Retirarse a tiempo

«Hay que saber retirarse a tiempo» es una frase atribuida a Lao-Tse, aunque su origen quizás sea otro y se pierda en los anales de algún campo de batalla. Hay una variación en El Quijote de la Mancha: «El retirar no es huir ni el esperar es cordura», pero que viene a significar lo mismo: una retirada a tiempo es de valientes y de sabios, porque tomar esa decisión implica sopesar todas las posibilidades sobre ir atrás o adelante, incluido el miedo.

Llevada al plano cotidiano, la frase vale para cosas tan sencillas como un juego de mesa o tan complejas como la actividad deportiva profesional. Y es que mientras la inmensa mayoría de nosotros tenemos marcado en nuestro calendario de vida que nos jubilamos a los 65 años (¡o 67!), un deportista no tiene una barrera tan estricta. Ya lo vemos por las noticias, un deportista de élite puede extender su carrera pasados los 40 años, aunque se supone que el tope de rendimiento físico está en los 30 años.

Un deportista de alto rendimiento tarde o temprano se enfrenta a este dilema y eso va a depender primero de los accidentes y lo que estos generen en el cuerpo, y luego de su capacidad individual, y finalmente de la estructura organizacional que lo rodee. Esto último es: equipos que lo quieran contratar, ligas de países donde sea un reclamo o categorías que no impliquen tanto esfuerzo. Y también entra en juego la parte personal como el dinero que se ha ganado, el deseo de estudiar una carrera, el dedicarse a sus inversiones o sencillamente el disfrutar de una vida en familia.

Hay dos casos en el ciclismo colombiano que ejemplifican ese dilema y son los de Nairo Quintana y Egan Bernal, los mejores corredores de los años recientes, nuestro orgullo patrio, dos de los mejores ciclistas colombianos de todos los tiempos y parte de la élite mundial.

Nairo Quintana, 33 años, siempre ha tenido un carácter rebelde. Ya lo vimos en sus años en el Movistar y luego en su enfrentamiento al Arkea. Recordemos que tras su descalificación en el Tour de Francia 2022 por el uso de Tramadol, un analgésico para aliviar el dolor, pudo haber seguido en el equipo francés y haber disputado, incluso, la Vuelta a España, porque el hecho no implicaba sanción de tiempo sin correr. Pero él prefirió «limpiar su nombre» ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo, TAS, y eso acabó en una pelea con el Arkea, que no lo respaldó en su decisión.

Desde ese momento se sabía que Nairo no conseguiría un nuevo equipo a menos que fuese uno árabe como el Team Bahrain Victorious, que pertenece al controvertido militar y miembro de la realeza Nasser bin Hamad Al Khalifa. O el Al Nasr-Dubai, o el SkyDive Dubai, porque estos últimos podrían dar el salto de la categoría continental hacia la élite World Tour gracias al dinero de Emiratos Árabes Unidos.

En este sentido el caso de Nairo se asemeja al del corredor esloveno Grega Bole, quien a los 35 años no encontró equipo en Europa, pero no quiso retirarse del ciclismo profesional y siguió corriendo con el Shabab Alahli de… adivinen… Emiratos Árabes Unidos. Ya a nivel anecdótico, el mismísimo UAE Team Emirates vio con buenos ojos la opción de fichar a Nairo en 2022, pero esto fue justo antes del caso de tramadol.

Y ya que estamos, abro otro paréntesis: como lo decía la revista High-Cycling, «La sensación es que los jeques de Emiratos y Baréin llevan años enfocando el ciclismo como una carrera de caballos. Es fácil imaginárselos tomando el té mientras comparan los resultados de sus ciclistas patrocinados». De modo que es posible que, al estilo de los clubes de fútbol tipo PSG o Manchester City, financiados por jeques árabes, que se enfrentan a la UEFA por los límites de inversión financiera, estos equipos de ciclismo acaben rompiendo las reglas de la UCI y creando un territorio franco.

En fin, que Nairo se aferra a un clavo ardiendo porque así lo del tramadol no sea técnicamente doping, para el mundo es como si lo fuera, y él es culpable de su uso. Desde luego él piensa que la verdad saldrá a la luz, como en el último capítulo de una serie de televisión, pero lo más probable es que cuando eso ocurra tendrá «una edad para el retiro», pues hay algo ineludible en todo esto y es que alcanzar un nivel óptimo de competencia cuesta muchísimo cuando tienes más de 30 años.

