Por: Alejandro Delgado
En tiempos recientes y debido a una serie de eventos noticiosos, una gran cantidad de reporteros y medios nacionales han puesto sus ojos sobre Tumaco y han producido toda clase de notas, artículos de opinión y análisis que se han difundido masivamente. Basta con buscar en google para comprobarlo. A priori, en un municipio tan complejo y con tantas necesidades, este tipo de iniciativas serian bienvenidas, dado que contribuirían tanto a mostrar las potencialidades y bondades de la perla del pacífico, como a llamar la atención de sus principales problemáticas con el fin de incidir en que se encuentren soluciones, o en que por lo menos, se conozcan las verdaderas razones de la crítica situación que afronta el municipio en el marco del posconflicto.
Al contrario de lo esperado, la manera en que los medios han encarado las complejas realidades de Tumaco en lugar de ser beneficiosa para sus habitantes, ha sido atrevida, dañina, peligrosa e irresponsable. Lo anterior se hizo evidente en el tratamiento que le han dado al menos a cuatro temas: 1) la erradicación de cultivos de uso ilícito y los enfrentamientos de comunidades contra la fuerza pública, 2) las elecciones atípicas celebradas el 23 de abril, 3) el narcotráfico. En el cubrimiento noticioso se percibe una fascinación por exhibir datos escandalosos o violentos, un morbo por exponer las complejas situaciones de orden público y una irresponsabilidad máxima en el manejo de información que emana desde los territorios. En vez de cotejar rigurosamente las fuentes o comprender los puntos de vista de los pobladores locales acerca de estos fenómenos, algunos periodistas y analistas se han enfocado en emitir sendos titulares de prensa sobre estas situaciones y en ganar protagonismo con declaraciones afanosas en los medios de difusión nacional. La indelicadeza en el tratamiento de los datos ha sido tal, que ha conllevado a que los medios de comunicación “alternativos” y los defensores de las ideas de derecha coincidan y divulguen sin filtro el mismo tipo de información, por lo general lleno de imprecisiones y exageraciones. El llamado no es para que oculten información o maquillen la realidad, sino para que lo hagan de manera justa, humana y responsable.
Examinemos someramente cómo fue el abordaje de los principales medios a las cuatro temáticas destacadas:
– La erradicación de cultivos de uso ilícito y los enfrentamientos de comunidades contra la fuerza pública: la mayor parte de las publicaciones y declaraciones de “expertos” en torno a este problema se centraron en retratar la violencia que se vivió en los bloqueos de la vía al mar y en señalar que quienes protagonizaron esos hechos eran los dueños de grandes hectáreas de coca o campesinos pagados por grandes capos del narcotráfico, en medio de una anarquía criminal. Más allá de la veracidad y sustento empírico de esas afirmaciones, lo cuestionable es la ligereza con que se abordó el tema. Sin el ánimo de contradecir que en la región donde se registraron los desmanes operan estructuras criminales ligadas al narcotráfico, nunca hubo una preocupación por captar las perspectivas de los campesinos que habitan esa zona y de las comunidades negras del consejo comunitario Alto Mira y Frontera. Si lo hubieran hecho, habrían descubierto realidades que matizarían esas desmedidas afirmaciones. Por un lado, habrían notado la heterogeneidad de la población que habita la zona del alto Mira, La Guayacana y Llorente y la complejidad del problema: la dimensión del asunto es tal, que no es rentable sintetizarlo sencillamente como predominio de la criminalidad en función de los cultivos de grandes terratenientes.
Como lo cuenta la gente del río Mira, en esa zona “hay de todo y pasa de todo” “hay grandes, pequeños, familias grandes, de todo”, pero lo cierto es que además de referirse llanamente a la presencia y accionar de las mafias en esos lugares, era preferible que los medios que cubrieron la noticia hubiesen destacado también que a pesar de todo, un grueso número de comunidades campesinas manifestaron su suplica de acogerse a los programas de sustitución de cultivos de uso ilícito, de acuerdo a lo estipulado en el acuerdo de paz y en el PNIS. Si bien este tema es sumamente complicado, era relevante destacar de mejor forma las posturas de las comunidades y sus organizaciones. Caracterizar a los manifestantes como campesinos pagados por grandes capos de narcotráfico para bloquear la vía, no hace justicia a la realidad, o al menos no completamente. Al reducir este asunto de esa manera, se contribuye a forjar una imagen de los campesinos como seres pasivos, sin criterio, dispuestos a ser moldeados por los mandatos criminales. Es decir, se les desestima su trayectoria histórica, su carácter humano, su capacidad de agencia y su organización política.
