«El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.»
M. de Cervantes
Hablar sobre Vicente Pérez Silva implica real y verdaderamente hablar de Nariño, esa, su tierra nutricia que le da inspiración y vida, oriundo de la Ciudad Maestra, de La Cruz del Mayo, con seguridad de ahí le viene esa vocación natural e íntima de ser maestro, porque ese es el título que se da a aquellas personas que con su trabajo, esmero y dedicación orientan y guían a los demás, implica mayor vocación que cualquier otra cosa y en Pérez Silva se da a manos llenas los motivos verdaderos para llamarlo así.
Abogado de la Universidad del Cauca, especialista en Derecho Laboral, su profesión, sin embargo, ha roto esquemas y paradigmas propios del mundo jurídico, o lo ha llevado mucho más allá del simple contexto del litigio o de los corredores de juzgados y tribunales, su código de cabecera, como podría pensarse, no es laboral, o el civil, o el penal, ni mucho menos los contenciosos, su verdadero Código es del Amor, una curiosidad literaria que permanecía olvidada en los anaqueles de las viejas bibliotecas y que gracias a su sagacidad, a ese olfateo que lo conduce a la historia de los libros y de las anécdotas, hizo que fuese descubierto y vuelto a la luz pública hace algunos años.
Sirva esto de pretexto para hablar de su trabajo literario, desde esa recopilación que sacó a luz pública en 1957, “los Sonetos para Cristo” publicado en Popayán con ocasión del Congreso Eucarístico llevado a cabo en la Ciudad Blanca, en donde, como por señalar sólo una curiosidad aparece el Soneto a Cristo del que luego sería abiertamente agnóstico, como lo fue Eduardo Umaña Luna; en 1962 publica “Don Quijote en la Poesía Colombiana”, libro que lo llevó a la cuna del propio Cervantes, para compartir el desvelo de a quien la razón de la sinrazón se hace, en tierras Neogranadinas, haciéndolo entonces miembro de la Santa Cofradía de Nuestro buen amo y Señor, Don Quijote de la Mancha; recibe el premio Dante Alighieri por su ensayo “Dante en la literatura Colombiana”; La Autobiografía en Colombia, La Picaresca Judicial en Colombia, Raíces Históricas de La Vorágine, Dionisia de Mosquera: amazona de la crueldad, Anécdotas de la Historia Colombiana, son sólo unos de los títulos de su autoría y recopilación que reúnen más de un centenar, publicados en América y Europa.
Y cómo pasar por alto uno de los acontecimientos más dignos de que se tenga memoria en virtud de la defensa de la libertad de expresión y de pensamiento, cuando en febrero de 1972 la Academia Colombiana de Historia lo nombra Miembro Correspondiente; se conmemoraba para octubre de ese mismo año el centenario del natalicio del historiador José Rafael Sañudo, autor de Estudios sobre la vida de Bolívar, vetando de parte de la presidencia la iniciativa de nuestro ilustre homenajeado, ante lo cual, y como buen nariñense, renunció a la dignidad de ser miembro de dicha institución, y ante lo cual la prensa escrita del país, así como los intelectuales y mundo académico, se pronunciaron en contra de tal silenciamiento. En hora buena Maestro por Usted, con ello honró no solamente a un hombre, sino a todo un pueblo, y como bien lo sabe, merecimientos ha tenido mayores y de mejores manos.
Sus propias trilogías de vida, en relación a uno de sus textos, pueden resumirse así: Su familia, su tierra y sus amigos: a la primera, le debe su esencia, su esmero y su dedicación entera, a doña Carmencita, a sus hijos y nietos, por quiénes no tiene medida en el amor; a su tierra, su pasión y su retina detenida en esos paisajes que rompen agrestes las breñas del Mayo y que bajan a volverse plácidas en los altiplanos de Tuquerres e Ipiales o en el Valle de Atriz; y a sus amigos, la camaradería del correr de los días, “que uno tras otro son la vida”; sus autores: Cervantes, el padre de ese Don Quijote que nos vuelve locos en la razón y crédulos en el desdén de la vida y de la muerte; Aurelio Arturo, su amigo personal, pero también su poeta de cabecera, en esa eterna “morada al Sur” que también la hemos hecho nuestra gracias a Ud.; y José Eustacio Rivera, en virtud al papel que cumple como autor de denuncia en una patria donde las desigualdades han hecho asidero, auscultando las raíces de esa Vorágine, que, trascendiendo la literatura, tienen su cobijo en esas tierras nariñenses.
Para finalizar, no quiero dejar de reconocer una pasión que le es consustancial al maestro Vicente Pérez Silva, y es su amor por los libros, en una pasión desmedida que ha hecho que termine por formar una de las bibliotecas más importantes del país, especialmente en tres temas, algunos ya abordados: las curiosidades literarias, las ediciones cervantinas y la literatura erótica, arrancando con las ediciones del Cantar de los Cantares o los Sonetos de Pietro Aretino.
Pero apreciado amigo, Usted es el libro, usted es página que enseña, guarda que cubre en la amistad de las letras, respaldo que muestra la fascinación de sus hallazgos compartidos. Queda mucho por decir, porque una vida consagrada a la cultura es una vida llena de vendimias, abajo quedan las zarzas que se vuelven abono, y su vida es ejemplo para seguir, por eso nos complacemos plenamente de poder decir con orgullo que usted es el más universal de los nariñenses.