LAS MANOS ALFARERAS DE MARIA MERCEDES MUÑOZ, ARTE Y TRADICIÓN

Pasto, 25 de junio de 2020

Por: Maritza Mora

Esta es una serie llamada Warmipura que consta de 10 reportajes en formato crónica para resaltar el espíritu emprendedor, combativo y enérgico de las mujeres pastusas, su amor a su trabajo, y el empeño por mantener su trabajo vigente al paso de los años y su esperanza de transmitir sus conocimientos ancestrales a las nuevas generaciones para que sean ellas las líderes de cambio y alteración en los paradigmas establecidos.


Doña Mercedes me ha esperado afuera de su casa para que no me vaya a perder en el camino, aunque ha enfatizado que es muy fácil llegar a su casa y que si llegara a perderme solamente preguntara por ella, porque en el barrio todos la conocen y de inmediato sabrían a quién estoy buscando. Eso, pienso yo que tienen los barrios de antes, la gente que ha pasado toda su vida viviendo en el mismo sitio con sus vecinos ya se han vuelto parte del vecindario y aunque hubiera muchas Maria Mercedes, la gente sabría que la que buscábamos era ella, la de las ollas de barro. Muy diferente el asunto a los nuevos edificios de la ciudad donde el celador con mucha suerte recuerda que tu vives en ese condominio. 

Entrar a su casa se siente familiar, el recibimiento es de una persona que se siente feliz por la visita, Doña Mercedes sabe cómo expresarse, demuestra veteranía al hacer la entrevista, sabe su guión, tiene muy claro cual es el negocio que tiene en frente y lo demuestra con la suficiencia de la palabra. Ante un emprendedor novato de hoy en día, doña Mercedes como coloquialmente se dice le daría sopa y seco, pues conoce cada paso que ha dado, tiene claro su presente y ya está pensando en el futuro próximo. 

La alfarería llegó a su familia por el conocimiento y la práctica de su esposo, él fue quien le enseñó. La paciencia y la técnica para saber qué tierra elegir, su color, su calidad. El proceso inicia eligiendo una tierra virgen que no haya sido tocada o manipulada, luego que se la elige, se deja secar y se lleva en carretilla hasta la zona del taller donde están los molinos con los cuales se tritura la tierra, de ahí pasa a los cedazos donde los obreros la ciernen y esta se vuelve polvillo, se vuelve a secar y pasa a ser  amasada hasta que logre una textura blanda con el punto óptimo para ser llevada al torno donde el artesano le da forma para transformar ese barro en hermosas figuras, ollas, macetas, figuras de pesebre, alcancías y muchas otras que son solicitadas por sus clientes. Luego la figura se lleva al horno para quemar, se deja reposar y ya está  lista para empacar y entregar. Doña Mercedes es muy estricta en cuanto a ultimar los detalles, que la figura quede muy bien terminada, que el empaque sea el más apropiado y está encima de todo el proceso hasta que el producto final que sale de su taller sea perfecto. 

“ La alfarería es muy poco conocida y muy mal remunerada, su proceso es largo, muy largo, la gente no conoce todo el trabajo que hay detrás y como todo es de barro creen que todo tiene que ser barato” 

Queda claro que aquí lo que hay es pasión por un arte que ha estado presente en su familia por generaciones. Su padre aprendió el oficio por sus tíos y estos por sus padres y ellos de sus abuelos, la línea es larga y el camino  nos recuerda que al inicio de este arte los viejos alfareros trabajaban a puerta cerrada, protegiendo sus creaciones y 

técnicas. Cuando un cliente llegaba, escuchaban lo que este necesitaba, le cerraban nuevamente la puerta y como magos volvían a aparecer con la pieza solicitada, eso sí, nunca se sabía de dónde lo sacaban y jamás como esta había sido hecha. 

Pero Doña Mercedes y su esposo tenían otra idea, su trabajo, la forma en que trabajaban el barro no podía estar más oculta a la gente, era momento de abrir puertas y así lo hicieron, no solo para los clientes sino con talleres de formación para los niños de las zonas cercanas. Así entonces se visibilizó el trabajo de alfarería, le dieron rostro a los artesanos y la gente fue acercándose y su trabajo pasó la frontera de su casa,  su barrio, su ciudad y la tecnología le está abriendo las puertas hacia otras tierras lejanas.  

Los tiempos cambiaron y en el taller no se han quedado quietos. Su producción la trabajan sobre pedido así que aseguran en gran parte su trabajo y afortunadamente cuentan con una clientela fija que mantiene un pedido 

constante de sus productos. Este año debido a la coyuntura del Covid 19 en que la economía ha golpeado tan fuerte al sector comercial, ellos han logrado subsistir gracias a que los pedidos se mantuvieron y en algunos casos 

aumentaron especialmente en pequeñas figuras que hacen parte de los pesebres, ollas, principalmente las de champus en estas épocas decembrinas y como producto de innovación, macetas pintadas y decoradas al gusto de cada cliente, lo que le ha significado un aumento en el volumen de sus ventas. 

La amabilidad de Doña Mercedes es natural, se nota al estar cerca suyo la bondad y sinceridad de quien no se esfuerza por demostrar nada. Desde la misma llamada para concretar esta entrevista hasta la llegada a su casa se sintió cálido. Apenas llegamos inmediatamente abrió las puertas de su casa – taller, “sigan conozcan aca, camine 

para acá, miren este molino, ahí está la tierra, ahí están los hornos, así hacemos esto y aquello” Siempre pendiente de haberlo dicho todo.

Como guía turística indicaba cada lugar donde se iban desarrollando los procesos, “ahora, señalando la parte donde están los molinos, hay procesos que sólo toman unos minutos. Cuando empezábamos este trabajo con mi esposo, yo tenía que que hacer este proceso de ablandar la tierra con mis propios pies todo un día”,  y se nota que ha desempolvado un recuerdo de hace muchos años y así sin más empieza a mover sus pequeños pies como si estuviera ablandado el barro de otras épocas, y parece que bailara con su querida tierra y es claro para mí la belleza que tiene este arte, el momento en el que la tierra cae rendida a sus pies, tierna, suave, maleable dejándose llevar ahora a la calidez y virtuosidad de sus manos. 

En su taller aún manejan las antiguas técnicas de la alfarería, Los hornos son como los que se manejaban antes y no hay nada de moldes, todo se maneja en torno y la habilidad y destreza de los artesanos quienes tienen ya la práctica de sacar miles de piezas en cuestión de minutos y para hacer varias piezas de un mismo tamaño, pues son sus manos las que les dictan las medidas. Doña Mercedes queda pequeña cuando se sube al torno pero es solo una ilusión, su pericia la hace grande cuando empieza a moldear el barro y su poder además de sus palabras son sus frágiles y cansados dedos que hacen que el barro vuele entre ellos  y en cada giro escuchen su voz cuando les dice en que deben convertirse esta vez. 

Doña Maria Mercedes y sus Manos alfareras, arte y tradición, seguramente han entrado en cada casa en esta ciudad, cada puerquito alcancia que ha guardado pacientemente los ahorros familiares, la maceta de las flores que adornan las paredes, las pequeñas vasijas que decoran alguna mesa de centro, lámparas, ollas, platos; el barro moldeado por las manos de una gran dama artesana transfiguradora, poderosa y pujante mujer nariñense.

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