A gobernar con un elefantotote

Así como fue histórico para los colombianos ver a un presidente de izquierda instalado en la Casa de Nariño, también es trascendental el escándalo del ingreso de dineros sucios a la campaña de Petro, y no por ese hecho, porque como colombianos es el pan de cada campaña presidencial, sino porque fue denunciado por el hijo del primer mandatario y, lo más grave, quien asegura que su padre sí sabía de ese proceder.

Desde la justicia, pues esta será la encargada de verificar si lo dicho por Nicolás Petro es verdad o mentira, sin embargo, desde la gobernabilidad, esto será un golpe muy fuerte para la confianza de los colombianos. Pasaremos los tres años que faltan de Gobierno en el tradicional, si sabía o no.

Nos esperan ataques entre las extremas corrientes políticas, no para ejercer justicia y que condene a los culpables como debe ser, sino con el único objetivo de desarrollar estrategias de toda índole para quedarse con la próxima Presidencia de la República en el 2026.

No hay ninguna opción para justificar que otros presidentes tuvieron escándalos similares, porque simplemente, Petro se eligió con un discurso de cambio que, si bien puede ir poniendo las primeras piedras en algunos sectores, no es aceptable que estemos hablando de lo que él tanto criticó.

Considero que es un error pensar en que este fuerte escándalo, que afectará sin duda a la gobernabilidad de Petro, conduzca a una próxima Presidencia de la extrema derecha. No creo que el efecto sea: mal Gobierno, sinónimo de Cabal o Paloma presidentas.

Para buscarle algo de positivo a esto, si es que lo hay, es que, con este escándalo, el cual durará unos buenos años, la opinión y el corazón del ciudadano pensante se debe volcar a la corriente del verdadero centro, ese centro que le ha sido imposible llegar a la Casa de Nariño. Personajes de la línea de Antanas Mockus (pura cultura ciudadana) o senadores como Ariel Ávila, deberán ejercer una pedagogía para convencer de que el camino de aquí en adelante es para quienes representen el propio centro.

Con esto, se hundieron la izquierda y la derecha colombianas.

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