Contrario a esta imagen proyectada por los medios, entre los tumaqueños y especialmente entre habitantes del río Mira, se oían testimonios que subrayaban que la dedicación a los cultivos de uso ilícito es un medio de subsistencia y que más allá de las extensiones de hectáreas de los cultivos, hay que comprender las dinámicas familiares, productivas, económicas y culturales tras la producción de la hoja de coca. En particular destacaron que varias familias grandes y pequeñas pueden depender de un mismo cultivo (sin ser necesariamente las propietarias), rotar hacia otros, migrar hacia otros lugares etc. Algunos se preguntaban ¿si hacen la erradicación en cultivos “grandes” en esa parte alta, que circundan a otros más pequeños.. será que solo erradicarán forzosamente al cultivo “grande” y no tocarán al cultivo “pequeño”? Por lo tanto, el argumento referido a las grandes extensiones de cultivos para justificar la erradicación forzosa, debe examinarse con detenimiento. Dentro de todo, y sobre todo en el alto-medio río Mira, también vale la pena destacar la postura humanista de sus habitantes en relación a los operativos de erradicación que ocurren en la parte más alta del río. Además de redimir diferencias con sectores de los colonos campesinos en esta coyuntura, las comunidades negras le han apostado decididamente a promover los programas de sustitución contemplados en el acuerdo y han manifestado su preocupación con la política del gobierno nacional en este tema en Tumaco. De hecho, uno de los temores consiste en que los operativos de erradicación que se realizan en la parte alta del río, se extiendan por el resto del consejo comunitario: el territorio está interconectado, forma una unidad simbólica y no puede separarse arbitrariamente Dada la incomprensión de las dinámicas sociales ligadas a la producción de esos cultivos, la continuación de la erradicación es una posibilidad latente.
En un pueblo tan golpeado por el conflicto y el narcotráfico, las comunidades no aguantan más violencia como la que podrían acarrear estos operativos. Probablemente una posición más sensata y constructiva por parte de los medios de comunicación hubiera contribuido a explicitar la voz de las comunidades en este tema: ¿por qué si el acuerdo de paz y el PNIS privilegia los mecanismos de participación y la concertación para aplicar la forma de actuación frente a los cultivos de uso ilícito, estos se han irrespetado? ¿por qué el mismo gobierno se ha contradicho con los acuerdos firmados con las organizaciones en Tumaco? ¿qué sería un “cultivo industrial”? ¿en qué documento se habla sobre ese término? ¿por qué en Tumaco se ha aplicado de manera tan decidida y violenta la erradicación, sin agotar las fases de concertación y sin tener en cuenta la voluntad de familias dependientes de estos cultivos por acogerse a la sustitución? ¿por qué no se ha hecho un diagnóstico de las formas de producción de los cultivos? ¿por qué ocurre eso si el acuerdo de paz no lo contempla así? ¿cuáles son las dificultades de la sustitución? Llevar en serio los interrogantes de las comunidades y comprender de manera genuina su cotidiano, habría llevado a difundir otro tipo de información más acorde a la realidad. No obstante, si de producir notas con llamativos titulares se trata, los medios pudieron haber contribuido con análisis que conectaran la geopolítica global y los bastidores del proceso de paz. Es decir, tuvieron la posibilidad de indagar si las contradicciones, terquedades y ambigüedades del gobierno nacional en su tratamiento a Tumaco tienen que ver con las exigencias del gobierno Trump por resultados en la lucha contra el narcotráfico (como todo parece indicarlo, sin reconocerlo), o inclusive, pudieron ser perspicaces y cuestionar por qué las Farc en apariencia no fueron lo suficientemente n incisivos en rechazar los operativos de erradicación en Tumaco. Hay personas que insinúan que esta organización ha tenido que ceder en muchos aspectos para lograr una posible liberación de Simón Trinidad, y este podría ser uno de ellos. En conclusión, hubo muchas más vías de análisis, de crítica constructiva y de apego a la realidad para dar a conocer lo que estaba sucediendo en la perla del Pacífico.
