Murió Edson Arantes do Nascimento Pelé, God Save The King. Para él es aplicable la frase con la que se definió a Michael Jordan: «el mejor que ha habido y el mejor que siempre habrá». Fue junto a Muhammad Ali, el símbolo del deporte en el siglo XX. Adorado por millones de fanáticos, fue recibido por papas, reyes, reinas y presidentes, y admirado más allá del fútbol a través del cine, la música y el star system.
Hace poco me preguntaron qué pensaba de Pelé y dije: Puede que por juventud o porque la televisión no era como hoy, la gente dude que Pelé haya sido el mejor jugador de todos los tiempos. Pero hay algo que nadie puede discutir: él cambió este deporte. El fútbol es el mayor espectáculo del mundo por Edson Arantes do Nascimento, Pelé. Sin embargo, no he explicado esto y me gustaría hacerlo.
Lo primero es evidente. Cada época tiene su crack y cada generación de niños crece admirando a algún jugador en particular. En el caso de Pelé esa relación de impacto con el público abarcó varias generaciones, lo que lo hizo especial. Además, su vida, aunque con alguna controversia de por medio, no estuvo marcada por el escándalo, convirtiéndose en el clásico ejemplo de todos los chicos. El punto de referencia. La persona que predicaba con el ejemplo.
Aún recuerdo aquella serie documental de televisión en la que enseñaba a jugar. «Pelé, el maestro y su método». Una maravilla. Decía cosas como: «para cabecear recuerda siempre: ojos abiertos, boca cerrada».
Lo segundo es más complicado. El fútbol siempre ha sido mediático. La radio fue, es y sigue siendo su vehículo natural de expresión. Pero cuando apareció la televisión sentimos más de cerca aquellas jugadas que nos narraban. El principal foco de atención estaba en los Mundiales de Fútbol y allí, sabíamos, que Pelé había hecho historia. Era su escenario natural. Fue cuando entendimos que Pelé era un personaje especial porque brillar por encima de los mejores sólo estaba al alcance de los elegidos.
La televisión cambió el fútbol, pues lo hizo llegar a todo el mundo, y las grandes cadenas empezaron a pagar millones por emitir partidos lejanos. Una liga como la inglesa, por ejemplo, se empezó a ver en todos los hogares de Suramérica. Cada sábado veíamos los partidos del Liverpool y nos emocionaban tanto como los de nuestro equipo local favorito.
Bajo esa premisa, la FIFA y las grandes cadenas se hicieron socios, y las ligas europeas explotaron sus derechos de transmisión, marcando una gran distancia económica con Suramérica, que pasó a ser la proveedora de cracks para España, Francia, Inglaterra, Alemania y sobre todo Italia. Todos los futbolistas suramericanos eran susceptibles de ser fichados, y aunque esto ya ocurría desde los años 30, con este boom económico, el negocio de contratación alcanzó límites insospechados.
Pero Pelé, que sin quererlo había desatado todo este enfoque, no llegó al fútbol europeo a pesar de las tentaciones de equipos italianos. Cuando cumplió su ciclo en el Santos, optó en 1975 por otro escenario, Estados Unidos. Allí el Soccer estaba en pañales, pero su fichaje con el Cosmos de Nueva York por una cifra que en su momento fue escandalosa, trajo detrás suyo a otras estrellas como Beckenbauer y Cruyff.
El mundo volteó a mirar al Soccer americano. Surgió la MLS, aunque con un enfoque de fichajes y salarios más cercano a la NBA que a la UEFA. Pero sobre todo surgió la enseñanza del fútbol en las escuelas, y como los niños estadounidenses estaban tan marcados por el beisbol, el hockey, el baloncesto y el fútbol americano, fueron las chicas las que lo practicaron y masificaron. Y a tanto ha llegado eso que el año pasado la camiseta más vendida en el mundo no fue la del Real Madrid o el PSG masculinos. Fue la de la selección femenina de Estados Unidos.
Tras su retiro el fútbol cambió totalmente. Aunque Pelé fue la primera estrella mediática de este deporte, quienes lo sucedieron, caso Maradona, acabaron siendo más conocidos porque los acompañó la repercusión en prensa, radio, televisión, webs y redes.
Y el mercado futbolístico se hizo más activo, incluso generando conflictos de nacionalidades y contratos (la Ley Bossman). Pelé había mostrado el camino de un negocio lucrativo para propios y extraños. Lo que vemos hoy, a mi juicio, es desproporcionado, y el estigma de la corrupción revolotea cualquier torneo, sobre todo los Mundiales, pero el fútbol como negocio es algo imparable. Una cosa depende de la otra y viceversa.
De todas maneras, honor a quien honor merece.