2.000) se pueden subir. Y como estas de potencia mayor permiten llegar a 40 k/h, pues hay carreras clandestinas y comercios clandestinos. En otras palabras, la resolución 209 obliga a circular a 20 k/h, pero hay muchos patinetes en el mercado que duplican esa velocidad.
El año pasado el Congreso de la República aprobó el proyecto de Ley No. 456 de 2022 «Julian Esteban» que regula la velocidad de patinetas y bicicletas eléctricas. Para respaldarlo y al no contar con estadísticas exactas se optó por certificar que Colombia es uno de los países con mayores casos de accidentes fatales por cada 100.000 habitantes y que esa cifra va en aumento.
Pero también van en aumento las ventas. Según el diario La República, la venta de patinetas eléctricas creció un 148% en el último año. A eso se suma el aumento de cargadores como los 39 que hay en el Electrocorredor del Eje Cafetero, que conecta a Armenia, Pereira y Manizales. La idea es incentivar el turismo sostenible, pero visto lo visto no parece haber un equilibrio con el proceso legislativo.
Es indudable que es una alternativa de movilidad, pero es mejor ser cautos e ir paso a paso para no seguir lamentando accidentes innecesarios.