2) Las elecciones atípicas del 23 de abril de 2017: En el cubrimiento de las elecciones, varios medios se enfocaron en destacar el riesgo de esta jornada y en subrayar las influencias y alianzas de las candidatas y del candidato en contienda. Una vez más, se hizo evidente el centralismo desde el cual se producen las noticias acerca de Tumaco: hubo una serie de notas periodísticas con datos imprecisos, erróneos e interpretados desde la lejanía. En lugar de entender cómo se vive la política en este municipio desde la perspectiva de la gente, lo que se exhibió fue un afán por analizar las elecciones en términos partidarios y por encontrar como diera lugar, los presuntos nexos de l@s candidatos con grupos armados al margen de la ley. De hecho, se hizo manifiesta una obsesión por “encontrar” y maximizar el papel de las FARC en la contienda electoral: de ahí los sendos titulares y subtítulos de las notas en torno a ello.
A raíz de una acusación anónima hacia el entonces candidato Julio Rivera (actual alcalde), en el sentido de que habría captado el apoyo de este grupo guerrillero luego de una presunta reunión cerca de la zona veredal de transición y normalización, hubo un increíble despliegue periodístico divulgando ese posible “apoyo”. Una y otra vez los periodistas se encargaron de hurgar este asunto y difundirlo masivamente, sin cuidado alguno. De nuevo, tanto portales ligados a la derecha y políticos del Centro Democrático, como otros medios “alternativos” coincidieron y fomentaron la obsesión por señalar a las Farc como un grupo influyente en las elecciones, cuando objetivamente no fue así: si le hubieran dado validez a las perspectivas de la inmensa mayoría de los ciudadanos tumaqueños, lo habrían comprobado. En el episodio de Rivera, vale la pena destacar dos aspectos: i) independientemente de la veracidad de la realización o no de la supuesta reunión en la que aparentemente participaron mandos reconocidos de las Farc, varios medios dejaron entrever que lo que les interesaba era divulgar el imaginado protagonismo de las Farc en las elecciones. No de otra manera se explica por qué, medios que dominan el contenido de los acuerdos de paz y el conducto regular de actuación en casos como este, no se hayan siquiera cuestionado si la actuación de la alcaldía perseguía una preocupación genuina o no. ¿cotejaron las fuentes de la denuncia? ¿preguntaron en territorio? ¿el alcalde municipal siguió los protocolos indicados en el acuerdo de paz? ¿indagó esta información con el mecanismo de verificación y monitoreo? ¿citó a un consejo de seguridad? ¿promovió medidas de seguridad hacia el candidato acusado? El tratamiento acrítico de ese probable suceso condujo a que la información divulgada por medios como La Silla Vacía fuera usada como herramienta de campaña por el otro grupo político en contienda. Ii) El otro aspecto que quedó en evidencia, tanto en el episodio de la acusación como en el análisis global de las elecciones, es una notoria incomprensión del cotidiano tumaqueño, especialmente en lo que tiene que ver con las dinámicas de la presencia de las Farc en el municipio. Para desilusión de algunos medios, la realidad es menos espectacular y exótica de lo que esperarían. En vez de intrigarse a priori con el supuesto apoyo de las Farc, deberían haber tenido en cuenta que en Tumaco este grupo guerrillero no actúa como fuerza externa, separada y misteriosa en relación a los ciudadanos tumaqueños. En una sociedad con lazos de familia, amistad y compadrío tan fuerte, las personas vinculadas directa o indirectamente con la guerrilla pueden estar entre los primos, vecinos, amigos de los amigos, conocidos etc., es decir, en la convivencia diaria. Por lo tanto, no tendría sentido asombrarse si alguna de estas personas haya hecho parte de una de las campañas en contienda.
Ahora bien, según conocedores en la materia, es posible que la guerrilla haya considerado que ante las dos candidaturas con mayor posibilidad de victoria, hubiesen deseado que quien resultase ganador, demuestre trayectoria, seriedad y compromiso con los retos del posconflicto. En este caso, ante las dos opciones más sonadas, la de Rivera era la que se acercaba de alguna forma a sus expectativas y probablemente se hayan mostrado favorables a que el entonces candidato ganara (de hecho la familia de Rivera es oriunda de una zona cercana al actual campamento de las Farc, que es paso obligado de muchas comunidades). En cualquier caso, el “factor Farc” como algunos medios lo denominaron, fue todo, menos determinante en las elecciones, ni siquiera debió ameritar un subtitulo de los reportajes hechos.
Sin embargo, lo lamentable de todo es que dichas notas periodísticas hayan sido usadas por miembros de la derecha nacional y por los seguidores del otro equipo político, para tildar a Rivera del “alcalde de la guerrilla”, el “alcalde guerrillero”, etc. Esa es la imagen que quieren que se proyecte del alcalde electo. Por consiguiente, vale preguntarse ¿en qué contribuye esa estigmatización? ¿es justo? ¿por qué dejar esa imagen? Sin duda, el daño hecho es muy grande, dado que a Rivera le tocará cargar ese estigma y mala imagen, que le puede dificultar las gestiones, alianzas y demás obras que necesita con urgencia Tumaco.
