Hace diez años el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund., WWF) creó el Desafío de Ciudades (One Planet City Challenge), que buscaba reconocer aquellas ciudades que actúan por la sostenibilidad y motivan a sus comunidades a ser parte de una transformación ambiental. Todo esto iba en consonancia con los proyectos de la División de Vivienda y Desarrollo Urbano del Banco Interamericano de Desarrollo, (BID), que también en 2012 creó la red de Ciudades Emergentes y Sostenibles. Cinco años después estaban 132 ciudades implicadas, de las cuales seis eran colombianas: Bogotá, Cali, Ibagué, Montería, Pasto y Pereira.
Entendamos entonces que el Desafío de Ciudades era una valoración sobre el trabajo en medio ambiente, y la red de Ciudades Emergentes y Sostenibles era un plan de trabajo que consistía en recibir asistencia técnica para ejecutar planes de sostenibilidad urbana. Según el BID, la mayoría de capitales y ciudades intermedias de América carecían de un enfoque único y multidisciplinario para aprovechar sus propios recursos y hacer más sostenible su crecimiento. Para Pasto se elaboró un enfoque transversal basado en tres pilares básicos: medioambiente, urbanismo y gobernabilidad con una meta proyectada al 2038.
Así arrancaron varios procesos: el plan maestro de movilidad, la red de parques, el sistema estratégico de transporte público y el transporte no motorizado. Y dentro del primero nació el proyecto Parque Fluvial Río Pasto, el cual será llevado a cabo desde Chapal en la ruta hacia el sur, hasta el llamado Puente de Chapultepec, en la salida al norte. Según el BID, un proyecto como este conlleva dos etapas, la primera de las cuales tiene cinco fases: diagnóstico, priorización, plan de acción, inversión y monitoreo. Cuando llegó la pandemia se estaba en la fase tres gracias a asesores austríacos.
Ahora, según parece, comienza la segunda etapa con la adquisición de predios que serán transformados y con la restauración ecológica del área de recarga hídrica. En síntesis, que las aguas fluyan. La Secretaría de Planeación lo ha programado por tramos, lo cual parece lógico, aunque es sin duda, lento.
Dejar que las ciudades miren hacia el agua es algo que Europa conoce bien. Sin ellos no habría calidad de vida ni fuente progreso. Has el más pequeño de los pueblos de Francia tiene al río como eje, y con subsidios estatales los mantiene y los aprovecha. Eso ha generado que se valores los productos regionales, que haya una fuente de turismo y que se los proteja de procesos industriales dañinos. ¡Ah, el agua! Barcelona, por ejemplo, era una ciudad oscura y anquilosada hasta que la realización de los Juegos Olímpicos de 1992 la obligó a mirar al mar. Su transformación fue radical en todos los sentidos.
El ejemplo europeo es lo que el BID buscó con su programa de Ciudades Emergentes y Sostenibles cuando todo esto nació. A comienzos de siglo XXI ya era evidente que las ciudades ocupaban sólo un 3% del territorio global, pero su tasa de población llegaba casi al 80%. El desplazamiento forzoso en Colombia sólo fue la gota que rebaso el vaso. La problemática urbana se veía venir por diferentes razones no asociadas a la violencia. Era vital generar calidad de vida.
Cuando yo llegué a vivir a España se hablaba mucho de «ciudades intermedias» como claves en el desarrollo nacional. Hoy se ve que haber puesto el foco de atención en ellas fue vital para tener líneas de acción. Me explico: las grandes capitales tienen presupuestos suficientes para crecer, pero las medias y pequeñas no. Si todo continuase así, habría una brecha social y económica insalvable entre las capitales y el resto del país.
Los pastusos siempre nos quejamos del centralismo gobernante colombiano, pero criticar no sirve de nada si no hacemos algo por nuestro propio desarrollo. Reconvertir la ciudad a través del río Pasto es como cambiar el chip, es ver las cosas de otra manera y atraer inversiones, entre otras muchas ventajas. Eso es lo que el plan del BID le ha enseñado a los gobernantes de turno y que estos, afortunadamente, han escuchado. Reconozco que en 2016, cuando escuché hablar de esto por primera vez, no creí que los alcaldes lo llevarían a cabo.
Se estima, como decía, que el proyecto esté completo en 2038, aunque muchas de sus bondades se podrán ver desde antes. Y es importantísimo que así sea porque la ciudad de Pasto tiene un problema adicional que comparte con unas cuantas ciudades latinoamericanas: es un valle y para 2050 estará ocupado en casi un 90%. No hay para donde crecer sino es para arriba con altos edificios, pero al estar en zona sísmica, eso es un peligro. Un nuevo modelo de ciudad es vital para contrarrestar los hacinamientos futuros porque conoceremos sus límites antes de que los problemas sean insalvables.
Pero hablaba al comienzo del Desafío de Ciudades. Es un concurso y no es el único. Está el Concurso Latinoamericano de Logística Urbana Sostenible y Segura, de la CAF, por ejemplo. Estos concursos dan ayudas, pero sobre todo generan enseñanzas. Vale la pena participar como lo está haciendo Montería, por ejemplo, cuyo progreso va en aumento de una manera envidiable.
Y está también la llamada gobernanza del agua y proyectos como EUROCLIMA+, liderado por Empopasto más seis entidades, entre ellas la Universidad Mariana. Es bueno que la alcaldía esté en consonancia con estos frentes. «Todos ponen» decía Antanas Mockus… Pues eso.