Y esto justamente nos lleva al caso de Egan Bernal, 26 años, quien es dueño de un carácter muy tenaz. Hay pocos deportistas capaces de no dejarse llevar por la influencia de los medios de comunicación y de lo que se diga de ellos. Egan es uno de esos pocos. Se vio en el período pre-electoral colombiano cuando abiertamente tomó partido por el candidato perdedor. Las críticas fueron despiadadas dada la polarización del país, pero él mantuvo sus argumentos con una serenidad y una sensatez envidiable. Nunca se le notó nervioso en redes.

Todo esto sucedió tras haber salido de cinco cirugías que corrigieron fracturas de columna vertebral, pierna y mano derecha. 20 huesos rotos más otra serie de problemas de articulaciones y músculos eran la causa. Eso habría supuesto el fin de una carrera profesional de no mediar dos razones de peso: su fuerza de voluntad y los antecedentes en este tipo de accidentes.

La fuerza de voluntad está clara y los antecedentes nos remiten a cuatro casos muy conocidos.

Primero, el de su ídolo, el escalador Mauricio Soler, ganador de la montaña en el Tour. Soler sufrió caídas que afectaron sus muñecas, pero el accidente grave lo tuvo en Vuelta a Suiza de 2011 cuando tenía 28 años. Tuvo traumatismo craneoencefálico y tras una larga rehabilitación tuvo que retirarse porque el dictamen médico fue contundente: «el esfuerzo de volver al ciclismo de alto nivel le generaría una presión cerebral que sería fatal».

Segundo, el de su ex compañero de filas y múltiple ganador del Tour, Chris Froome, quien en 2020 sufrió un estrellón que lo dejó con fractura de fémur, codo, cadera y varias costillas, insisto sin sopesar otros daños internos que tardan en recuperarse más tiempo que los huesos. Lo cierto es que Froome sufrió esto con 35 años. ¿Su decisión? Seguir. ¿El resultado? No volvió a ser el mismo.

Tercero, el de su compatriota, Álvaro Hodeg. Los atropellaron en 2021 y aunque su vida no peligró como en el caso de Egan, fue intervenido quirúrgicamente doce veces en muñecas, tobillo y hombro. ¿Su decisión? Seguir. ¿El resultado? Le ha costado mucho equilibrar rehabilitación y aumento de masa muscular, porque es un sprinter. ¿El resultado? Ya disputa etapas y un día de estos ganará alguna.

Y cuarto, el de uno de los grandes corredores de la actualidad, Remco Evenepoel, a quien Egan batió en el Giro de Italia de 2021. Se accidentó en el Giro de Lombardía de 2020, se fracturó el fémur y varias costillas que le pudieron perforar el pulmón, pero se salvó de morir. Dos años tardó en recuperar el nivel de alta competencia y ganó la Vuelta a España.

Cuando la vida está en juego todo pasa a un segundo plano, pero cuando se gana esa batalla, el miedo a continuar atenaza. Rodar a 50 k/h, descender a 70 k/h o más en solitario y con carretera mojada debe ser algo escalofriante. Sólo me imagino el descenso en esquí alpino como algo comparable por la complejidad técnica y la intervención de los elementos ambientales.

La decisión de Egan ha sido seguir, y eso que su retiro habría sido algo que ni sus odiosos detractores políticos le habrían cuestionado. Es posible que en su caso como en el Nairo, haya algo de adicción al deporte. ¿Cómo dejo esto si me gusta la adrenalina que tiene? O también de necesidad espiritual. ¿Cómo puedo dejar de hacer lo único que sé hacer? Y me imagino que también de ego. ¿Cómo voy a retirarme obligado por las circunstancias y no cuando yo quiera?

Como dice la psicóloga Adriana Diez, «Nuestro estado de ánimo nos marca nuestros límites y el conocimiento de estos nos ayuda a identificar cómo y cuándo emplear nuestras herramientas». Aunque también como dice la web Sportlife, la única manera de dejar la práctica deportiva de élite es encomendarse a un nuevo objetivo que ilusione. «A veces porque no sabemos cambiar el objetivo y otras porque hemos elegido un mal camino para conseguir lo que queremos y no nos damos cuenta».

En otras palabras, que una cosa han conseguido Nairo y Egan en esta etapa tan difícil de sus vidas, sin importar que vuelvan a ganar, lo cual deseamos con ilusión todos quienes los queremos: darnos ejemplo. El mejor ejemplo posible del deporte como deporte y no del deporte como negocio que tanto abunda hoy.

Comentarios

Comentarios