3) El narcotráfico: En el abordaje de este fenómeno los medios de prensa nacionales han sido menos erráticos en comparación a las dos temáticas anteriores. Efectivamente Tumaco es uno de los municipios donde se manifiesta con más intensidad esta problemática: grandes hectáreas de coca sembradas, estructuras criminales al servicio de este negocio, gran cantidad de personas envueltas, envío constante de cargamentos de coca, número significativo de menores de edad involucrados, detenciones, homicidios, retaliaciones, corrupción etc. Lamentablemente todos estos problemas son reales y de una dimensión increíble. Tal vez por ello, los medios hayan titulado noticias como “Tumaco: la capital mundial de la coca” y al mismo tiempo, dediquen buena parte de sus espacios a informar sobre las capturas, cargamentos, cultivos etc.
Dadas estas difíciles situaciones, un papel responsable de los medios consistiría en ser cautelosos en el manejo de la información, en cotejar fuentes, asegurarse de los datos recogidos y mantener una postura que al tiempo que informe, denuncie o implore por soluciones humanistas y efectivas a estos asuntos, para no recaer en errores sobre los datos divulgados. Tumaco ha padecido la guerra hace mucho tiempo y ha tenido que lidiar con problemas ajenos que llegaron a su territorio. En otras palabras, existe una deuda social enorme con la perla del Pacífico.
Los medios nacionales también podrían complementar sus noticias sobre el narcotráfico, con relatos y crónicas acerca de cómo los habitantes del municipio interpretan este fenómeno. Ahí encontrarían interesantes puntos de vista sobre asuntos como las razones por las cuales la gente se involucra en esos negocios, la imagen acerca de los “niche pandas”, “las vueltas”, la escasez de oportunidades, la postura política de los líderes afro en este tema etc. Es decir, examinar como popularmente se interpreta los fenómenos asociados al narcotráfico y las relaciones que envuelve, permitirían ver la profundidad del asunto. En ese sentido, muchos ciudadanos expresan que involucrarse en esos negocios ha sido una alternativa a la crisis económica que afronta el puerto, y no una escogencia de vida. La complejidad y alcance de esto es tal, que al vivir en Tumaco, es inevitable tener un amigo, un conocido, un familiar que de manera voluntaria o involuntaria tenga algo que ver con ese tipo de negocios. Por consiguiente, más que juzgar o condenar de entrada, es perentorio analizar el trasfondo del asunto.
A manera de cierre, es pertinente enfatizar que si de verdad a los medios nacionales les duele Tumaco y desean el bienestar de su población, es urgente que realicen su ejercicio con responsabilidad y con sensibilidad genuina. Esto requiere desatarse de protagonismos y caminos simples, para poder retratar la complejidad de las realidades del Pacífico sur. Urge que los medios se “desarmen”, dejen su amarillismo y el centralismo analítico, con el propósito de que se conviertan en aliados claves en los retos del posconflicto. Asumir una postura humanista y cuidadosa para informar, no es una escogencia, sino un deber de los medios. Tumaco no aguanta más errores informativos, sus realidades son tan delicadas que es imperativo que se lo tome en serio; si esto no ocurre, se corre el riesgo de que se fomente las estigmatizaciones, se dificulte la gestión de aliados, se afecte el turismo que venía progresando y se contribuya a que a los tomadores de decisiones solo apliquen el “garrote” en esta región. Sin duda, los medios pueden ser estratégicos para que el gobierno de verdad asuma a Tumaco como un laboratorio de paz: si las medidas estipuladas para el posconflicto resultan exitosas en Tumaco, lo serán en el resto del país. Esta ciudad puede ser la prueba de fuego de los inmensos retos que se avecinan. A pesar de todo, entre la gente de Tumaco hay semillas de esperanza, sus habitantes como nadie han dado muestras concretas y cotidianas de reconciliación, de perdón y de adaptación a las nuevas circunstancias. La gente no ve como “ogros” a ex miembros de las Farc, ni tampoco juzga a quien ha tenido que involucrarse con el narcotráfico, inclusive, algunas organizaciones han dejado viejas rencillas y conflictos sociales para unirse para propósitos comunes. Todas estas actitudes puede que no llenen titulares, pero deben ser valoradas y exaltadas; aunque no se enmarquen en formatos institucionales, la reconciliación avanza en el cotidiano tumaqueño.